El mejor regalo que he recibido es, sin duda, el de la vida. Por eso pienso que los que la truncan con el aborto son gentes sumamente repugnantes. Que los mismos que utilizaron sus cuerpos en una exaltación de su propio placer e iniciaron una nueva vida decidan eliminarla es incomprensible, pero han sido adoctrinados para ello por esta sociedad desnortada que se las da de progresista. Hasta quieren que el aborto sea un derecho humano cuando realmente es un crimen inhumano. Se producen millones de abortos que claman al cielo. Los campos de exterminio judío que montaron los alemanes no llegaron, ni de lejos, al número de niños abortados aquí y ahora.
Algunos tienen la desfachatez de justificarlo con el taimado argumento de que hay que salvar el planeta de una superpoblación. Los mismo que lo del calentamiento global, son engañabobos que hay que desenmascarar por muchas agendas que promuevan.
Por otro lado, las personas que logran superar la madurez envejecen hasta edades elevadas, que consideramos símbolo del progreso, aunque ya hay quienes se han dado cuenta de que los viejos, entre los que me incluyo, somos una rémora ya que aportamos poco y consumimos demasiado y están introduciendo la eutanasia, disfrazada de muerte digna.
A mi parecer, si eliminamos a los niños por nacer y a los viejos improductivos, el planeta quedará libre para las fieras, los insectos o los cardos. ¡Una maravilla!
Hace bastantes años leí en alguna novela distópica, quizás de Huxley, que algunos viejos conseguían el elixir para seguir existiendo y crear nuevas personas en laboratorios que cumpliría exactamente la tarea que le asignaran a cambio de su diaria ración de droga, el soma, y antes de que decayeran sus fuerzas morirían sin rechistar.
Ignoro si el nuevo orden mundial (NOM) que nos anuncian es el promotor de un negro e invivible futuro en el que no nacen niños y se elimina a los viejos, pero es bueno tenerlo en cuenta y hacer algo por enderezar este entuerto de mundo que nos ha tocado vivir. Creo sobre todo que no podemos dejar morir los valores que tienen su fundamento en Dios y no en la Carta de las Naciones Unidas, la Unión Europea o la OTAN que está ahora tan de moda.
Si leemos la Biblia encontraremos que el pueblo judío cuando se alejaba de Dios sufría calamidades y deportaciones. Si nos alejamos de Dios ¿no es de esperar que suframos calamidades? ¿No es acaso una calamidad la pandemia del COVID, aunque ella esté enriqueciendo a grandes capitalistas al mismo tiempo que la economía se hunde? ¿No es también cierto que esta pandemia está sirviendo a los que nos gobiernan para distraer al personal y disponerlo a aceptar cualquier otra cosa?
Los medios de comunicación, en manos de capitalistas y gobernantes, se dedican a distraernos, a adormecernos, mientras que el mundo va a la deriva.
El mejor regalo que hemos recibido es la vida y el segundo es la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, aunque este regalo nos preocupa menos cuando debía de preocuparnos más. ¿Qué vamos a dejar a los que nos sigan? ¿Qué responderemos cuando se nos pida cuenta ante el tribunal inapelable de Dios? Nuestra mayor inconsciencia es ver como vamos llegando al final de nuestra vida y no interesarnos por lo que haya después.
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