No, no estoy hablando de una película de James Bon, ni de nada que se le parezca; me refiero a que parece ser que, como se siga por este camino, El PSOE, PODEMOS y la caterva de partidos que participan en el Gobierno de España, aprobarán, si no hay una fuerza mayor que lo impida, lo que ellos han dado en llamar “el derecho a una muerte digna”, cuando solo se trata de un homicidio encubierto.
A esta reprobable acción le dan el nombre de eutanasia, palabra tomada directamente del vocablo griego εὐθανασία (eutanasia), compuesta por el adverbio εὖ, que significa bien, en su sentido más amplio, y la palabra θάνατος (tanatos) con la que se designa a la muerte, por lo que con este término se quiere significar una muerte buena, también muerte digna.
El primero que proclamó los Derechos Humanos fue Jesucristo comando manifestó que todos los seres humanos somos hijos de Dios y por lo tanto iguales. También Isabel I de Castilla con las Leyes de Burgos de 1480, se puede considerar como la precursora de los Derechos Humanos.
Estamos en el Siglo XXI; la Declaración Universal de los Derechos humanos fue promulgada el 10 de diciembre de 1948, dentro de un tiempo no muy extenso se cumplirá su centenario. Haciendo un brevísimo resumen, en ellos se incluyen el derecho a la vida y a la libertad; a no estar sometido ni a esclavitud ni a torturas; a la libertad de opinión y de expresión; a la educación y al trabajo, entre otros muchos. Estos derechos pertenecen a todas las personas, sin discriminación alguna, ni diferencia de status social, religión o raza (hoy está demostrado que las razas no existen).
Creo que no hace falta mucha agudeza de mente, solo con saber leer se entiende, que el primer derecho irrenunciable e inalienables es de el de la vida. Si se suprime este ya no se puede reclamar ninguno más.
Esta falacia a la que denominan “derecho a la muerte digna” es un eufemismo con el que se trata de encubrir la eliminación de la vida de una persona.
En resumidas cuentas, aquel ser que esté en unas condiciones de total dependencia, que no pueda valerse por sí solo, o que sufra de dolores insoportables, podemos apartarlo de nuestro camino, privarlo de lo que le reste de vida y eliminarlo como una cosa inservible.
Con esta rechazable decisión nos estamos retrotrayendo a lo tiempos anteriores a nuestra era. Esto no es nuevo, ni se ha descubierto algo ignorado. Los espartanos, también conocidos como lacedemonios tenían una bárbara y cruel costumbre que aplicaban a los nacidos con algún defecto, físico o psíquico y también a los delincuentes. Desde el monte Taigeto (Ταΰγετος) los arrojaban al río Eurotas (Εὐρώτας), en el que perecían, no solo por la frialdad de sus aguas, sino también por los efectos de la caída.
Pero no tenemos que irnos tan atrás en el tiempo. En la primera mitad del siglo XX la cruel vesania de Hitler llevó a la muerte a muchos seres humanos, por el mero hecho de no pertenecer a la raza aria, según él la que debería de gobernar el mundo. Así eliminó a millones de judíos, gitanos y a todos los que consideró inferiores.
No podemos, en el siglo en el que nos encontramos, exterminar a nadie, por el mero hecho de que está enfermo, aunque sea incurable.
La medicina ha avanzado mucho desde los tiempos de Hipócrates o Galeno. Hoy la esperanza de vida ha llegado a cotas insospechadas. Esta ha aumentado el doble de tiempo entre 1910 y 2009, es decir, en un siglo. Los nacidos de hoy tendrán un promedio de vida de cien años.
Pero demos por sentado que hay enfermos para quienes sus males y sufrimientos son inaguantables. ¿Los eliminamos por eso?
Como he dicho los remedios médicos han mejorado de forma muy considerable. Existen lo que conocemos como Medicina paliativa que consiste en prevenir, aliviar y proporcionar una mejor calidad de vida a los pacientes que sufren una enfermedad grave y cuya vida se encuentra en arduo peligro. Con los cuidados que se les aplica se procura no solo mejorar y aliviar sus sufrimientos, sino también el de su familia.
¿Por qué recurrir a la eutanasia, cuando hay medios que pueden hacer que los enfermos irremisibles, puedan soportar sus padecimientos casi sin sufrimiento?
La profesión del médico es una especie de sacerdocio profesionalizado, cuya única finalidad se encuentra en el principio general de Hipócrates: “No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”.
Por eso ningún médico se debe de prestar a practicar la eutanasia, ya que su misión exclusiva es salvar vidas.
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