“No puedo respirar” fueron las últimas palabras de George Floyd, antes de morir asesinado en prime time por un racista descerebrado de uniforme. Hace dos semanas nadie le conocía. Hoy su rostro es la primera portada global que ha desbancado al monotema. Las casualidades de la vida dicen que el año en que Floyd nació, 1973, sonaba en la radio uno de los temas más emblemáticos de otros Floyd llamados Pink. La canción en cuestión era “Breathe” (“Respira”) y formaba parte de "The dark side of the moon", uno de los discos más famosos de la historia de la música. Ni en sus peores pesadillas George Floyd imaginó su destino, aquel que le llevaría a convertirse en estandarte representativo de una protesta que precisaba de un vaso que desbordara, y cuyo final no atisbamos cercano. Muchos afines a Floyd se subirán al carro de su memoria, e intentarán sostenerse sobre el mismo, el tiempo que su estampa permanezca en nuestras retinas. La historia se mueve a impulso de estos detonantes, aunque no encontraremos a nadie que nos confiese su vocación de espoleta.
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