La vorágine nos atrae, nos aturde, con una enorme potencia de arrastre; seguimos sus directrices con una fruición inusitada. No por convencimiento, eso no, cómo iba a serlo si el pensamiento no es la principal actividad puesta en marcha. Aunque no se avizora la pausa reparadora. Nos caen los chuzos desde cualquier ángulo, dependemos de botarates empecinados, mientras descuidamos las propias condiciones particulares. Queremos orientarnos hacia otro lado y no sabemos a donde dirigirnos. Acaso no vemos los eventos, no sentimos, no pensamos, ni en lo más elemental; pero pese a ello protagonizamos una INDOLENCIA ignorante, acomodaticia o necia, según sean los rumbos íntimos.
Si captamos o no los aconteceres en sus justos términos, esa vendrá a ser la verdadera cuestión para enjuiciar el tono de las respuestas promovidas. Ya es antigua la idea de los neurobiólogos en busca de la unidad de percepción, ese constituyente mínimo, del cual comenzamos a tener conciencia. QUALIA sería su denominación primaria. El como percibimos un olor, un sabor, un movimiento, un resquemor; antes aún de ponerle algún nombre. Porque esa percepción original no la percibimos tal como ha sido en cualquiera de sus dimensiones. Las aproximaciones de los lenguajes empleados no consiguen comunicar con exactitud el trasfondo de la sensación subjetiva percibida.
V. S. Ramachandran lo explicaba como si un extraterrestre en su arribada, sin ninguna comunicación mediante, percibía el color azul. Los datos científicos, moléculas, longitudes de onda, no sustituyen el efecto de los circuitos cerebrales en su determinación de la percepción particular. Los qualias se definían por tres CUALIDADES. 1. Son irrevocables. Si percibí un tufillo especial, no hay vuelta de hoja; los lenguajes explicativos son aparte. 2. Permiten multitud de respuestas tras el contacto con los engranajes funcionales de cada persona. 3. Exigen su registro temporal. No son pura imaginación, tuvieron su instante. Si nos influyen y como, cada uno verá, soportará o aprovechará.
Eso tan sencillo a disposición de cada sujeto, es cierto, fácil de contemplar, sin contraprestaciones necesarias. Sin embargo, uno de sus enemigos principales reside en la mezcla de sensaciones sobrevenidas sobre las personas. Aquella qualia sensacional por su carácter ceñido a las cualidades de sus receptores, entra en competencia con multitud de impresiones. Se acumulan las OPCIONES de rasgos controvertidos, perfiladas por la intervencion de otras personas, falseadas por la literatura, las redes sociales o las complejas presiones ambientales. La diversidad de estímulos es agresiva. Pueden plantearse equívocos por engaños sensoriales inocentes. Se multiplican las posibilidades disyuntivas.
No cabe duda, tratamos de sensaciones entrañables de fino calado, pero subjetivas al fin. Esa cercanía las torna imprescindibles para agregarlas al resto de vivencias de esa persona. Los juegos, la psicología, los sueños, las actitudes cotidianas, incluidas las profesionales o las políticas, son susceptibles de asociarse con la carga de las qualia de cada elemento particular, en una múltiple conexión de influencias. La persona no son segmentos, tiene un carácter holístico. Ese CONJUNTO puede aprovechar las percepciones genuinas en un doble sentido. Como aportaciones enriquecedoras extensibles a la sociedad entera, con el mayor sentido gratificante para los intervinientes.
Alguien pensará en el carácter inconsciente de esas inferencias derivadas de las qualia; pero insisto en el detalle, nos esforzaremos en captarlas con nuestras aptitudes o las dejaremos transcurrir como un aire apresurado. Un estímulo sensorial puede quedar como un evento esporádico e intrascendente. Partiendo de la propia experiencia sensorial, somos quienes decidirán detrás de una construcción, una ilusión, decisiva. En medio del mar de alucinaciones y variantes, nos adentramos en una SELECCIÓN perceptiva, entresacamos fenómenos desde las diversas señales, sobre todo desde las más íntimas para el establecimiento de las representaciones propias.
Estamos inmersos en unos ambientes provisionales, con unas dinámicas seriadas de rumbos imprevistos; la vorágine es notoria, se define por sí sola, y como decía, la capacidad de arrastre es tremenda. Podemos silenciarlos en un alarde de pasividad irresolutiva. La valoración emocional de cuanto presenciamos nos acucia en cada circunstancia. La conciencia nos resulta compleja, en ella se cruzan rutas y mecanismos con interminables recovecos. Emerge la propia versión interpretativa de los aconteceres, cuya culminación es la ficción OPERATIVA capaz de conmovernos, para introducir su práctica entre las sensaciones generales; usando los circuitos de ese cerebro no tan utilizado.
En la medida de la convivencia con esas qualia entrañables, el asombro nos ocupa por sus múltiples repercusiones sobre cuantas actuaciones emprendemos. Aquello de absolutos matices privados lo contemplamos en una fuerte ligazón de cara a las relaciones públicas. Sus dimensiones iniciales minúsculas e instantáneas aportan una información oscilante, que por añadidura puede ser dejada de lado o generar respuestas equívocas. Desde la base de esos relámpagos, entre esas oscilaciones, descubrimos los PROCESOS de la conciencia propia, estaban ahí, pero los descubrimos mejor ahora; entramos de lleno en su imagen fluyente como espejo de las mejores cargas particulares.
Las impresiones suelen derivarnos por unos caminos con una ambigüedad natural, aunque sin duda resulta inquietante. Si además nos basamos con preferencia en las impresiones ajenas nunca llegaremos a saber hacia donde vamos. Las apariencias son engañosas y las apariencias manipuladas intencionadamente, lo hacen con peor saña. El cerebro resulta facilón para las maniobras subyacentes. Queda muy patente la diferencia entre SABER y VER. Las opiniones y las versiones multiplican sus pronunciamientos. Y la sabiduría ofrece variaciones según los sectores implicados. Los puntos ciegos complican las decisiones, por eso recalco el inmenso valor de las qualia como puntos de apoyo fiables.
En definitiva, nos urge la recuperación de los mejores recursos íntimos para la brega diaria plagada de insatisfacciones. La capacidad de soñar, imaginar, percibir, en directo; dejando los intermediarios para otros menesteres. De lo contrario, mermamos nuestras capacidades reivindicativas y prácticas. Supone introducirnos en la METÁFORA de la vida sin remilgos ni renuncias inoportunas; en busca del sorprendente influjo de los recursos propios como transformadores de la naturaleza.
El toque personal es un factor primordial implicado en la metamorfosis social anhelada. Quizá el único resorte para reconducir los intrincados pliegues sociales de tintes desvaídos. El REVULSIVO disponible requiere la debida atención a las percepciones propias con respuestas coherentes.
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