El 64% de los españoles dice que no confía en el sistema judicial. Únicamente el 39% cree en la independencia de los tribunales y de los jueces. Ética, objetividad e imparcialidad son las tres ramas imprescindibles en democracia para que la ciudadanía no pierda la confianza en la justicia.
Con el estallido del coronavirus se oyen voces que dicen que cuando la pandemia desaparezca, nada seguirá igual. Se harán las cosas de distinta manera. Eso no se lo creen ni los mismos que lo afirman. En medio de la plaga nos damos cuenta de que quienes guían el país no han cambiado sus maneras de gobernar. Es que no pueden hacerlo. Se lo impide su condición humana. “¿Mudará el etíope (la persona de color) su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podéis vosotros hacer el bien, estando habituados a hacer el mal?” (Jeremías 13. 23). Los buenos propósitos de cambiar no sirven cuando se toca la naturaleza humana. “Genio y figura hasta la sepultura”.
Algunos, amparándose en Romanos 13:1 defienden la obediencia servil a la autoridades. Esta inviolabilidad no la defiende la Biblia. Un caso que exponen las Sagradas Escrituras cristianas de que las autoridades no son intocable es éste: “Y Josafat (rey de Judá) puso jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares: Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues, con vosotros el temor del Señor, mirad lo que hacéis, porque con el Señor nuestro Dios no hay injusticia ni acepción de persona, ni admisión de cohecho” (Jeremías 14: 4-7). Este texto muestra cómo debe interpretarse Romanos 13: 1. “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”.
Las autoridades en general y los jueces en particular han recibido de Dios autoridad delegada. Para entender dicha delegación tenemos que ir al Decálogo que se encuentra en Éxodo 20. Los primeros versículos exponen esta declaración: “Yo soy el Señor tu Dios” (v.2), enfatiza la autoridad suprema. En el versículo 12 Dios delega autoridad en el cimiento social que es la familia: “Honra a tu padre y a tu madre”. En Efesios 6 dice: “Hijos obedeced a vuestros padres porque esto es justo” (v.1). Nos remite a Éxodo 20: 12 cuando dice: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa” (v.2). También especifica cómo deben ser las relaciones entre conyugues: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor: Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es la Cabeza de la Iglesia, la cual es su Cuerpo y Él es su Salvador” (Efesios 5. 21-23). La anarquía no es buena filosofía para gobernar una sociedad por pequeña que sea como lo es el ente familiar. La política de hacer cada uno lo que mejor le arezca no es la más indicada para gobernar una sociedad, de ahí el caos que existe en nuestros días. A medida que el núcleo familiar se ensancha convirtiéndose en infinidad de núcleos familiares, se precisa que se regule la relación entre ellos. Aquí entran en escena las autoridades que como muy dice Romanos 1: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”.
Vayamos a los jueces que también son autoridad: “Mirad lo que hacéis porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues, con vosotros el temor del Señor, mirad lo que hacéis, porque con el Señor nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho”.
Que el 64% de los españoles no confíen en el sistema judicial y únicamente un 39% lo haga con la independencia de tribunales y jueces, precisa que se pregunten si cuando administran justicia lo hacen como representantes de Dios o lo hacen movidos por el temor al hombre. De dar una respuesta correcta depende de que los españoles confíen o no en el sistema judicial.
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