Dice la RAE en sus dos acepciones: -Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización.
-Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.
Pues llevan razón. Ese es mi mundo. Hace años que digo que la felicidad plena “se alcanza tres días después de muerto… y por la tarde”. Para mí la vida es pura utopía. Se basa en la búsqueda constante del seguimiento de los planes de Dios. Para mí y para los que me rodean. Todo eso dentro de un tipo como yo, que hace lo que no quiere y no hace lo que quiere.
El evangelio, el seguimiento de Jesús, es de difícil realización. No imposible. Es un plan, un proyecto, una doctrina y un sistema deseables, que a veces se intuye y casi nunca se alcanza.
Por eso me “imagino una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”.
El ser humano, cuando no deja de serlo, tiene un ideal que es el palo mayor que mueve su vida. El gran ideal es ser feliz y hacer felices a los que le rodean. En estos tiempos terribles, llenos de miedo y soledad, añoramos la posibilidad de dedicarnos más al prójimo y de perder menos tiempo con tonterías. En buscar lo que nos une y olvidar lo que nos separa. Si ahondamos un poco en nuestras ideas, nos gustaría volver a ser ese niño inocente que algún día fuimos. En vivir la utopía.
Cuando todos estos sentimientos se transforman en hechos, a nuestro alrededor se instaura el inicio del reino de Dios en la tierra que se alcanza plenamente “tres días después de muertos y por la tarde”.
Viva la utopía.
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