Una cabecera de prensa resume la situación política actual. “Sánchez llama a la “unidad” y a eliminar el partidismo en la lucha contra el coronavirus” el presidente Sánchez no explica cómo llevará la fragmentación política a la “unidad” para afrontar juntos la montaña de problemas que afectan a la sociedad actual además del coronavirus. Es una situación que sobrepasa la capacidad humana para resolverla.
Claire Marin, filósofa ve con más claridad que los políticos el problema cuando dice al periodista que la entrevista: “No hemos tomado conciencia de lo que es el cuerpo social, eso es un paradigma que hemos perdido. Creo que es algo ligado a la lógica individualista del capitalismo. No quiero caer en las caricaturas, pero hemos tenido esa especie de elogio del individuo que decide por sí mismo y que finalmente tiene poca conciencia de las implicaciones de sus acciones o de coste humano. Salvo en el deporte no se habla ya de lo colectivo, no es una prioridad”.
La “unidad” que pide el presidente Sánchez a los partidos es una quimera si no se empieza por la humildad. No se avanzará en alcanzar el objetivo mientras sigan arrogantes y orgullosos. Por muchas llamadas que se hagan a la “unidad” para ir juntos a combatir el monstruo en que se ha convertido el caos social del que somos conscientes, si no aparece la humildad en las relaciones entre políticos y en la sociedad en general, la situación es semejante a aquel ejercicio de fuerza en que dos personas se agarran a los extremos de una cuerda con el objetivo de arrastrar al contrario a que cruce la línea divisoria que los separa.
El problema de la “unidad” que plantea el presidente Sánchez y también los empresarios para superar la crisis económica es de índole espiritual y es en este campo en donde se debe ir a buscar la solución. En la iglesia que se encontraba en Corinto se planteó un problema de liderazgo. El apóstol Pablo escribiendo a la comunidad, les dice: “Os ruego, pues, hermanos, por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer” (1 Corintios 1: 10), ¿Por qué les hace esta exhortación? Porque en Cristo, sin perder su individualidad forman parte del cuerpo místico de Jesús, alcanzando la unidad en la diversidad: “Y yo (Jesús) ya no estoy en el mundo, mas estos (los discípulos) están en el mundo, y yo voy a ti Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu Nombre, para que sean uno, así como nosotros…Para que todos sean uno, como tú o Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno, con nosotros para que el mundo crea que me enviaste” (Juan 17. 11,21). El salmista exclama: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en harmonía” (Salmo 133: 1). La buena política y la economía equitativa no pueden separase de la verdadera espiritualidad. El apóstol Pablo corrige a los hermanos que están en Corinto con estas palabras. “Porque aun sois carnales (os comportáis como no convertidos a Cristo), pues habiendo entre vosotros celos, contiendas, y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres”? (no convertidos a Cristo) (1 Corintios 3: 3). Es el comportamiento carnal lo que nos lleva al caos en que nos encontramos. ¿No pone de manifiesto la carnalidad de las personas su manera de comportarse aun cuando pretendan esconderla bajo una capa de barniz religioso?
¿Cómo describe Pablo la unidad que debe darse entre los hombres? Lo hace con la analogía del cuerpo humano, en estos términos: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Corintios 12: 12). El cuerpo místico de Cristo tiene muchos miembros (v. 14) que se necesitan mutuamente (vv. 14-23). La relación existente entre los miembros del cuerpo el apóstol Pablo la resume con estas palabras: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honor, todos los miembros con él se gozan” (v.26).
Si los cristianos regenerados, justificados por la fe en Jesús, transformados en árboles buenos, perdonados todos sus pecados sin dejar ni uno que no haya pasado por la lavadora que es la sangre de Jesús, necesitan que el apóstol les recuerde cómo deben comportarse como miembros del cuerpo místico de Jesús. Siendo así, ¿no deberían abandonar la utopía que los miembros de una sociedad incrédula pueda alcanzar la unidad que solamente poseen los creyentes en Cristo? Si no poseen el Espíritu Santo que corrige a los creyentes en Cristo, ¿quién les va dar a entender que su comportamiento es incorrecto y que necesitan arrepentirse? No existe comparación entre la iglesia, el cuerpo místico de Jesús y la sociedad civil que se caracteriza por la incredulidad. Jesús describe las característica de esta sociedad civil: “Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7: 21-23). Dado que los políticos y la sociedad en general reflejan este comportamiento que denuncia Jesús, casi sin limitaciones, ¿alguien puede creer que los políticos van a ir unidos a resolver la grave situación social que roba el bienestar a la ciudadanía?
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