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Graciosos

La actualidad política española: mitad sainete, mitad drama
Luis del Palacio
miércoles, 22 de abril de 2015, 22:17 h (CET)
¿ Se han fijado Vds. en que Monedero es el gracioso oficial de Podemos, de la misma manera en que Alfonso Guerra lo fue del PSOE?

El aburrido y eclesiástico Pablo Iglesias tiene su contrapunto histriónico en las ocurrencias de su tercero de abordo. De segundo se ha quedado Errejón, con un aire algo menos monacal que su jefe pero sin llegar a la vis cómica del asesor favorito de la dictadura venezolana.

Mas el caso es que la gracia del personaje en cuestión es también impostada; no es auténtica. Alfonso Guerra sí tenía –todavía lo conserva- ese gracejo sevillano que lo llevaba a decir muchas tonterías y algunas barbaridades (“somos el partido de los descamisados”, “Zapatero ha resultado ser un bambi, no de peluche sino de acero”, “En política, la única posibilidad de ser honesto es siendo aficionado”) en un tono que, si bien no disculpaba la prepotencia o la arrogancia que encerraba, provocaba la sonrisa. Monedero en cambio es un patoso; no es gracioso, es sólo “graciosillo”.

Lo mismo le ocurre a Maduro. A diferencia de su antecesor, Chávez, que era un canalla con cierta gracia y que producía risa hasta cuando quería ser solemne (“!Expropiese!”) el actual dictador de la República Bolivariana de Venezuela es un soso que se ve en la necesidad de ser ocurrente, como cuando hace poco afirmó que en España se habla más de él que en su propio país y que probablemente aquí ganaría unas elecciones si se presentara a ellas. Al igual que Nerón se siente artista, un poeta, y en su día se refirió a un pajarillo (¿cotorra?) que se apareció en el alféizar de una ventana susurrándole los versículos bolivarianos de Hugo, su mentor.

Si casi siempre han sido malos tiempos para la lírica, mucho peor lo son ahora para la política. Faltan cinco semanas para las elecciones municipales y autonómicas y el panorama, aunque no se diga lo suficiente, es desolador: Es cierto que la era del bipartidismo ha entrado en una fase de agonía. PP y PSOE parecen haber agotado el cupo de corrupción que el electorado está dispuesto a soportar y la fragmentación del voto, que ya ha hecho sus pinitos en las elecciones andaluzas de marzo, va a ser todavía más evidente en las del 24 de mayo. La victoria de Susana Díaz, candidata socialista a la presidencia de la Junta, ha sido una victoria pírrica de la que aún no se adivina el balance final. Y tras el misterioso escándalo financiero del antiguo vicepresidente del gobierno de Aznar y exdirector del Fonndo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, éxitos tan previsibles como el de Esperanza Aguirre para la alcaldía de Madrid o el de Cristina Cifuentes como presidenta de la comunidad autónoma de la capital de España, están más que en entredicho. Lo mismo ocurre en “feudos” (fea palabra) del PP, como Valencia y Murcia.

La izquierda de siempre, dignamente representada durante décadas por Izquierda Unida, ha sido fagocitada por el partido extremista bolivariano llamado “Podemos”. Sus escándalos económicos –que los tiene- no son comparables en magnitud a los protagonizados por los dos grandes partidos en almoneda. Juegan con la dudosa ventaja de no haber gobernado nunca en ninguna parte y, por lo tanto, de no haber tenido ocasión de corromperse lo suficiente. Al tiempo.

Así las cosas, ni los más avezados analistas políticos tienen la más mínima idea de cómo quedará el panorama político tras las elecciones del 25M y mucho menos a partir de diciembre de este año.

UpyD –esperanza truncada de una regeneración democrática- se disuelve como un azucarillo. Izquierda Unida agoniza sin remedio. ¿Ciudadanos?... Quizá; pero últimamente es como si sufrieran la resaca de glamour producida por su positivo resultado en Andalucía y parecen no haberse recuperado del todo. Andan dando tumbos y diciendo bastantes insensateces.

Al final, paciente ciudadano, se harán profeticas aquellas palabras que en su día pronunciara el ínclito Alfonso Guerra: “Cuando nos vayamos, a España no la va a conocer ni la madre que la parió” Al tiempo.

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Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.

Quizá haya sido siempre así, aunque ahora se note mayormente; de cualquier manera, si nos ponemos a observar cómo nos relacionamos, el desapego, la crispación e incluso el enfrentamiento, cobran un rango predominante e inquietante.

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre una realidad que nos atraviesa a todos, pero no por igual: en el mundo contemporáneo, los mercados ocupan un lugar central en nuestras vidas, en tanto que no sólo determinan lo que compramos o vendemos, sino que también influyen en áreas fundamentales como la educación, la salud, la justicia e incluso las relaciones humanas.

 
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