Cada momento tiene su enjundia, sucede con el mundo, el Cosmos; como en cualquier individuo ceñido al transcurso del tiempo, a sus circunstancias biológicas, incluidas las psicológicas. Nada está parado aunque pudiera parecerlo, cada célula activa sus enlaces. El sujeto pensante amplía estas influencias. Pequeñas alteraciones influyen en los entornos, quién sabe hasta dónde alcanzan. Estos mecanismos son DECISIVOS en los fenómenos habituales, pero también en los imprevistos.
Estamos involucrados en el dinamismo de las conexiones, conscientes o no, con afanes de participación o con ese pretendido alejamiento que nunca consigue ponernos al margen de la trama.
Esas conexiones activadas en todos los sectores, les confiere una complejidad para la cual no damos abasto; hemos de conformarnos con el reducido campo de la percepción. La deducción es un tanto frustrante en cuanto a los intentos de una comprensión global, auténtica utopía. Esa evidente limitante no debe confundirnos; pese a ella, enlaza con el resto de diferentes maneras, incluida la pasividad, es una de las maneras. Son decisivas hasta las breves INSTANTÁNEAS, de alguna forma condicionan el flujo de los fenómenos. De donde sale una cierta conclusión, la implicación no es un acto voluntario, en todo caso lo será la calidad participativa introducida por cada uno.
Contra la avalancha de sabelotodos circundante, la resolución de los problemas es comedida; ya se delimita bien la distancia de lo que somos al resto. Esa lejanía nos provoca una confusión habitual, la de pensar únicamente en el presente, también extenso, también complejo. Cuando solventamos algunos problemas momentáneos, la insuficiencia es manifiesta para el logro del acomodo existencial. Los ENIGMAS CRECEN en vez de su desaparición progresiva. Nos vemos obligados a tenerlos en cuenta para la buena calibración de los pensamientos, intenciones, así como de las actuaciones proyectadas a la hora de relacionarnos con el entorno material y humano que nos corresponde.
Eso de las cuitas nunca vienen solas nos introduce en la penosa acumulación de entuertos; nos acechan con variados matices, hasta poner en cuestión la magia de la felicidad. En el espacio cercano y en el tiempo, nos caen chuzos en vertical y de costado, en los instantes más inesperados. Por ello podemos argüir el carácter beneficioso de cualquier recurso ante la serie de tropiezos.
Podremos decirlo también así:
TOCADOS E ILUSIONADOS Tocados Por infinitos alambres, Nos creemos conocedores De serias motivaciones.
Salimos de casa, Entramos en ella, Con ideas vanas De gente encerrada.
Cercados Por voces intolerantes, Con enormes confusiones De disfraces y mentiras.
Las infancia pujante Sus lazos extiende, Por dentro rebulle El fondo rebelde.
Ilusionados Por renovados sentires, Lanzamos las expresiones En vitales actuaciones
Divagamos en el tratamiento de los orígenes ancestrales, y no digamos en torno al destino final. No logramos fijar estas ideas tan cargadas del misterio envolvente, nunca escritas en ninguna parte. Es más, también nosotros formamos parte de ese desconocimiento radical de lo que representamos.
Quedamos al descubierto en la realidad con un indudable poder decisorio, mediatizado por las limitaciones, pero real a todas luces. En esa tesitura, el SENTIDO de la labor individual está por configurar. Serán las actuaciones emprendidas quienes lo delimiten, decidirán las influencias aportadas en determinadas direcciones. Por lo tanto, es un valor insustituible ligado a cada persona.
La confrontación de diversas decisiones provoca inhibiciones o exaltaciones en el devenir del proceso vital. En mayor o menor grado, modifican los procesos cercanos, sin dejar de afectar a los distantes, como ocurre con el denominado efecto mariposa. La confluencia de participantes en la comunidad global refrenda la consideración decisiva de las intervenciones, por cuanto REPERCUTEN en el conjunto. El desconocimiento de los mecanismos en su totalidad no sirve para eludir la responsabilidad a la hora de tomar una decisión. A través de la actitud adoptada perfilamos el sentido de nuestra presencia en particular, siendo inesquivables las implicaciones correspondientes.
Estamos asentados en el dinamismo de un fenómeno tridimensional cuanto menos; entre el fondo desconocido constituyente, los individuos pensantes y el complejo social circundante. Los flujos interactivos corren por direcciones inverosímiles, con innumerables incidencias aplicadas a las realidades, en el momento adecuado. Esa PEQUEÑEZ del individuo y del instante nos define mientras nos mantiene adheridos al proceso. La participación en este engranaje no permite imposiciones caprichosas de sus integrantes, no tienen esa capacidad. Quienes se extralimitan en esos intentos dominadores contribuyen a su propia enajenación, pendientes del desarrollo de los aconteceres.
Las evaluaciones serán ineludibles; aunque eso sí, centrados en la parte accesible que nos toca. No podemos detenernos en un estado contemplativo, estamos en continua actuación; en el juego fascinante de la razón y el sentir, en su reto permanente. Qué vamos a decir después de todo esto, no disponemos de alternativas eficaces; sin más, hoy es el instante, el día, la HORA DECISIVA para plantarnos en la existencia con dignidad, estamos dentro de ese momento crucial. Si no lo aprovechamos, a continuación seguiremos habitando en horas cruciales, pero el tiempo perdido ya no regresa. No cabe duda, la dignidad es exigente, requiere de la presencia activa.
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