¡Cuanta razón tenía! Lo que no sabía que esto iba a suceder realmente a finales de este desafortunado año 2020. Y curiosamente no ha sido producido por la desgraciada gestión de los políticos de turno. Como siempre ha sido por el sentido común innato de los seres humanos.
La dejadez y los malos consejos nos estaban incitando a desprendernos de los valores que nos hacen diferenciarnos de los seres irracionales: la capacidad (y la necesidad) de amar y de sentir el contacto con los demás. Añoramos la posibilidad de reunirnos con la familia y de abrazarnos. De compartir el pan y la sal, las alegrías y las tristezas. La pandemia nos ha hecho ser humildes y valorar más lo sencillo que aquello que se nos impone desde los modos y las modas. Puedo poner como ejemplo la presencia en un programa de televisión de uno de esos chefs importantes, que parece que dominan el mundo desde sus fogones, al que valoraban, no las estrellas Michelin, sino los miles de comidas que había suministrado durante el confinamiento.
Las circunstancias han hecho cambiar nuestros comportamientos. Valoramos mucho más la institución familiar, la amistad y el servicio a los demás. Por ejemplo: El Banco de Alimentos de Málaga (Bancosol) ha superado con creces sus expectativas de la gran de recogida de este año. Han pasado del millón de euros. Ojala nos dure y no volvamos a las andadas, cuando la oportunidad de elegir nos envié de nuevo al egoísmo y la incomprensión.
Mi buena noticia de hoy tiene mucho que ver con lo anterior. Me la envía mi buen amigo y periodista Luís Santiago, mi proveedor oficial de recomendaciones y buenas noticias. Se trata de una noticia publicada en la sección “Con otras gafas” del teléfono de la Esperanza. Este es su contenido: Ancianos de 13 pueblos reciben comida los 365 días del año gracias a Cáritas. Sigue diciendo la noticia: Son pueblos de la España vaciada, no en la periferia, sino dentro de la comunidad autonómica de Madrid, en la comarca de La Vega. Son 110 ancianos que son ayudados por los miembros de Cáritas de Brea del Tajo.
Estos esforzados voluntarios no han necesitado la pandemia para descubrir las necesidades de algunos mayores. La buena noticia es que son así siempre. Que Dios les bendiga.
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