De pequeño mis maestros, me enseñaron que la mentira era intrínsecamente mala y perversa. Mala porque ella misma es la representación del mal ya que tergiversa los hechos, los confunde y hace pasar por ciertos, sucesos y situaciones que no se corresponden con la realidad.
Es perversa pues, según nuestro DIRAE, esta palabra significa lo sumamente malo, lo que causa daño intencionadamente, y también, en su segunda acepción, que corrompe las costumbres o el orden y el estado habitual de las cosas.
En nuestra España, desde que preside su Gobierno Pedro Sánchez, se ha institucionalizado la mentira. Se ha hecho de ella una cultura.
Comenzó con la gran falsedad de su Tesis doctoral que es un fraude en sí y por sí. En sí porque es un plagio toda ella, y por sí, porque no la escribió él, sino un “negro” que a saber si llegó a cobrar por ello.
El engaño lo perpetró él, pero los miembros del tribunal que la aprobaron son tan indignos o más él y, si hubiesen tenido un adarme de dignidad, hubieran dejado sus puestos de docentes en el preciso momento en el que se descubrió el engaño. Nos mintió a todos los españoles cuando manifestó que jamás pactaría con Podemos porque, si lo hiciese, no podría dormir tranquilo, lo mismo que el noventa y cinco por ciento de nosotros.
Hoy, no solo ha pactado con el partido quitasueños, importándole un bledo si los españoles dormimos o no, sino que además lo mantiene en el Poder, al igual que a los separatistas y filo terroristas que quieren destruir España.
No solo él es falaz, sino también los componentes de su Gobierno. De tal manera que la inefable Carmen Calvo, que no acierta ni por casualidad, llegó a manifestar que el Vaticano había expresado su conformidad con el traslado de los restos de Franco. Cosa incierta que se apresuró a desmentir la Diplomacia papal.
El indescriptible Fernando Simón, licenciado en Medicina, que no Doctor, aunque la prensa vocera socialista se empeñe en repetirlo, dijo en su momento que las mascarillas no solo eran innecesarias sino que podrían resultar perjudiciales. Detrás de esa afirmación mentirosa se escondía la verdad de no había cantidad suficiente y en las que se había gastado nuestro dinero eran inútiles y no servían para nada. ¡Cuanto más digno, respetable y honroso hubiese sido confesar la verdad y recomendarnos que, ya que no había suficientes tapabocas, podríamos suplirlos con un pañuelo o cualquier otro adminículo que sirviese como tal! Pero no, se empecinaron en la mentira.
Otra falacia es la que han venido manteniendo con la existencia del Comité de expertos que dictaban las normas por las cuales deberíamos de conducirnos los ciudadanos para evitar el mal.
Sanidad ha reconocido que no ha habido dicho Comité de expertos en ningún momento, y este Ministerio ha negado que existiese este, cuando el Portal de Transparencia preguntó a Fernando Simón los nombres de quienes lo componían. En verdad, desde que se constituyó el Gobierno presido por Pedro Sánchez, vamos de mentira en mentira.
Enumerarlas todas requeriría más de un libro, pero lo malo no es que nos mientan, ya estamos acostumbrados a ello, lo pérfido es que reconocen que lo han hecho y no se les cae la cara de vergüenza y ninguno de ellos, desde el Presidente hasta el último de sus comparsas, se sonroja por ello ni tiene la mínima dignidad para dimitir.
En cualquier país democrático, desde el Presidente, hasta el último de sus ministros hubiese dimitido, por poca dignidad que tuviesen Pero lo indignante no es que ellos mientan, lo llevan en la masa de la sangre (hoy día se dice ADN), lo que nos lleva a la indignación es que los ciudadanos, cual corderos que conducen al matadero, no reaccionen, lo denuncien y lo rechacen. Si creemos en las encuestas, nos darán la razón.
¿Qué ocurre con los indómitos íberos? ¿Se han vuelto dóciles y aceptan el látigo que los castiga como si fuese una plaga divina?
No hay explicación a la falta de reacción. Posiblemente sea que, como estamos acostumbrados a que Pedro Sánchez y sus adláteres nos mientan, estamos inmunizados y no nos rebelamos contra tanta mentira.
Como hemos dicho más arriba, la mentira se ha asentado en España como una cultura.
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