La instrumentación de la llamada “nueva normalidad” provocada por la contingencia sanitaria del Covid-19, lleva aparejada una fuerte carga ideológica que desnuda de cuerpo entero la forma de cómo el sistema, a través de los gobernantes, menosprecia a las artes y al ejercicio social del arte.
Veo lo anterior en diversas partes del mundo, México no es la excepción, se autorizó, con ciertas restricciones, la apertura de iglesias y templos religiosos, así como la liga profesional de futbol, antes que la operación de teatros, galerías de arte, foros artísticos, etc...
Entiendo que para las personas creyentes y practicantes de algún culto religioso, es muy importante ejercer colectivamente su fe, me queda claro que desde esa posición se trata de una cuestión de salud mental que previene adicciones, violencia y hasta suicidios.
Por otra parte, también es evidente que el fútbol profesional es un mero espectáculo que en la primera etapa de reactivación se realiza a puerta cerrada y en ese tenor se le autoriza por ser una diversión para millones. En síntesis, comprendo que los reuniones religiosas y el fútbol se autorizan con aforos restringidos por sus características de distensión social, entonces, ¿por qué no se hace lo mismo con ciertos eventos y espacios artísticos?, los cuales, lamentablemente, -pero favorablemente por la contingencia que vivimos-, no aglutinan las grandes masas, pero sí permiten ejercer nuestra naturaleza social e individual que nos aleja de la feroz bestialidad. Indudablemente las artes nos hacen más humanos, nos anclan a aquel andamiaje que hemos desarrollado durante miles de años a lo mejor de nuestras civilizaciones.
Por el arte podemos distinguir el bien del mal y elegir el camino de la no violencia, porque entendemos que la paz edifica y ennoblece.
Para que lo veamos de otra manera, la labor de un artista está al nivel de un profesor, y a veces, al ras de un profesional de la salud.
En países como México, miles, quizá millones sobreviven de lo que se recaba en pequeñas exposiciones, puestas en escena, encuentros artísticos, etc..., muchos tienen su fuente laboral cerrada desde hace cinco meses, sin apoyo económico de ningún tipo, menos gubernamental.
Los artistas independientes –puntualizo el calificativo para diferenciarlos de los burócratas- están sufriendo un viacrucis inimaginable, de proporciones muy similares a las que se viven en las guerras y las catástrofes naturales que arrasan con todo.
El sector artístico independiente está sufriendo silenciosamente un durísimo revés que hará desaparecer proyectos y espacios auto gestivos, que en realidad son o eran pequeños nodos que contribuyen a la contención de la violencia y a la educación permanente de la sociedad.
Es lamentable que se prioricen otros sectores de la actividad social, como los citados al inicio, y se dejen hasta el final a las artes y a los artistas, aún más cuando estas decisiones provienen de gobiernos de orientación supuestamente progresista.
Por favor, entiendan: el ejercicio social de las artes es esencial.
Nos vemos la próxima semana, hasta entonces.
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