Una vez, como debe ser, los primeros protagonistas de esta complicada historia la protagonizan de nuevo Perry Masó y su imprescindible secretaria Della Street. El asunto surge cuando intercalan criterios de conversación como descanso y respiro tras el caso anterior resuelto, cuando un posible nuevo cliente llama al despacho para hablar personalmente con Perry Masón. El personaje se llama Brumhold misterioso y a la vez curiosa criatura, mostrando un ojo de cristal cuyo original le han robado por lo que presagia el serio problema que puede provocar en el momento menos esperado un caso de asesinato del que pueden considerarlo culpable.
Pero todo es salir del despacho de nuestro Perry Mason con sus ojo de cristal, cuando se presenta otra visita que parece independiente de la anterior, aunque despierta cierta suspicacia esta nueva protagonista, Bertha Maclane y su hermano menor con un asunto de dinero. Al parecer su hermanito ha falseado albanes de la empresa donde está colocado y se ha jugado el dinero en apuestas e inversiones sin suerte. La verdad es que en toda novela policiaca al principio aparezca el cadáver. Sin embargo en esta historia no es así. Pero se advierte que de aseguro tendremos más de uno.
De manera que dicha situación inicia su andadura tensa cuando aparece un primer cadáver y la capacidad profesional de Mason se sitúa como el de un equilibrista sobre el alambre a diez metros de altura la pista del gran circo de lo humano. Sin embargo no tarda mucho la aparición, de forma extraña y confusa del primer cadáver. Más adelante aparecerían dos más. Aquí se van descorriendo las cortinas del laberinto en las tinieblas. Los personajes todos muy variados, algunos de ellos extraños, van apareciendo. Todo través de un ojo de cristal bien pulido por la sensibilidad del buen artesano apasionado de un oficio tan atrayente se sentirá a gusto Erle Stanley Gardner experto y adicto a estos casos misteriosos lejos de la rutina y el aburrimiento que ofrece un ojo de cristal.
El primer cadáver es el cuerpo del acaudalado hombre de negocios Hartley Basset es hallado sin vida, con una nota sobre su suicidio escrita a máquina y tres armas de fuego que aparecen cerca del cadáver. Naturalmente para nuestro perspicaz Perry Mason el suicidio así de simple su astucia no termina de convergerle y piensa qué papel juega la mujer de Basset con problemas de todo tipo: que pretendía abandonarlo junto con el hijastro que lo odiaba. Un estafador no podía devolverle el dinero prestado, sin olvidar al hombre con un ojo de cristal que había contratado a Mason y cuyo ojo perdido apareció en la mano de la víctima.
Sospechas y demasiadas mentiras. que Mason junto con su ingeniosa secretaria, Della Street, y el inteligente detective Paul Drake, irán uniendo los muchos episodios esparcidos en este fatal rompecabezas familiar en una primara parte de la historia, que los llevará ante los tribunales. Frente a un juez parsimonioso pero astuto, un enérgico y acusador fiscal frente a nuestro Perry Masón. Todo un pulso de primer orden
El posible lector se encontrará como espectador ante el escenario público que el tribunal debe resolver como obligan las leyes establecidas. Magistral la escena, tensa y desafiadora en la búsqueda de la razón y la claridad intachable de espaldas a los sucios apaños que tantas veces se repiten en las leyes los que tienen el poder social y político. La riqueza de los diálogos enfrentados entre fiscal acusador y abogado defensor resultan ser emocional e inquietante, que como lector me lleva a recordar actores magistrales como James Stewart y Gregory Peck interpretando los papeles de abogados defensores.
El lector se encuentra ante una obra recuperada por Espasa Libro que considero diana de acierto su edición. Sea mi deseo que la editorial continúe editando otros títulos del famoso protagonista Perry Mason personaje de la posteridad literaria de la novela negra Erle Stanley Gardner. Para los buenos lectores de la palabra bien escrita, esta historia les puede sacar por un tiempo a salir de esta epidemia que nos tiene enclaustrado padeciendo el bostezo de la mediocridad ambiental tan perniciosa como la de la salud mental.
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