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​¿Creen ustedes en algo?

Ya sé que no se lleva hablar de Dios ni recitar el Credo. Vivimos convencidos de que el mundo está en nuestras manos y Dios sobra
Francisco Rodríguez
martes, 7 de julio de 2020, 08:31 h (CET)

Durante bastantes semanas me he dedicado a escribir sobre las cosas que pasan, que no son pocas. Hoy he pensado cambiar el paso y escribir sobre lo que creo, empezando por el credo. Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Si creo en un solo Dios está claro que rechazo todas las viejas mitologías, con dioses buenos y malos, encargados cada uno de una función diferente: dioses del mar o de la luna, de la tierra o de las estrellas.

Si acepto que Dios es un Padre todopoderoso reconozco que todos los vivientes que han sido, son y serán, tienen la categoría de hijos, aunque no lo sepan, aunque lo nieguen. Un hijo puede negar al Padre pero nunca el Padre a un hijo. Saturno devorando a sus hijos es una fábula inaceptable.

El universo entero, visible o invisible, es obra de Dios. Pretender que tenemos que arreglar la creación es una solemne tontería. Apenas si sabemos algo de lo que existe más allá de la luna, si hay otros planetas habitados, si hay vida semejante a la nuestra. Nuestros inventos, de los que nos sentimos tan ufanos, no pasan de meros juguetes. Hablamos de agujeros negros sin tener nada claro lo que representan ni lo que son.

Hay mucha gente que cree que todo lo hubiera hecho mucho mejor que Dios, pero lo único que sabemos es que nuestra vida, por más que nos empeñemos se acabará un día y lo mismo que no decidimos nacer tampoco vamos a decidir cuándo morir, aunque haya desalmados que sueñan con establecer la eutanasia, porque les parece que estamos demasiados viejos.

Ahora se ha desatado la preocupación por el planeta al pensar que está en nuestras manos. Yo prefiero pensar que Dios que lo hizo cuidará de él con amor de Padre Todopoderoso, que los hombres sin fe lo único que harán es estropearlo.

También creo en un solo Seños, Jesucristo, hijo único de Dios, nacido del Padre y de su misma naturaleza, antes de todos los siglos, engendrado, no creado, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María la virgen y se hizo hombre y por nuestra causa fue crucificado, muerto y sepultado en tiempos de Poncio Pilatos pero resucitó al tercer día y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin.

Ya sé que mucha gente no cree en Cristo, aunque vayan a las procesiones de la Semana Santa vestidos de nazarenos. Por mi parte, sí creo en Cristo y que seré juzgado cuando termine mi vida y espero ser salvado por su misericordia y no por mis buenas obras que son escasas.

A los que no creen en la salvación de Dios por los méritos de Cristo ¿qué porvenir les espera? Quizás convertirse en polvo y ser olvidados o, lo que es peor, ser juzgados indignos de la vida eterna.

También creo en la Iglesia, sobre la que escribiré en un próximo artículo. Para los que se tomen la vida en serio más allá de pandemias, crisis y malos gobernantes, si les queda algo de cristianos, les invito a levantar el corazón a Dios Padre Todopoderoso.

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Se dice por ahí, que hay tantas verdades como mentiras, pero, de entre las primeras, solo una se impone como verdadera, se trata de la verdad oficial. En cuanto a las mentiras, son simples mentiras creadas para que sus productores tengan una ocupación y su despliegue mediático sirva de entretenimiento al respetable. No pasa nada si estas últimas son inofensivas, es decir, si siguen el juego al sistema y se mueven en el terreno del espectáculo.

Ni sindicatos, ni organizaciones patronales, ni ONG's, pagan siquiera el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), dado que los Ayuntamientos también los han declarado exentos del pago de ese impuesto. Es de resaltar que el patrimonio inmobiliario de que disfrutan estas organizaciones, situado generalmente en las mejores zonas de las grandes ciudades, les obligaría a realizar unos importantes pagos anuales que en virtud de la ley eluden por completo.

En un mundo donde la información se pasea por las redes y los aparatos móviles y el papel va desapareciendo a ritmo de vértigo en las casas y en las empresas de todo tipo, es necesario recrearse un poco en estas misivas que siguen estando presentes, con tal de reivindicar su hegemonía, para recordarnos que si antes fueron muy importantes, lo siguen siendo ahora también en pleno siglo XXI.

 
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