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El Covid le da vida a Bibi

El primer ministro israelí sobrevive en el poder aprovechándose de la pandemia para postular un gobierno de unidad nacional y extensión territorial
Isaac Bigio
lunes, 27 de abril de 2020, 09:18 h (CET)

La pandemia que ha contaminado al Primer Ministro del Reino Unido al de Israel le ha ayudado a sobrevivir. Hasta antes de la crisis del coronavirus Benjamín “Bibi” Netanyahu, el único hombre que ha llegado a gobernar más de 14 años al Estado hebreo, se encontraba en la cuerda floja. Sin embargo, a él, a quien sus compatriotas le llaman el “mago”, supo aprovecharse del COVID-19 para reflotar.

Casi se acaba Bibi
Netanyahu es una figura que tiene procesos judiciales serios y avanzados por varias imputaciones de soborno, corrupción y malversación de las funciones públicas. En parte había logrado evitar ser enjuiciado o encarcelado manteniéndose en el poder, tratando siempre de generar un estado de conflictos con varios de sus vecinos o con los palestinos, postulando más anexiones de los territorios ocupados en la guerra de 1967, y buscando aparecer como la única persona en el mundo que hacía campañas electorales posándose con Donald Trump.

Sin embargo, desde las elecciones generales de abril 2019 él no lograba conseguir una mayoría absoluta dentro del congreso unicameral de 120 diputados. Debido a que él no podría dar paso a gobiernos estables, es que se convocaron a nuevos comicios parlamentarios en septiembre 2019 y marzo 2020. Israel se convirtió en un caso excepcional a nivel mundial pues, pese a realizar 3 elecciones generales en 11 meses, no se podía viabilizar un nuevo gobierno.

El rival que tenía Benjamín Netanyahu en todas esas 3 contiendas fue el general Gantz, un tocayo suyo que le sirvió comandando sus acciones militares en incursiones al Líbano y a los territorios ocupados palestinos,. Si bien el 2 de abril Netanyahu ganó con el 29.5% de los votos, una leve mayoría del congreso decidió darle a Gantz el aval para reemplazarlo en el poder.

El “Mago”




Netanyahu muy astutamente se aprovechó de la nueva emergencia humanitaria ocasionada por la epidemia para que se posterguen los juicios contra él y luego para demandar a su contrincante un gobierno de unidad nacional.

Tras largas conversaciones entre los dos Benjamines se llegó a un acuerdo altamente inusual. Según éste se iba a dar una coalición gubernamental que durase 36 meses. En la primera mitad de dicho periodo el primer ministro seguiría siendo Netanyahu, mientras Gantz sería su vice primer ministro, pero en los siguientes 18 meses se iba a invertir dicha orden. Cada uno de los dos bloques que entraban en la alianza del poder iba a tener paridad, para lo cual se creaba un gabinete con 36 ministerios, una cifra descomunal para un país con menos de 10 millones de habitantes y que en sus inicios como Estado apenas tenía 12 ó 13 ministerios. Además, la mitad de los ministros que en dicha repartición le corresponden al bloque de Netanyahu solo él podría cambiarlos, y viceversa. Ambos Benjamines tendría poder de veto uno sobre el otro, con excepción de la política de anexiones territoriales que ahora Netanyahu quiere acelerar teniendo la venia de la Casa Blanca.

Gantz saca como consuelo que va a controlar la mitad del gabinete y que en un año y medio por fin llegará a ser primer ministro. Sin embargo, dicho acuerdo le ha costado la ruptura de su coalición electoral Azul y Blanco (por los colores de la bandera israelí). De los 31 diputados que esta última tenía solo 15 se han quedado con Gantz, mientras que 16 han roto con él rechazando el pacto con Netanyahu a quien ellos quieren ver en la cárcel. Netanyahu ha logrado neutralizar a su rival pues Gantz se ha quedado sin una sustancial bancada propia y ni siquiera va a tener muchos parlamentarios para que ocupen los 18 ministerios que le han asignado a su bloque en esos acuerdos.

Netanyahu también ha lanzado un anzuelo que puede terminar anulando al laborismo. Este último fue el partido que desde los años treintas hasta los ochentas fue la principal fuerza dentro de los hebreos, pero que ahora, tras sus reiteradas concesiones a los halcones de la derecha israelí, ha terminado reduciéndose a apenas 3 legisladores. Su integración al actual gobierno con Bibi les puede terminar llevando a hacerse un hara kiri.

Anexiones




Con este nuevo gobierno Bibi va a querer valerse de sus aliados para seguir eludiendo la justicia y para avanzar a todo galope en sus planes de anexiones territoriales. Necesita correr pues no quiere correrse el riesgo de que en noviembre, si su socio Trump pierde la presidencia en las elecciones estadounidenses, tenga a una Cada Blanca en contra suya.


Netanyahu ya consiguió el aval de Washington para incorporar oficialmente al Estado de Israel a todos los territorios que éste le quitó a Siria en 1967 y también al Gran Jerusalén. Ahora él sabe que Trump le ha dado la luz verde para anexar toda la ribera occidental del río Jordán y del Mar Muerto, así como la inmensa mayoría de las colonias hebreas dentro de los territorios ocupados de Cisjordania.

Dicho plan dejaría a los palestinos con una serie de bolsones en el medio del agrandado Estado de Israel, los cuales estarían interconectados entre sí mismos por carreteras que pasarían por el control de Israel o debajo de su territorio. A Gaza, si bien Israel le concedería ampliarse en una franja del desierto que limita con Egipto, le mantendría ligada al resto de Palestina mediante un extenso túnel subterráneo.

Ningún país árabe o fracción palestina avala tal plan. En las últimas elecciones generales la minoría de ciudadanos árabes de Israel se unió en una “Lista Unida”, la cual logró su mejor representación en su historia (15 diputados) llamando a rechazar estas propuestas.

La posibilidad de que este gobierno de unidad nacional dure mucho no es muy grande. Allí deben convivir los partidos ultra-religiosos que demandan que los rabinos ortodoxos decidan que inmigrante es o no judío y por ende se le acepte como ciudadano pleno, mientras que varios congresistas del bloque de Gantz han hecho campaña para que se restrinjan los privilegios de los que se la pasan todo el día estudiando la Torá (Antiguo Testamento) y que se les obligue a todos ellos a servir en el ejército.

También deben cogobernar juntos quienes consideran que Bibi es un héroe y quienes quieren verlo bajo rejas, o quienes quisieran hacer más concesiones a los palestinos y de quienes demandan abiertamente la expulsión de casi todos ellos del Estado de Israel.

Mientras tanto, han de darse nuevas perspectivas de conflictos. Israel ha estado envuelto en una serie de incursiones escondidas o abiertas en el Líbano, Siria y otras partes del Medio Oriente, mientras que Netanyahu ha buscado que EE.UU. acentúe sus canciones contra Irán y que incluso se prepare para atacarlo militarmente.

Muchos judíos van a ver en tal gobierno de unidad nacional un paso positivo frente al impasse del desgobierno o para hacer frente al coronavirus. No obstante, Netanyahu nunca ha traído ni traerá la paz. Por más que Israel sea el país del mundo que tiene más armas nucleares por kilómetros cuadrados de superficie, que tenga uno de los ejércitos y servicios secretos más sofisticados del globo, y que sea el principal receptor de ayuda de EEUU; la seguridad de su población siempre va a estar en riesgo mientras se mantengan belicistas en el poder.

Holocausto

La formación del nuevo gobierno se dio en la víspera de que Israel y muchos de los 15 millones de judíos de todo el mundo conmemoraron el día mundial del holocausto. Esta fecha se ha escogido para hacer un homenaje a la insurrección del gueto de Varsovia, la cual se dio hace exactamente 77 abriles atrás.

Dicho levantamiento fue liderado por Mordejai Anielewicz, cuyos principios guardan un contraste radical con los de Netanyahu y Gantz.

Entre la segunda quincena de abril y la primera quincena de mayo de 1943 se alzaron en armas los malnutridos sobrevivientes del gueto de Varsovia. Este era un barrio aislado del resto del mundo por murallas militarizadas en el cual los nazis habían llegado a colocar a más de 400,000 judíos, la mayor minoría étnica de Polonia, donde llegaron en algún momento a representar un cuarto de su población.

En septiembre de 1939 Hitler inició la II Guerra Mundial al invadir Polonia y una de sus metas fue segregar a los judíos en guetos y en campos de concentración o exterminio. Tras unos 40 meses de ocupación germana, los alrededor de 50,000 judíos que quedaban vivos en el gueto de la capital polaca decidieron alzarse con armas rudimentarias y cuerpos escuálidos. Con pocas municiones y alimentos ellos supieron darle batalla durante todo un largo mes al ejército más sofisticado y extendido de toda Europa.

Ellos prefirieron morir peleando antes que bajo las cámaras de gas. Su dirigente fue Mordechai Anielewicz quien lideraba la sección de Varsovia de Hashomer Hatzair (un partido marxista que pedía que se estableciera en lo que entonces era el mandato británico de Palestina una república independiente secular, igualitaria y binacional donde los hebreos y árabes pudiesen convivir en paz).

Si bien Netanyahu quiere usar la heroica gesta de Varsovia para justificar más acciones militares en su vecindario aduciendo que solamente así se evitará poner a los judíos en riesgo, el mensaje de Anielewicz fue lo inverso.

Para dicho descomunal héroe se debía ir a una sociedad sin discriminaciones de ninguna clase y a una república multiétnica en la Tierra Santa donde todas las creencias y pueblos pudiesen vivir como iguales. Si Anielewicz quería una sociedad más equitativa, Netanyahu se alinea con las políticas que promueven la polarización social entre ricos y pobres que pregona Trump y también la segregación de los habitantes nativos de su territorio, gran parte de los cuales desciende de los antiguos israelitas, aunque sus actuales religiones sean la cristiana o la musulmana.

Este nuevo plan de reparto de la “Tierra Santa” que viene organizando los que hoy se reparten el poder en Israel, va a volver a fracasar, al igual que todos los otros previos que han buscado repartir a la Tierra Santa de acuerdo a religiones. La única solución puede terminar siendo una basada en ir hacia un solo Estado multiétnico, tal y cual lo postuló el comandante de la insurrección del gueto de Varsovia.   

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