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​Paul Klee. Casi todos los poemas. EDA Libros

​El poeta ruega a Zeus la imperiosa necesidad creadora que le lleve a Prometeo, fuego e inventor del sacrificio, como el Titán protector de la civilización humana
Redacción
jueves, 23 de abril de 2020, 09:14 h (CET)

Sorprendente y agradable entrega, que debo al entrañable Reina Palazón, Premio Nacional de Traducción, autor de una rica lista de autores sublimes en lengua alemana vertidos con apasionado interés a la lengua de Cervantes.

Sinceramente, al menos para este servidor inquieto de la lectura y la crítica literaria, no conocía la edición en español de Casi todos los poemas del genial Paul Klee: pintor, músico y poeta, como lo sitúa su traductor José Luis Reina Palazón en “Esas tres capacidades artísticas fueron en él al alimón; aunque destacase la obra pictórica. En ella entra incluso objetivamente la poesía, como podemos ver en varios de sus cuadros, así en la acuarela Antaño surgido del gris de la noche, de 1918, que incluye el poema del mismo título de inquietante vida de alteraciones profundas”

Ha sido una sorprendente y agradable entrega, que debo al entrañable Reina Palazón, Premio Nacional de Traducción, autor de una rica lista de autores sublimes en lengua alemana vertidos con apasionado interés a la lengua de Cervantes. Para los que aman la poesía puedan disfrutar de este caudal de poetas que ofrecen obras perennes por fortuna. En estos tiempos que corren de estadística a todo trapo y demasiado atolondramiento con el torbellino de cultura de escaparate.

En la magnífica semblanza, a modo de prólogo, su traductor expone como “Los pensamientos de Klee sobre el mundo del arte revelan la singularidad de su percepción. Una noche vieja de los años treinta escribió en el libro de visitas de unos amigos:”

El arte se relaciona con la creación por la semejanza.

La línea hacia la realidad óptica es muy elástica.

El mundo de la forma es soberano por sí mismo, en sí mismo sin embargo aún no es arte en el círculo superior.

En el círculo superior reina sobre la ambigüedad un misterio– y la luz del intelecto se apaga lamentablemente.

La profundidad de este poema puede sumergir al lector en la constelación del ser o no ser de la creatividad. El interrogante insistente de todo poeta responsable por encima de la simple versificación. Profundidad de meditación como canta los magos creadores en la visión del propio Klee: “Pues ser poeta y hacer poesía son dos cosas distintas. En todo caso esa fuerza y esa calma conservaron para mí su valor durante mi vida ulterior y de ningún modo quisiera tomarlas en broma.”

Tengo que estar pálido.

Los pensamientos se extravían de nuevo.

No duermo las noches completamente.

¿El alma busca hacia el sur?

¿Falta algo en el norte, o en dónde?

Aire tengo yo y alimento.

Y en amor he alcanzado la plenitud.

Pero no puedo permanecer así.

Inquietud por conocerse a sí mismo cuando se siente apresado en el proceso creativo. Un desnudo inconformismo con su propia personalidad en los tres tiempos lo posee, hasta el punto de buscar a los dioses.

Una especie de Prometeo

Llego ante ti, Zeus,

porque yo tengo fuerza para eso.

Tú me has preferido,

eso me obliga a ti.

Bastante sabio

para suponerte detrás de todo,

yo no busco al más poderoso,

sino al buen Dios.

Ahora oigo tu voz desde la nube:

Tú te atormentas, Prometeo.

Tormentos fueron siempre mi suerte,

puesto que yo he nacido para el amor.

A menudo levanté preguntando – suplicando

la mirada hacia ti: ¡en vano!

El poeta ruega a Zeus la imperiosa necesidad creadora que le lleve a Prometeo, fuego e inventor del sacrificio, como el Titán protector de la civilización humana. Que le pueda poseer fuerza inventiva para no ser “un simple mortal sino un triple creador en los espacios de la cultura”. Y en este exigente espacio entra igualmente la pasión amorosa. Poemas con versos que tiemblan exigentes de emocional placer.

Ahora suena el adiós muy distinto:

Yo he crecido solo en el páramo.

¿Quién me ha ayudado?

Tormentas vinieron y se fueron,

barriendo lo débil.

Yo me quedé en el páramo.

Entonces llegaste tú y buscaste amparo en mí.

Pero el destino nos mandó resistir.

Debes fortalecerte en soledad, dijo el destino.

Mi amparo sea primero solo el pensamiento.

Fortuna con la que alcanzar el ferviente impulso que se sirvió. Junto a su afirmación y pronta fama como pintor y profesor de dibujo, –después de la Bauhaus, 1920-1926, lo fue también desde 1931 a 1933 en la Academia Prusiana de Arte en Düsseldorf– su acción poética duró hasta el final de su vida. El último poema que aquí reproducimos es de 1938, dos años antes de su muerte.

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