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Sufrir un ataque de ira no siempre está mal visto

Incluso se asocia con buena salud
Redacción
viernes, 9 de enero de 2015, 08:38 h (CET)
Generalmente se recomienda contener la ira y los enfados por los efectos nocivos que puede tener para la salud pero, según han observado ahora investigadores estadounidenses y japoneses, este sentimiento también puede estar relacionado con una mejor salud en determinadas culturas.

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El trabajo, publicado en la revista 'Psychological Science', de la Asociación para la Ciencia Psicológica, parte de la base de que en realidad son las circunstancias que provocan la ira, más que la ira en sí, las que parecen ser malas para la salud.

"Muchos de nosotros en las sociedades occidentales creemos ingenuamente que el enfado es malo para la salud, pero nuestro estudio sugiere que los puntos en común solo están dentro de la frontera cultural del 'occidente', donde la ira se tiene en cuenta como un índice de frustración, pobreza, bajo estatus y todo lo que potencialmente pone en peligro la salud", ha asegurado Shinobu Kitayama, autor del estudio que trabaja en la Universidad de Michigan (Estados Unidos).

De hecho, trabajos previos de Kitayama y su equipo ya han apuntado que la ira funciona como una señal de elevado estatus y privilegio en Asia y, a partir de ahí, establecieron la hipótesis de que una mayor expresión de este sentimiento puede asociarse con una mejor salud entre los asiáticos.

Prueba de ello, según relata este experto, sería el incidente que protagonizó recientemente en un vuelo de Korean A ir la exvicepresidenta de la aerolínea e hija del presidente, Heather Cho, que montó en cólera cuando el asistente de vuelo le ofreció indebidamente una bolsa de nueces de macadamia. En un ataque de ira, ordenó al piloto dar media vuelta para que el auxiliar fuera despedido.

Esta expresión de ira, que puede parecer desproporcionada en relación con la situación, es una muestra típica de privilegio y poder, dice Kitayama, y por tanto podría estar vinculada con una mejor salud.

Para seguir indagando esta relación, los investigadores examinaron los datos de ciudadanos estadounidenses y japoneses de mediana edad participantes en sendas encuestas de salud y calidad de vida en las que se analizaban biomarcadores de inflamación y el funcionamiento cardiovascular, que han sido relacionados con la ira en trabajos previos y cuya combinación sirvió para medir su salud biológica.

Además, ambos factores se complementaron con la medición de otros aspectos como la frecuencia con que los participantes decían enfadarse y expresarlo a través de comportamientos agresivos, tanto verbales como físicos. De este modo, los datos revelaron que la mayor expresión de la ira se asoció con un mayor riesgo para la salud biológica entre los participantes de Estados Unidos.

Sin embargo, en los participantes japoneses la ira se asoció a una reducción del riesgo para la salud biológica, una relación que no se explica por otros factores potencialmente relacionados como la edad, el género, la presencia de una enfermedad crónica, el tabaquismo y el consumo de alcohol, la condición social y la experiencia de emociones negativas en términos más generales.

Los investigadores no encontraron un vínculo entre otras facetas de la ira, como la propensión crónica hacia la ira o el grado en el que los participantes suprimen estos sentimientos, con los resultados de salud, lo que sugiere que podría tener diferentes consecuencias en función del contexto cultural.

De este modo, concretan los autores, mientras en Estados Unidos la manifestación de ira puede vincularse con situaciones negativas, en Japón parece reflejar un golpe de autoridad o en qué medida una persona se siente autoriz ada para expresar su malestar.

"La expresión de la ira es un fenómeno complejo, probablemente motivado por una variedad de factores, muchos de los cuales podrían ser específicos de la cultura. Estos factores culturales se deben tener en cuenta para lograr una plena comprensión de la relación entre la ira y la salud", escriben los investigadores.

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