Parece ser que algunos partidos políticos que, curiosamente, tienen un concepto parecido sobre la metafísica negando, desde un materialismo que reduce lo que vulgarmente entendemos por vida al periplo que se produce para cualquier persona desde que nace hasta que le llega el momento de la muerte, en cuyo caso aquel ser se extingue sin que quede rastro alguno de él, negándose el concepto cristiano del alma y reduciéndolo todo a unos pocos años que se le conceden al ser humano ( a algunos más, a otros menos y a otros, los que tienen la desgracia de ser engendrados por madres egoístas partidarias del aborto, nada) ni tan siquiera se les concede la oportunidad de ver la luz del día, víctimas de los bisturíes de los cirujanos abortistas o de las manipulaciones de cualquiera que tenga el valor para extirpar del vientre materno un feto, perfectamente formado, de una persona a la que no se le da oportunidad alguna de poder decidir sobre la clase de existencia que quisiera llevar fuera del útero materno.
Si la cuestión del aborto, defendida por el feminismo recalcitrante, especialmente por aquel que pretende apartar la función engendradora de las mujeres, siendo una de sus cualidades más humanas y necesarias para la perpetuación de la humanidad, de lo que podría considerarse su razón de ser dentro de una concepción estrictamente posibilista del mantenimiento de la vida sobre el planeta Tierra, prescindiendo incluso de cualquier referencia a las religiones cristianas y muchas otras que vienen defendiendo la prioridad de la vida del no nacido incluso sobre la de su progenitora, cuando hay que escoger entre una de las dos; ya viene formando parte de la política de cada uno de aquellos partidos que aspiran a imponer sus ideas contrarias a la moral llamada cristiana, su particular concepto de la ética, sus ideas de carácter feministas, libertarias, igualitarias, laicas, intervencionistas, del pensamiento de las izquierdas socialistas o comunistas e, incluso, anarquistas que, todas ellas, llevan implícita la consideración de la mujer como una víctima de los hombres y de aquellos sentimientos que han estado presentes en la mayoría de las sociedades humanas durante siglos, en los que siempre se ha considerado a las mujeres como madres, por encima de cualquier otra función que les pudiera otorgar la vida.
Siempre hemos considerado una aberración de contenido criminal el hecho de que, las leyes humanas, hayan permitido que las mujeres, con más o menos regulaciones, limitaciones o impedimentos administrativos o legales, tengan sobre el fruto de su vientre, completamente ajeno a las circunstancias que han contribuido a su concepción, la potestad de decidir sobre su vida o su muerte en función de las molestias que le puedan causar, de su situación económica, de la disposición del padre a hacerse cargo del no nato o de la falta de sentimiento materno o inconsciencia, que le impidieron, en el momento del paroxismo del acto sexual, tomar las medidas oportunas para evitar el encuentro del óvulo con el espermatozoide. Resulta poco menos que ridícula esta postura feminista que habla de la propiedad de las mujeres de su propio cuerpo, cuando es evidente que, si sus antecesores hubieran tenido las mismas ideas, pocas de ellas hubieran tenido la oportunidad de decidir sobre el destino de los hijos que conciben. Y cuando las estadísticas nos hablan que, en estos momentos en España los nacimientos están a la baja, que las mujeres conciben a partir de los 40 años (edad cercana a la menopausia) y que, en la actualidad, el promedio de nacimientos en nuestra patria está sobre el 1´3 nacimientos por mujer, la cifra más baja de toda la Europa comunitaria.
Siempre nos hemos quejado de todos estos médicos, materialistas, que ignoran su juramento hipocrático, que se han convertido en carniceros dispuestos a deshacerse de todos los fetos que se pongan al alcance de sus bisturíes, sin el menor cargo de conciencia por los crímenes que, por dinero, se prestan a cometer; con la particularidad de que, en estas clínicas abortistas donde operan estos matasanos, el negocio sobre los cuerpos inanes de los fetos que asesinan, se convierten en objeto de comercio entre todos aquellos que saben que, con ellos, se pueden sacar importantes ganancias si se utilizan para obtener productos de belleza, implantes etc.
Y junto a estos, que tan pocos escrúpulos parecen tener cuando provocan abortos, tenemos a otros grupos que demandan la Eutanasia. Dejémoslo claro y no confundamos conceptos: una cosa es que a una persona a la que los conocimientos de la medicina no le conceden las más mínima posibilidad de recuperación, afectada por grandes dolores e incapaz de recuperación, la familia, previa consulta con los médicos, decidan retirarle todos aquellos artefactos o medicinas que le están alargando la vida de una forma artificial, para dejarla tranquila simplemente con la aplicación de paliativos del dolor, para que le ayuden a llegar al final sin dolores y, otra muy distinta, aquellos casos en los que el enfermo se ha convertido en un “engorro” para la familia, una “carga” que necesita de cuidados constantes, una molestia que les impide a los familiares hacer una vida normal y de la que, subconscientemente, en su fuero interno están deseando librarse de ella por haber perdido cualquier tipo de afecto que les acerque a aquella persona.
No debemos perder de vista que existen infinidad de casos en los que un viejo vive con sus familiares, apartado del resto de los miembros de la familia, debido a su enfermedad y que, en muchos casos, dispone de un patrimonio, aunque fuere modesto, que despierta la codicia de una parte de aquellas personas que sólo ven en él a alguien al que deben cuidar, que les reporta gastos y que, si se muriera, podrían heredar unos dineros que les vendrían bien. Estas personas son las que, en el caso de legalización de la eutanasia, serían los más propensos a encontrar las excusas adecuadas para buscar la colaboración de la medicina para intentar conseguir aquello que la naturaleza se negara a facilitarles. No negamos que haya casos muy particulares, excepcionales y poco comunes, en los que son los propios enfermos quienes, angustiados de vivir sin poder valerse por sí mismos, sujetos a situaciones de completa inmovilidad, aquejados de graves dolores, sin posibilidad alguna de curarse, en los que la desesperación los puede inducir a querer evitar más sufrimientos y pidan que se les facilite la muerte que les libre de semejante tortura. Para esto están los expertos y los tribunales.
Es evidente que los actuales gobernantes siguen siendo partidarios de profundizar en leyes que faciliten la Eutanasia, partiendo de la idea de que “todos tenemos que morir” y que a una persona irrecuperable se la debe ayudar a morir. El caso está en la forma o los medios a los que se debe recurrir para que aquella persona, en situación terminal, pueda morir dignamente, sin dolor, con los cuidados paliativos precisos para facilitarle el tránsito, sin colaborar para adelantarlo, pero sin alargarla innecesariamente por medio de medios artificiales que sólo ayudan a que el enfermo sobreviva, pero que la ciencia sabe que en el momento en el que al paciente se le desconecte de aquel artilugio, por si solo sería incapaz de continuar respirando. En situaciones parecidas es obvio que sin adelantar por medios externos la llegada del óbito estaría permitido no recurrir a medios mecánicos o artificiales para alargarles inútilmente el momento de morir.
El hecho indiscutible de que la humanidad está pasando por una fase de lo que se llama la filosofía relativista, en la que el egoísmo humano parece haberse apoderado de la mayor parte de la ciudadanía, donde por mucho que se vaya hablando de la solidaridad con los menos favorecidos por la fortuna, es evidente que el materialismo, el afán de riquezas, la pérdida del concepto de familia por parte de muchos jóvenes, que sólo esperan la ocasión de ganar algún dinero para emanciparse, irse de viaje y correr aventuras. El desapego, las malas compañías, las drogas, la falta de interés por el trabajo, el abandono escolar y la ley del mínimo esfuerzo, está formando parte de una juventud que se dedica a protestar, a reclamar, a alborotar y tomar las calles y a formar parte de grupos de activistas políticos que están pagados y dirigidos por aquellos partidos que están interesados en que, España, entre en un estado de crisis social y económica, donde les sea fácil cambiar las reglas del juego, para llevarnos de vuelta a aquella II República en la que la sociedad española, como empieza a suceder ahora, estaba dividida en dos bloques irreconciliables que fueron, precisamente, los que dieron lugar a que llegara un momento en el que la situación se hizo insostenible y se produjo la Guerra Civil de 1936.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la percepción de que hemos entrado en una campaña en la cual se están produciendo extrañas coaliciones, situaciones de evidente rechazo hacia ciertos procedimientos utilizados arbitrariamente por el Gobierno en funciones para hacerse la propaganda, estando en periodo de elecciones y donde, es muy posible que volvamos a una situación semejante a aquella en la que los tristes sucesos del atentado de la estación de Vallecas con sus dramáticas consecuencias, fueron utilizados por la propaganda del PSOE para cargarle la culpa de aquel atentado a los del PP en un alarde de falta de solidaridad, de mala fe, de utilizar los medios de comunicación partidariamente para cargar contra la derecha y, los resultados de aquella campaña, fueron los de que el PSOE ganara las elecciones y el señor Rodríguez Zapatero fuera el que presidiera el Gobierno hasta que, la llegada de la crisis del 2008, diera a traste con todo el castillo de promesas incumplidas por aquel gobierno y salieran a relucir las verdaderas condiciones en las que se encontraba la economía española, en vísperas de que llegara el caos de las sub-prime y sus consecuencias fatales sobre el empleo y la economía de nuestro país. Lo cierto es que, casualmente, parece que estamos expuestos a regresar a otra situación parecida a la que ya dábamos por descontado que estábamos superando.
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