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Desde hace un tiempo se ha instalado en nuestra sociedad la cultura de la muerte. Esta cultura ataca a la dignidad y la vida de las personas. El aborto, la eutanasia o el mercadeo del cuerpo de las personas vulneran los principios más dignos del ser humano, y que deben ser defendidos.
Si analizan cómo está el mundo, en lo que respecta a los abortos y a la eutanasia, debemos ponernos en vigilante alerta. Porque para que “los progresistas” puedan seguir haciendo las políticas de “gastos superfluos”, lo “ideal” -según ellos- es que “no haya nacimientos” y que los pensionistas “no vivan muchos años”. Ya sabemos que para aplicar la eutanasia no será necesario estar enfermo.
Creo que se trata de una buena noticia el que decidamos decir “sí a la vida de los demás”. Empezando por el prójimo-próximo. Ese que deambula por nuestro metro cuadrado. Y continuando por aquellos a los que una sonrisa o un apoyo explícito, les permiten superar los problemas que les producen una sociedad hostil e individualista.
La eutanasia está siendo debatida en varios parlamentos. Pero el problema no está resuelto. De una parte se plantea la solución de casos de enfermedad muy dolorosa o de muerte segura, y en el fondo está la emoción que hemos tenido todos al vivir de cerca algunos casos. De otra parte tenemos la novela Amsterdam de Ian McEwan, historia de un pacto de eutanasia entre dos amigos.
Estos últimos días hemos podido leer en la prensa nacional que se ha practicado la eutanasia a un convicto español que así lo había solicitado.
El mejor regalo que he recibido es, sin duda, el de la vida. Por eso pienso que los que la truncan con el aborto son gentes sumamente repugnantes. Que los mismos que utilizaron sus cuerpos en una exaltación de su propio placer e iniciaron una nueva vida decidan eliminarla es incomprensible, pero han sido adoctrinados para ello por esta sociedad desnortada que se las da de progresista.
Execrable y perversa la sociedad la que asesina a los no nacidos y manda a la muerte a los mayores. En España se han aprobado dos leyes cada cual más más perniciosa y dañina: La ley del aborto y la de la eutanasia.
En el primer caso nos hemos igualado con los espartanos y con los romanos. Hay profundos y muy serios estudios de historiadores que mantienen que los primeros, cuando nacía un niño con alguna deformidad, no lo consideraban apto pata que siguiese viviendo y lo arrojaban desde el monte Taigeto al río Eurotas en el que perecía no sólo por la brusquedad del golpe, sino también por la hipotermia causada por sus frígidas aguas.
En este ambiente de indiferencia ante la muerte la ley de eutanasia va a pasar casi inadvertida. Los políticos la califican de avance, de progresismo, y no quieren oír hablar de la necesaria prestación sanitaria de cuidados paliativos, aunque grupos de profesionales médicos hayan mostrado su juicio desfavorable pues el médico, desde los tiempos de Hipócrates, Celso o Galeno de la antigüedad clásica hayan promovido el respeto a la vida.
La avanzadilla del DETERIORO SOCIAL, sin embargo, caminaba sin descanso hacia sus proyectos ideológicos. Inyectada en el Gobierno de la Nación, presionaba voto a voto por sacar, mediante la herramienta de una “urgencia utilitaria y sibilina” normas, leyes y modificaciones de su programa de tinte totalitario y rupturista.
De hallarnos en idéntica tesitura, no todos dispondríamos de la determinación que demostró poseer Robin Williams para poder poner fin a nuestra existencia. Me aterra pensar, no ya en los momentos de desesperación por los que se vio obligado experimentar tras recibir el mazazo por la desagradable noticia de la enfermedad neurodegenerativa que padecía, sino en los terribles instantes finales del actor con una soga alrededor de su cuello que le impedía respirar.
No, no estoy hablando de una película de James Bon, ni de nada que se le parezca; me refiero a que parece ser que, como se siga por este camino, El PSOE, PODEMOS y la caterva de partidos que participan en el Gobierno de España, aprobarán, si no hay una fuerza mayor que lo impida, lo que ellos han dado en llamar “el derecho a una muerte digna”
En nuestros sistemas, que se dicen democráticos, ambas cuestiones se deciden por el gobierno de turno que amplía o reduce nuestra libertad a su gusto. Si tiene suficientes votos para aprobar cualquier ley, ésta puede manipular nuestra libertad y lo mismo cabe decir de la justicia: justo es lo que el gobierno determine como tal, libertad es la que yo te conceda.
Durante bastantes semanas me he dedicado a escribir sobre las cosas que pasan, que no son pocas. Hoy he pensado cambiar el paso y escribir sobre lo que creo, empezando por el credo. Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Así somos tantas veces de parciales o pillos, según se vea.Para subir el salario mínimo, se compara con el que se recibe en otros países europeos, y me parece bien ese estudio comparativo, para ir mejorando según se pueda en nuestra economía.Sin embargo, llega el momento de la eutanasia y no se menciona –mejor dicho, se esconde– que sólo está aprobada en tres países europeos, los del Benelux, y con experiencias muy desagradables en algunos casos.
Finalmente se ha puesto en marcha la aceleración del tránsito a la otra vida de una forma un poco forzada. Los actuales políticos se han apresurado a estrujar sus mentes para poner en marcha la ley de eutanasia activa. En una palabra y tomándonoslo un poco a broma: la ley del “Palmolive” (derivado del verbo palmar).
-Buenas. Quiero bajar el salario mínimo.
-¿Está usted seguro?
No es lo mismo que la eutanasia. La buena muerte creo que no existe. Si se entiende por tal la plácida desaparición de una persona que deja de existir porque su situación es irreversible se puede entender. De todas formas, estoy convencido de que la muerte nunca es algo bueno y deseable en sí mismo.
El debate acerca de la eutanasia se ha reabierto en los últimos días en España. Este miércoles, Ángel Sánchez, vecino de Aravaca, decidió poner fin al sufrimiento que padecía su mujer, que arrastraba una esclerosis múltiple diagnosticada desde hace 30 años.
Parece ser que algunos partidos políticos que, curiosamente, tienen un concepto parecido sobre la metafísica negando, desde un materialismo que reduce lo que vulgarmente entendemos por vida al periplo que se produce para cualquier persona desde que nace hasta que le llega el momento de la muerte.
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