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Javier Pérez (1970) se define como un leonés de Zamora. Es columnista de prensa desde los catorce años, autor de novela negra con marco histórico en los orígenes del nazismo y empresario de turismo rural. Ha ganado diversos galardones literarios entre los que se cuentan Premio Ateneo Cultural de León en 1999, Premio de Novela Corta Castillo Puche 2002, Premio de Novela Corta Galiana 2005, Premio de narrativa Tierra de Monegros en 2005, Premio Azorín en 2006, José Nogales 2011, Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2011 y Premio de Novela Ateneo de Valladolid 2014.
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Javier Pérez ganó el pasado año el Premio de Novela Ateneo de Valladolid con su obra ‘Violín negro en orquesta roja’, editada por Algaida, un thriller ubicado en los prolegómenos de la II Guerra Mundial y los primeros meses de la Guerra Civil Española, sobre la desaparición del comisario político ruso Evgeni Manchev, que iba a ser destinado a España para organizar el Ejército Popular. El tío del desaparecido es nada menos que Viachestlav Molotov, presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo, que imagina turbio manejos detrás de esta desaparición. Para esclarecer los hechos, Molotov recurrirá a un ex comisario del periodo zarista, Anatoli Ivanovich Lukhin, al que rescatará del campo de trabajo de Solovki, para encomendarle tan arriesgada misión.
Javier, un montón de premios en tu mochila, tanto de narrativa breve como de larga, el último el Ateneo de Valladolid 2014, cuya novela ganadora presentas ahora, ¿lo tuyo son los concursos literarios, la competencia?
Escribo por escribir y curiosamente la demostración de lo que digo es negativa, porque todo el mundo sabe los premios que he ganado, pero desconoce la cantidad de novelas que tengo guardadas en el cajón de mi mesa. Escribo lo que me apetece y después trato de venderlo, porque a mí me da de comer mi profesión de empresario de turismo rural. Si has de escribir lo que vende, estás perdido, aunque tampoco me meto con los que hacen eso, sólo digo que a mí no me gusta.
Por aquello de los colores, el título del libro, ‘Violín negro en orquesta roja’, ¿tiene algo que ver con el patito feo descolocado en el centro de los patitos bellos?
En realidad el violín negro se refiere al jefe del servicio secreto nazi, Reynhard Heydrich, que era violinista. Lo del negro procede del color del uniforme nazi y la orquesta roja es el nombre que se daban a sí mismos los miembros del servicio secreto soviético. Y sí, es el patito feo, pero visto desde fuera. La novela trata de la intervención del servicio secreto nazi en un posible golpe de estado orquestado contra Stalin.
¿Los servicios secretos de cualquier estado son más fieles a sí mismos que a su propio país?
Los servicios secretos suelen ser un estado dentro del estado, por eso no es extraño que, tras un golpe militar, sus miembros ocupen puestos de poder. Quien controla los servicios secretos, perfectamente puede controlar el aparato del estado. El caso típico es el de Vladimir Putin.
¿Cómo surge la idea de escribir esta novela?
En los años 2004 y 2005, mientras me documentaba para escribir ‘La crin de Damocles’ con la que gané el Premio Azorín y que trata de cómo los nazis alcanzaron el poder, me tropecé con la operación Tujachevski, un invento de los alemanes a través del cual sus servicios secretos trataron de convencer a Stalin de que su propio servicio de inteligencia preparaba un golpe de estado en Rusia. Por supuesto aquello acabó en un desastre completo, pero a mí se me quedó grabado e investigando un poco más ha salido ‘Violín negro en orquesta roja’.
Varias novelas tuyas, no solo esta, tratan de este periodo de entre guerras o de la Guerra Civil Española, ¿por qué te atrae tanto este momento histórico?
Quizás esto dependa un poco de la biografía de cada uno. Me crié en una ciudad pequeña, donde había un librero, que había sido excombatiente, que hablaba mucho con nosotros y nos contaba historias. Mi primera novela, precisamente, fue sobre todo eso y para documentarme busqué gente que me proporcionó más información. Después he conocido a algunos búlgaros y rumanos, que han vivido bajo regímenes comunistas, y lo que me han contado es de traca. Creo que me interesa porque ha sido una época muy determinante para nuestra historia y, a pesar de todo, es bastante desconocida para nosotros.
Aunque hablas de un hecho histórico, lo has tratado como un thriller, ¿por qué?
Cuando me refiero a este momento concreto, no acabo de encontrar la diferencia que hay entre el thriller y la novela histórica. La historia pura de esta época, en sí misma, es un thriller. No sé si en otros pasajes históricos existirá esta diferenciación o no.
En ‘Violín negro en orquesta roja’, ¿no hay hueco para los buenos?
Mira, en mi novela son absolutamente malos todos. Los soviéticos las pasan putas, porque estamos hablando de las purgas de Stalin, y los nazis igual, porque están en medio y temen una invasión en cualquier momento, sobre todo desde Rusia. La verdad es que he procurado no ser maniqueo y para ello me he servido de las hemerotecas. La prensa tiene una ventaja enorme, ya que el periodista escribe cómo ve los hechos en un momento dado, sin saber qué ocurrirá mañana. A la hora de narrar he tratado de colocar las cosas en su sitio, mostrándolas tal y como se conocieron en cada instante. Resulta tremendo leer cómo veían la Guerra Civil Española en los diarios de Inglaterra, Francia, Rusia, Alemania y Estados Unidos.
En la previa de la novela, citas a Solzhenitsyn, ¿ha sido tu escritor de cabecera para esta obra?
Efectivamente, Solzhenitsyn es mi referente. Lo he utilizado al principio para situar bien el momento histórico, ya que creo que es el mejor testimonio de cómo era la vida rusa en aquellos instantes y de cómo era el gulag. Él describe perfectamente el funcionamiento del terror de entonces.
El terror es una herramienta que el poder utiliza siempre en su propio beneficio.
Sí, por supuesto que sí, pero esto acarrea un problema gravísimo. Desatar el terror es como soltar un tigre. El tigre sabes que es tuyo, pero luego te invade el temor de que se vuelva contra ti, porque ¿quién te asegura que esto no va a suceder? Todos los dictadores, por eso, viven aterrorizados.
Quizá por ese temor, en determinados pasajes de la novela a Stalin o a Molotov los dibujas como tipos insospechadamente amables.
Claro, porque en cualquier momento piensan que les van a pegar un tiro en la cabeza sus propios compañeros. Stalin hacía purgas por eso y Molotov recuperó a un antiguo enemigo de la policía zarista para que trabaje para él y localice a su sobrino. Cuando no te puedes fiar de tus amigos, solo te queda fiarte de tus enemigos. Y a Hitler le ocurre lo mismo, siempre está pendiente de una invasión exterior.
Se ha comentado que la Guerra Civil Española fue campo de experimentación para los nazis, pero en la novela leemos que no solo les sirvió a ellos para este fin.
Mira, solo había una cosa en la que todos los países estaban de acuerdo: que la Guerra Civil Española acabase lo más tarde posible. Necesitaban rearmarse para el conflicto bélico que se avecinaba. Este tiempo fue aprovechado no solo por los alemanes, sino también por ingleses y rusos. Inglaterra estaba muy contenta de que las brigadas internacionales peleasen en España, les venía bien que a los elementos sindicales más radicales de su país les pudieran pegar un tiro en cualquier batalla. Por eso les daban todo tipo de facilidades para alistarse.
En determinado pasaje de ‘Violín negro en orquesta roja’, se habla de utilizar a los anarquistas como carne de cañón, ¿tan mal vistos estaban?
Hablemos claro: en los años veinte y treinta, los anarquistas eran gente que ibas por la calle y te podían matar o volar las piernas tranquilamente, porque pegaban tiros y ponían bombas. Estaban mal vistos por eso y creo que es una justificación suficiente para que cayeran mal. No sé si su ideología era buena o mala, pero desde luego después de la que armaban, la gente no los podía ni ver.
Para el prisionero de un goulag, ¿los recuerdos son el único medio que dispone para aferrarse a la vida?
No lo sé, en todo lo que he leído sobre este asunto la gente habla de los recuerdos, pero supongo que en esos momentos cada uno se aferrará a lo que pueda. Hace más de veinte años, alguien me dijo algo que no he olvidado: “no te preguntes por cómo murieron los que murieron, sino por cómo sobrevivieron los que lo hicieron”. Me insistía mucho en que en la segunda pregunta estaba la gracia de la historia y lo cierto es que no me he atrevido a preguntárselo a nadie más, porque se me remueven las tripas.
La última por hoy, aún estás disfrutando del premio, pero ¿tienes ya en mente algún otro proyecto literario?
Ando metido en una novela sobre una rebelión de esclavos en las minas de las Médulas. y, cuando regrese a este mismo tema de ahora, porque tengo mucha documentación almacenada, quiero escribir una novela sobre cómo fue el mundo de la cultura en Francia durante la ocupación alemana. Los testimonios que conseguí en su momento sobre este asunto dan para otro libro. Además ya tengo el título: ‘La libertad huyendo del pueblo de Delacroix’ [risas].
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