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El final del tiempo

La tierra que ha sido creada por Dios, maldecida por culpa del pecado de Adán, espera ser liberada de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios
Octavi Pereña
lunes, 31 de agosto de 2020, 10:14 h (CET)

“Y se le acercaron (a Jesús) los fariseos y saduceos para tentarle y le pidieron que les mostrase una señal del cielo”. Conociendo Jesús la trampa que le tendían sus enemigos les respondió con un refrán popular fruto de la atenta observación de los payeses de los cambios atmosféricos. En aquella época no existían los servicios meteorológicos modernos que predicen el tiempo con bastante exactitud. En aquella lejana época como entre nosotros hace unas décadas, los campesinos observaban el aspecto del cielo para predecir el tiempo que haría.

Los fariseos y los saduceos perseguían que Jesús cometiese algún error para descalificarlo ante las multitudes que le seguían. A la petición que le hacen sus enemigos de que les diese una señal que acreditase que era un enviado de Dios, les responde con un dicho fruto de la sabiduría popular: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo, porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad, porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas!, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, mas las señales de los tiempos, no podéis” (Mateo 16: 1-3).

Jesús que quiere que sus enemigos se arrepientan de sus pecado desea llevarlos de las señales del cielo que pronostican el tiempo que hará a que hagan una mirada introspectiva para que se den cuenta de su verdadera catadura moral. Refiriéndose a la petición que la hacen los fariseos y los saduceos de que les muestre una señal que no es uno, sino el Enviado de Dios, les dice: “La generación mala y adúltera demanda señal, pero no le será dada, sino la señal del profeta Jonás” (v. 4). Con estas palabras Jesús toca la sensibilidad de los dirigentes religiosos ultra ortodoxos ya que al citar al profeta Jonás hace vibrar su nacionalismo ultra.

Dios envía a Jonás a predicar a los ninivitas un mensaje de arrepentimiento. Se resiste a obedecer el mandato de Dios porque sabía que tenía el propósito de hacer bien a aquellos gentiles que según él y los judíos ultra ortodoxos, no se lo merecían. Desafiando a Dios, en vez de dirigirse a Nínive para cumplir la orden recibida, se embarca en un navío con destino a Tarsis. Es decir, alejarse de Nínive lo más posible.

La historia de Jonás es una de las más conocidas de la Biblia porque relata la historia del profeta que se lo engulló una ballena y estuvo tres días y tres noches en su panza. Jesús al citar a Jonás además de confirmar su historicidad del profeta confirma su condición de ser el Mesías que Israel esperaba. “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres día y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12: 40). Jesús recuerda a los dirigentes religiosos que Jonás en un tipo del Mesías que tenía que morir y ser resucitado para salvación del pueblo de Dios que no estaba limitado al pueblo judío. Al enviar a Jonás a Nínive a predicar el arrepentimiento está diciendo a los judíos que el pueblo de Dios abraza también a los gentiles. Un cogotazo al orgullo judío al decirles que los gentiles también tienen acceso a la salvación. Desgraciadamente el orgullo nacionalista de los judíos no les permitió ver en Jonás el universalismo de la misericordia de Dios. Al confabularse los dirigentes religiosos judíos para matar a Jesús hizo que se cumpliesen las Escrituras que anunciaban que como Cordero de Dios tenía que morir para perdón de los pecados.

Encontrándose Jesús con sus discípulos sentado en el monte de los Olivos desde donde se divisaba el majestuoso templo en Jerusalén. Sus discípulos le pidieron más detalles de su destrucción “y qué señal habrá de tu venida, y del fin del tiempo” (Mateo 24: 3). La destrucción del templo ocurrió en el año 70 de nuestra Era. Del final del tiempo desconocemos la fecha en que va a suceder. Para enseñar a sus discípulos que el clímax sucederá, Jesús aporta señales en el horizonte que dejan entrever su próximo cumplimiento. La parábola de las diez vírgenes, entre otras, nos alertan a. “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre va a venir” (Mateo 25: 13),

Las señales que anuncian que el fin del mundo y la venida gloriosa de Jesús pueden producirse en cualquier momento, el Señor las destaca: Aparición de falsos cristos y profetas, guerras y rumores de guerras, hambrunas, pestilencias, terremotos y cataclismos, persecución de cristianos, incremento de la iniquidad, expansión del Evangelio (Mateo 24. 4-45). Jesús con el fin de que los suyos no se desesperen ante lo que pueden considerar tardanza en venir, lo ilustra con una parábola: “Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando brotan, viéndolo sabéis por vosotros mismos que el verano ya está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21: 29-31).

No me dirá el lector que las señales que dice Jesús indican que se acerca el final del tiempo y su venida gloriosa para instaurar el Reino de Dios no son visibles en nuestros días. Con los judíos sabemos discernir las señales en el cielo que indican que el tiempo va a cambiar. A la vez somos ciegos para no ver las señales del tiempo que nos alertan que el The End está listo para aparecer en la pantalla. El creyente en Cristo pasa por las mismas tribulaciones que el resto de los mortales, pero las afronta con la plena confianza de que Jesús le está preparando una morada en el cielo en donde pasar la eternidad.

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