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El Polisario según Goytisolo

En su ensayo sobre la cuestión del Sahara, el premio Cervantes asegura que el Frente Poliario jamás combatió al colonialismo español en el Sahara Occidental
Luis Agüero Wagner
martes, 9 de diciembre de 2014, 08:24 h (CET)
En intento de presionar en la ONU a la Comunidad Internacional, y como derivación de su fracaso diplomático y propagandístico, el violentista Frente Polisario ha hecho sonar en estos días los tambores de guerra en una disputa en que el principal antagonista de Marruecos en realidad es Argelia.

Para comprenderlo, basta con informarse leyendo el erudito ensayo al respecto del actual Premio Cervantes de Literatura Juan Goytisolo, donde apunta el fracaso de España intentar crear un movimiento “independentista” saharaui que responda a Madrid, el PUNS. Dicho movimiento emergió con grandes recursos entre septiembre de 1974 y noviembre de 1975, etapa de las grandes maniobras diplomáticas en torno a la cuestión del Sahara.

El movimiento patrocinado por España no engañó a nadie, sobre todo por falta de experiencia política y convicción, y su secretario general y su tesorero terminaron huyendo a Rabbat para juramentar lealtad al rey de Marruecos.

Consumados estos hechos, narra Goytisolo, el edificio “independentista” laboriosamente levantado por España para seguir controlando el Sahara a través de testaferros se derrumba e irrumpe un movimiento que no figuraba en el programa.

Se trataba del Frente Polisario, creado el 20 de mayo de 1973 en Tinduf, con ayuda y protección de Argelia. Este grupo jamás se abocó a combatir al colonialismo español, por lo cual siempre fue tolerado por las autoridades fascistas del régimen franquista. Curioso movimiento independentista, su “lucha” no se centraba en combatir a los invasores europeos de su territorio sino al “anexionismo” marroquí.

Gracias a la formación política de los instructores argelinos, sus miembros centraban la propaganda en el carácter «reaccionario» de Marruecos y la índole progresista» de Argelia; exponían -siguiendo la pauta del Gobierno franquista- las ventajas económicas y políticas que la independencia otorgaría al país y prometían el apoyo fraternal de Argel " en caso de «agresión» marroquí. Sus lemas y consignas resultaban, sin duda, más atractivos que los del PUNS v actuaban sobre un terreno abonado: el de la tenaz propaganda antimarroquí, orquestada, con todos los medios, por la Administración española.

La evidencia histórica demuestra, pues, que el Polisario no fue creado para combatir al colonialismo español, que ya estaba condenado en aquella época (1973) sino para oponerse a Rabat y frustrar los objetivos de unidad territorial que el movimiento nacionalista marroquí perseguía desde que logró la independencia. Para corroborar esto, solo hay que recurrir a las declaraciones de los portavoces del Polisario a la prensa española, lo han confesado varias veces entre mayo y septiembre de 1975.

Como sucedió muchas veces con el régimen fascista español, los intereses del momento precipitaron en ese tiempo un acercamiento con Argel que pasó por alto las ideologías contrapuestas. Goytisolo recuerda la venta de gas natural argelino a España retribuida con inversión española en Argelia.

Durante el verano de 1975, las declaraciones de las diplomacias argelina y española ante el tribunal de La Haya muestran coincidencia absoluta. “Tocado por una gracia progresista y descolonizadora, el gobierno de Franco defiende para el Sahara Occidental unos derechos y libertades cuya reclamación en España conduce directamente a las comisarías y el Tribunal de Orden Público”.

Goytisolo recuerda que tras los últimos fusilamientos del franquismo, el de cinco militantes revolucionarios españoles el 27 de septiembre de 1975 en las ciudades españolas de Madrid, Barcelona y Burgos, los únicos países del mundo que se negaron a condenar los hechos fueron el Chile de Pinochet y la Argelia de Boumedian.

En aquella grave crisis fueron ejecutadas por fusilamiento cinco personas: tres militantes del FRAP, José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, y dos militantes de ETA político-militar, Juan Paredes Manot (Txiki) y Ángel Otaegui. Estas ejecuciones levantaron una ola de indignación contra el gobierno de España en todo el mundo, menos en la “progresista” Argelia.

La agonía de Franco, el fallo ambiguo del Tribunal de La Haya y La Marcha Verde precipitaron los acontecimientos. Ante la enorme movilización popular marroquí, los fascistas españoles descubrieron los amargos frutos de veinte años de errores, dilaciones, quimeras y autoengaño.

Todavía más doloroso podría ser para ciertos “progresistas” españoles, que desde sus ONG se llenan el estómago y los bolsillos con tragedias como las de los pueblos del Sahara, acabar descubiertos ante la opinión pública como simples continuadores de los planes de su caudillo fascista.

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