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El estrés por el Covid19 amenaza con brotes de violencia

En los Países Bajos ya han tenido lugar los primeros enfrentamientos entre ciudadanos y policía a causa del confinamiento y la limitación de movilidad
Miguel Massanet
jueves, 28 de enero de 2021, 11:35 h (CET)

Cuando un Gobierno usa demasiado de la mentira, el engaño, la manipulación y la buena fe de los ciudadanos lo que puede suceder, tarde o temprano, sea que los trucos dilatorios, sus intentos de esquivar sus responsabilidades o los resultados de sus engaños lleguen a crear en el pueblo un sentimiento de desconfianza, una sensación de desamparo amén de- un creciente enfado que, si la situación se prolonga demasiado, si las promesas fallidas adquieren continuidad y las circunstancias que rodean al ciudadano, en lugar de mejorar se van prolongando en el tiempo sin que se atisbe una luz de esperanza en el horizonte para que mejoren; lo que es probable que lo que suceda sea que, la paciencia de quienes estén sometidos a la presión de los acontecimientos, de quienes sufran más directamente las consecuencias de las crisis o de quienes se vean abocados al desempleo, la miseria o la enfermedad, según los casos; se convierta en ira y reaccionen de una manera imprevista, liberen su descontento de forma incontrolada y descarguen su estrés y su rechazo mediante brotes violentos que, en una situación normal, nunca se hubieran atrevido a manifestar.

Vamos por un año desde que los primeros indicios de la existencia del coronavirus se manifestaron en Europa, y también de que la OMS advirtiera a todos los países para que tomaran precauciones ante la posibilidad de que los europeos fueran las próximas víctimas del virus. Empezó con gran virulencia en Italia y la laxitud con la que las autoridades españolas decidieron menospreciar el peligro de que nuestra nación también cayera en la pandemia, unida a que los interés políticos del gobierno de Sánchez se impusieran a la lógica necesidad de tomar las medidas prudentes para enfrentarnos al contagio ( la autorización de la manifestación feminista del 8 de marzo, el viaje de unos valencianos a presenciar, en plena pandemia, un partido de fútbol en Italia y otros fallos, como la falta de tomar medidas imprescindibles de prevención: comprando mascarillas, vigilando los aeropuertos o dotando a los sanitarios de las necesarios utillajes para protegerse y evitar que fueran de los primeros en sufrir los efectos del contagio) junto a un intento verdaderamente inmoral de esconder la realidad a los ciudadanos españoles, precisamente por parte de una persona, el señor Fernando Simón, que por ser un científico debió de actuar con más prudencia y evitar confundir a los españoles y, todo ello, evidentemente presionado desde la Moncloa. Curiosamente y para vergüenza de nuestros gobernantes, este señor sigue al mando de la lucha contra la pandemia y, lo que todavía es peor, que sigue intentando dulcificar una situación que se está revelando como insostenible, con un virus que ha mutado y se ha convertido en la pesadilla mayor que hoy en día sigue azotando, sin tregua, al pueblo español.

No se puede culpar a los españoles de no haber mantenido una actitud, sino de una plena concienciación respecto a la peligrosidad de la enfermedad del Covid19 (algunos, especialmente gente joven, no se tomaron en serio el hacer caso de las medidas preventivas que se estaban arbitrando desde las autoridades sanitarias; otros se creyeron que se exageraban los efectos letales de la dolencia y, otro sector, se confundió en cuanto a lo que era razonable hacer en el caso de una pandemia tan mortal y se relajaron pensando que sería como una gripe más.

Pero la mayoría de la población española siguió al pie de la letra las consignas que se daban diariamente por la TV, desde el gabinete de supuestos técnicos (nunca existió de verdad) que era el que, según los representantes del Gobierno, establecía las reglas que se debían seguir en orden a combatir la epidemia. Lo malo es que cada día se producían, y se producen, improvisaciones absurdas; cambios de orientación; decisiones contradictorias mezcladas con claros intentos de sacar provecho político, achacando mala praxis a las autonomías no gobernadas por los que apoyan al Gobierno, en lo que se podría calificar como una maldad inconcebible en unos momentos en que la unidad, la colaboración, el luchar juntos y el facilitar el que las mejores ideas, procedan de donde procedan, se tuvieran en cuenta en bien de la lucha sin fisuras contra la pandemia, era y sigue siendo de absoluta necesidad.

Aquí el señor Iglesias y sus colaboradores han dejado patente, no sólo su cerrilismo comunista, su incorregible sectarismo y su deslealtad hacia los españoles que los votaron, poniendo en evidencia que su estancia en el gobierno de la nación, aparte de demostrar lo poco que valen las promesas de Sánchez, incapaz de decir una palabra sin mentir, ha sido completamente irrelevante en cuanto a logros conseguidos y que, su pretendida capacidad para ocupar un cargo público, su preparación intelectual para actuar correctamente como un miembro del gobierno y su fidelidad al pueblo español por encima de sus intereses partidistas, han sido un gran bluff, una tomadura de pelo y un engaño colectivo, porque se ha demostrado que para lo único que sirve este señor es para actividades de tipo desestabilizador, como activista callejero, como timador de paletos al estilo de los oradores, speaker’ corner, que actúan en el parque londinense de Hyde Park, y que ha venido actuando como un verdadero corsario, al servicio del señor Maduro, para llevar a España a un tipo de dictadura, como la que ha conseguido implantar en su nación, Venezuela, este camionero desvergonzado que ejerce de matón porque el resto de naciones, de una forma vergonzante, no se han atrevido a acabar con él.

Pero en las calles de nuestro país, aparte de haberse convertido en tristes y poco concurridas debido a los efecto del virus, se advierte que las gentes, los que circulan por ellas, quienes por razones de trabajo o por otro tipo de necesidades de tipo personal tienen que salir de sus casas o de sus centros de trabajo, forman una masa de inidentificables personajes, a modo de beduinos del asfalto con sus rostros enmascarados, que bajo su aspecto uniforme, esconden el cansancio, la desesperanza, el hastío, la irritación y el desapego hacia unos gobernantes y personajes públicos que, aparte de utilizar la pandemia para sus fines políticos y su permanencia en el poder, demuestran su incapacidad para lo que no sea enfrentarse mutuamente, para manipular al electorado, para busca sacar provecho de cada oportunidad que se les presenta aunque, con ello, descuiden dedicarse a lo que en la actualidad es el mayor problema que tenemos los españoles, acabar con el Covid 19 y afrontar la crisis que se va acercando, cada día con mayor intensidad, mientras aquí estamos en babia.

Y vean lo que les preocupa a estos señores a los que nos venimos refiriendo. En primer lugar apartar vacunas (de estas que no llegan en suficiente número a pesar de que nos dijeron que en junio toda la población española estaría vacunada) para vacunar a quienes nos gobiernan y a las autoridades del país. Suponemos que este privilegio lo tendrán para que así tengan mayores oportunidades de concluir su labor de llevarnos hacia el comunismo. No comprendemos porque su vida vaya a tener más valor que la de cualquier ciudadano de a pie, al que se le dejará de poner la vacuna para que se la ponga, por ejemplo, el señor Pablo Iglesias). En Cataluña, señores, se ha impuesto la política y el interés de los partidos a lo razonable que sería que dejáramos las elecciones para otros momentos de más tranquilidad y nos preocupáramos, primordialmente, a salvar lo que queda del país. Pero observen y juzguen por sí mismos: por causa del coronavirus se restringen las reuniones de más de seis personas, sólo se admite el 30% de aforo en las iglesias; se limita la movilidad entre ciudades y existen toques de queda a partir de una determinada hora. No puede usted ver a sus hijos si no conviven con Vd. sin embargo, vean por donde, a los políticos se les ha ocurrido la peregrina idea de que asistiendo a un mitin electoral pueden reunirse las personas que quieran concurrir a ellos. ¿Se les pedirá un certificado de vacunación o que se les haya practicado un RT-PCR antes de entrar?
¿Cuántas personas y que distancia entre ellas se va a permitir en el recinto y quiénes van a ser los que se ocupen de esta vigilancia? ¿A qué horas podrán celebrarse los mítines y si se podrá sobrepasar el toque de queda? Y una cuestión más ¿es tan importante ir a escuchar a un candidato que este derecho sea superior al que tenga un padre de poder estar con sus hijos? Si es así, en verdad que nos encontramos ante un problema nacional de envergadura: el derrumbe de lo que ha sido, hasta ahora, la nación española.

O así es como, señores, que desde la óptica de un ciudadano de a pie, empezamos a pensar que estamos en manos de fuerzas desconocidas, de grupos siniestros, de mafias internacionales, que se están moviendo a todos los niveles de la política, la economía, la industria, el comercio y las finanzas, manejando inmensas cantidades de dinero para conseguir establecer un nuevo modelo de sociedad, cuya estructura nuestros modestos conocimientos no nos permiten adivinar, pero que, evidentemente, va a ser muy diferente de la en que nos hemos desenvuelto varias generaciones de españoles y a la que, las nuevas generaciones que nos van a relevar, tendrán que adaptarse aunque tenemos el presentimiento de que, nunca van a conseguir reencontrar la libertad ni el nivel de vida del que hemos venido gozando nosotros hasta que alguien decidió que en España se vivía demasiado bien y se propuso acabar con ello. Y, para finalizar, una frase del insigne Lope de Vega: “Lo que cuenta no es mañana, sino hoy. Hoy estamos aquí, mañana tal vez, nos hayamos marchado” Y tenía mucha razón el insigne escritor.

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