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Pinocho Marlaska

Para todos, salud que no nos falte
Tomás Salinas
miércoles, 3 de junio de 2020, 08:17 h (CET)

Pinocho es un personaje de la literatura italiana y universal, una marioneta de madera que protagoniza el libro "Las aventuras de Pinocho", escrito por Carlo Collodi y publicado en un periódico italiano entre 1882 y 1883. Pinocho cobra vida mientras el carpintero Geppetto lo está tallando en su taller y pasa las de Caín hasta que, a través del conocimiento y la sabiduría, se convierte finalmente en una persona real en lo que para algunos es una alegoría sobre la formación de las personas basada en el honor, la verdad y la virtud. Conocemos la historia y podríamos señalar el episodio en el que dos estafadores, un zorro y un gato, intentan por todos los medios robarle, hasta que lo atrapan y deciden ahorcarle en una gran encina. También sabemos que cuando Pinocho miente, su nariz crece.

Marlaska es un personaje del Gobierno español, un ministro de Interior que protagoniza, junto a otros, la cruda realidad del país, escrita con crueldad por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tanto monta, monta tanto, desde 2018. Marlaska cobra vida tallándose a sí mismo durante mucho tiempo hasta que se convierte en una persona real a través del conocimiento y la sabiduría. Conocemos su historia y quizás podríamos señalar, al igual que con Pinocho, que hay dos estafadores que le han quitado todo el mérito adquirido durante muchos años, atrapándole y, quién sabe si también ahorcándole, metafóricamente, de una encina. Hasta aquí, Marlaska es como Pinocho.

A partir de aquí, la cosa cambia. El honor, la verdad y la virtud brillan por su ausencia. Y es constatable que no le crece la nariz cuando miente, a la vista está, a pesar de que eso que mentir, lo que se dice mentir en su significado más exacto, es algo que ejecuta sabiamente el señor ministro Marlaska como un campeón. Desde que se levante hasta que se acuesta. Incluso cuando duerme. Miente a lo grande, miente voluntariamente, miente con conocimiento, miente con y sin florituras, miente a la cara y por la espalda, miente cuando habla y cuando calla, miente con la mirada y los gestos, miente con la palabra, miente, miente y miente. Sin embargo, la nariz no le crece. Quizás porque ya no es una marioneta de madera, se ha transformado en un títere de mármol. O quizás porque en él se puede aplicar, y así parece, la conocida como Paradoja de Pinocho o Paradoja del Mentiroso.

Me explico. Si Pinocho afirma que su nariz crecerá, estaría mintiendo porque no se produciría el milagroso acontecimiento. En consecuencia, si es mentira, su nariz debería crecer. Y, de nuevo, si resulta que crece, estría diciendo la verdad y no debería hacerlo. Nos hallamos ante un tipo de contradicción lógica a la que no podemos asignar un valor de verdadero o falso.

Un ejemplo simple de la Paradoja de Marlaska. “Esta información que ustedes dicen, eso de que yo haya pedido que un coronel de la Guardia Civil cometa un delito, es falsa.”Dado el principio del tercero excluido, la afirmación de Marlaska de antes debe ser verdadera o falsa. Si suponemos que es verdadera, entonces todo lo que Marlaska afirma es falso.

Pero la oración afirma que ella misma es falsa, y eso contradice nuestra suposición original de que es verdadera.

Supongamos, pues, que la oración es falsa. Luego, lo que afirma debe ser falso. Pero esto significa que es falso que ella misma sea falsa, lo cual vuelve a contradecir nuestra suposición anterior. Vamos, un pollo de narices. No es posible asignar un valor de verdad a lo que dice Marlaska sin contradecirse…

Termino, que me estoy haciendo un lío. Aclarando el tema. Marlaska no es Pinocho, pero miente más que él. De hecho, miente más que nadie, cosa harto complicada viendo las compañías que frecuenta, una auténtica troupe de fuleros manipuladores y embusteros. En consecuencia, por salud democrática y por el bien de España, debería irse y recuperar algo de dignidad. Esta habilidad suya le inhabilita de por sí para continuar como Ministro de Interior o de lo que sea. Puerta. Ya.

En fin. Para todos, salud que no nos falte. Para Marlaska, además y como penitencia a sumar a su dimisión, 85.000 padrenuestros, tantos como guardias civiles hay, más o menos. Y, cómo no, un Ave María, porque sólo existe una España, por mucho que a algunos les salgan sarpullidos.

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