Palabras de Jesús Quintero que me hubiese gustado decir: "Té aseguro que cuando hablo de soledad, de depresión, de incomunicación, de angustia, o de dolor, o de rabia no hablo de oídas. Por suerte o por desgracia, sé lo que estoy diciendo porque, todo eso y más, lo he padecido yo en carne propia. No estoy con los que sufren solamente por solidaridad, sino también y sobre todo, por compañerismo. `Porque, pertenecemos a la misma tribu. Sé por experiencia lo que es sentirse como en un desierto, en una ciudad de miles o de millones de habitantes. Sé lo que es estar solo entre la gente, hermano. Sé lo que es esperar y desesperar. Conozco el sabor de la traición. El sabor del desengaño, del desamor, del miedo. Le he visto las orejas al lobo de la enfermedad y del dolor. He vivido sin dinero. He visto morirse amores que parecían eternos y amistades de toda la vida. Conozco el vicio y sus tentáculos. Sé lo que es volver con los bolsillos vacíos. Y conozco a los demonios de la resaca y del remordimiento. He padecido los abusos de poder. He sido agredido y he visto el odio pintado en unos ojos que me miraban. Conozco los aledaños de la locura. Y he puesto mi coche a más de 140 km y de 200 por hora, en una carretera sobre el precipicio. Y me he asomado a algún balcón con intenciones negras. Sé lo que es acurrucarse en un rincón y esperar a que llegue el fin del mundo. No desear nada, no esperar nada, no creer en nada, no alegrarse, ni conmoverse por nada. Sé lo que es sentirse como un muerto. He conocido todas las hambres y esa sed que no se sacia con el agua. No hablo por oídas, por suerte o por desgracia, también a mí me ha tocado mi ración de sufrimiento. No estoy con los ojos que sufren por caridad; sino porque me considero otro más entre ellos. Estoy contigo porque te miro y te siento como un compañero de fatigas, como un compañero de la noche. Pero a pesar de todo, reivindico la alegría, la alegría, la alegría” …
|