Escribo desde Andalucía donde hemos entrado en la tercera fase de la desescalada. La palabra desescalada no la he encontrado en el diccionario. Si escalamos algo luego descendemos pero no desescalaremos. Imagino que la RAE incluirá el verbo desescalar cuando lo tenga por conveniente.
En cuanto a las fases desde siempre he sabido que la luna tiene cuatro, luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante, por lo que si estamos en la tercera será de luna llena, es decir que no la vemos, aunque para los que dicen gobernarnos deben referirse a otra cosa.
En esta fase tercera es obligatorio seguir saliendo con mascarilla, no sé si para evitar contagios o para taparnos la boca. Si cada español dijera lo que piensa resultaría todo una algarabía incomprensible, desde los que piensan que de esta pandemia saldremos más fuertes, como mienten los gobernantes, a los que pensamos que se nos avecinan malos tiempos.
Por si a ese virus le ocurre volver a infectarnos en el otoño, los que dicen gobernarnos, ya se están curando en salud con el traspaso de la responsabilidad a las pobres comunidades autónomas. Si esto ocurre ya veremos como aquellas gobernadas por partidos distintos al del gobierno lo harán fatal. Ojalá no tenga ocasión nuestro gobierno social-comunista de bramar contra ellas.
Para aquellos que el confinamiento no la han utilizado para caer en adiciones como la pornografía o la droga, quizás pueden haber aprendido algo sobre la fugacidad de la vida y como llega la muerte “tan callando”. Nuestras vidas penden de un delgado hilo que puede ser cortado por Dios o “pueden cortárnoslo cumpliendo con el protocolo de instrucciones de las autoridades sanitarias, especialmente a los que, como yo, ya hemos pasado de los ochenta”.
Ya sé que el personal sanitario se ha dedicado con valiosa actitud a cuidar de los enfermos, después del “triaje” de la edad. El “triaje” también es una palabreja que no he encontrado en el diccionario. Imagino que viene del verbo “triar” que significa escoger, separar o entresacar. La primera vez que la leí en la sala de espera de urgencias de un hospital, me dio cierto repelús, ya que no sabía cuándo sería escogido o entresacado de entre las personas que esperábamos.
En casa de mis padres, decía mi abuela “que no hay mal que por bien no venga”. Seguramente la pandemia traerá bienes en una “nueva normalidad”, que Dios conocerá con su divina providencia. Quizás los españoles dejemos de odiarnos unos a otros y nos apliquemos a hacer el bien, sin mirar a quién, pero de los que nos gobiernan me parece que lo que quieren sobre todo es conservar el poder, todo el poder, sin trabas ni contrapesos. ¡Vamos, una dictadura! Por mucho que se les llene la boca de la palabra democracia.
En un memorándum que presentaron al nefasto Fernando VII, que ha pasado a la historia como El manifiesto de los persas, comenzaba diciendo “lejos de nosotros la funesta manía de pensar” lo que significaba la absoluta sumisión al papel de súbditos en lugar de ciudadanos.
Por ello, no nos dejemos seducir por ningún canto de sirena y utilicemos nuestra cabeza para pensar y decidir por nuestra propia cuenta. Que ningún partido político tenga asegurado el voto de ninguno de los españoles.
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