Un tratado, el de Utrecht que, en realidad fueron varios: el de Utrecht (1713) y el de Rastadt (1.714); que permitió al Borbón Felipe V entronizarse en España y que benefició (algo bastante habitual en la historia de Europa) a Inglaterra que se quedó, aparte de importantes ventajas comerciales en América, con la isla Balear de Menorca y hacerse con el peñón de Gibraltar, importante punto estratégico por dominar la entrada al Mediterráneo desde el océano Atlántico. Desde aquellas fechas España ha venido tratando, infructuosamente, de recuperar el segundo, (Mahón se recuperó en 1802 por el tratado a Amiens) principalmente debido a la veteranía diplomática de la GB y por la estupidez y desidia de los sucesivos gobiernos españoles que no supieron aprovechar las ocasiones para aprovecharse de las crisis por las que pasó el resto de Europa.
Pero si ha existido un momento en el que a la diplomacia española se le ha puesto “a huevo” la ocasión de volver a recuperar el peñón, y ha sido cuando los ingleses han presentado el “brexit” que ha permitido que, la Gran Bretaña, abandonara Europa y todos los privilegios que su unión le proporcionaba como nación importante dentro de la CE. Inglaterra se ha separado del tratado que la mantenía como un miembro de la UE y, en consecuencia, Gibraltar como colonia inglesa, se ha quedado sin la protección que tenía como parte de la nación inglesa.
Ya sabemos que el relativismo que se ha apoderado de nuestra nación no entiende de patriotismo, de unidad de intereses nacionales ni, por supuesto, de sentimientos reivindicativos históricos o afán de reparación de la ofensa que fue, para España, el verse obligada a renunciar a una parte de sus soberanía para entronizar a un rey francés que, además y para más INRI, tuvo que renunciar a sus extensas posesiones y a que, bajo su corona, se produjera un hecho histórico como hubiera sido el que, España y Francia formaran una sola nación. Pero no estaba de Dios que, en esta ocasión extraordinaria en España, tuviéramos un gobierno preparado, formado por personas responsables, con los arrestos para tomar el toro por los cuernos y que no dependiese, en cada ocasión en la que deba tomar una decisión importante, del análisis de los votos que le van a costar ni de sus posibilidades de sobrevivir durante toda la legislatura. Socialistas y comunistas, ya se sabe, son arribistas que cuando se instalan en el poder no tienen otro objetivo que el no soltar la presa, instalarse en la poltrona y atornillarse a ella de modo que no se produzca ninguna circunstancia en la que su permanencia al frente del ejecutivo pudiera peligrar o ponerse en cuestión.
El otro día, en La Cope, tuvimos ocasión de escuchar una entrevista que el periodista don Carlos Herrera le hacía a una señora, doña Clara Martínez Alberola, una niña prodigio de la política que nació en Valencia y ha dedicado toda su vida profesional al proyecto de integración europeo, convirtiéndose en una de las funcionarias españolas más valoradas y con más poder. Esta señora tiene un curriculum que hace palidecer al de cualquiera de nuestros actuales dirigentes y, seguramente, supo cómo trabajar en las cuestiones del “brexit” inglés y la forma de que Europa no saliera trasquilada. Pero señores, aquí se acaba la parte buena del tema y entramos en lo que a nuestro modesto entender ha sido la forma más entreguista y equivocada con el gobierno británico en la que, al parecer ha tenido una parte importante la señora Martínez.
Y es que, señores, no le vemos la ventaja a que el objetivo de las discusiones que han tenido lugar con los ingleses y los representantes del Peñón con las autoridades negociadoras españolas no haya sido el esencial y el que debería haber sido el único válido para España, el de recuperar de una forma contundente la soberanía sobre esta parte del país indebidamente (aunque lo sea legalmente) detentada por el Imperio británico. Ya resulta una tomadura de pelo que Europa no haya sido mucho más agresiva en el apoyo a las legítimas reivindicaciones españolas sobre el hecho de que una parte de España siga siendo una colonia inglesas cuando, en el resto del mundo, cada vez son menos y más inestables los casos en los que se den las circunstancias de que un núcleo de población tan reducido ( unos 26 mil habitantes) puedan mantener un ejército, una fortaleza, un aeródromo militar y un arsenal marítimo de buques de guerra en las aguas territoriales de la nación española.
No contentos con seguir en sus trece en cuanto a mantener la soberanía del peñón, los ingleses, motu propio, ignorando las leyes internacionales y aprovechándose de la pasividad del Gobierno español, siguen llenado de tierra y ampliando con zona ganada al mar, parte de nuestras aguas territoriales, la zona en la que ejercen su soberanía y sobre la cual siguen reivindicando una zona propia de aguas territoriales, algo que no estaba contemplado en los tratados en los que se produjo la entrega de Gibraltar a los ingleses.
¿Ha escuchado alguno de Vds. que algún partido levantara la mano para protestar de que de lo único que la señora Martínez Alberona haya negociado respeto al futuro del peñón sea de que se abra la verja y de la libertad de tránsito entre España y la colonia? ¿Los socialistas y los comunistas han convocado manifestaciones o interpelaciones al Consejo de Europa sobre la procedencia de las obras llevadas a cabo por los ingleses? ¿Europa se ha preocupado de que en Gibraltar se puedan contar las empresas fantasmas que están ubicadas en aquella ciudad que se estiman como una por cada casa de la colonia?
Cuando España tenía la ocasión de darle el cerrojazo a la verja, restringir la circulación de dentro afuera y viceversa de la zona inglesa y de establecer aduanas para evitar el conocido y permitido, por ambas partes, tráfico de estupefacientes y demás contrabando. Y aquí vienen las excusas de mal pagador que nuestro Gobierno, el del señor Sánchez y del señor Iglesias, están dando para justificar semejante traición a la nación española. Claro, se ha permitido que una gran parte de la población de La Línea de la Concepción y de los alrededores se haya convertido en parásito de la economía del peñón, pasando de ser los ingleses dependientes de España para autoabastecerse a la triste realidad, permitida desde los gobiernos españoles, de que unos miles de españoles sean dependientes de la economía de la colonia y los principales defensores de que se mantenga abierta la frontera y libre el tránsito entre ambas partes de la misma.
La pésima administración de los sucesivos gobiernos del partido socialista en Andalucía, su incapacidad para crear polos industriales en la zona perimetral de Gibraltar, su absoluta pasividad ante el crecimiento artificial debido a las obras de ampliación de la colonia, llevadas a cabo por los ingleses sin oposición de España, la venalidad de algunas autoridades de la zona ante los agasajos de los gobernantes de la colonia y su errónea política de hacer como que no se enteraban de que la franja de La Línea era de las más permeables, tanto para la inmigración clandestina como para el contrabando, han creado una situación ante la cual los actuales gobernantes de España no le ven otra salida que volver a ceder ante los ingleses de modo que, de firmarse el acuerdo del que nos ha hablado la señora Martínez Alberola, es evidente que la posibilidad de que, en algún momento de la historia de España, se consiga que los ingleses nos devuelvan el peñón, sería la misma que el intentar vaciar el Mediterráneo con una cucharilla de café.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, de quién anda escarmentado de cómo se está llevando la política en nuestra nación y de quien ya no se fía en absoluto de quienes nos gobiernan, de este grupo de embusteros que, cada día, nos intentan engañar con alguna de sus invenciones, no sólo respecto a la marcha de la epidemia, de sus muertos, de las vacunas o de la incidencia en los distintos lugares de la península, sino que pretenden vendernos que sus políticas están encaminadas a conseguir la igualdad entre los españoles, el pleno trabajo y el bienestar general, cuando lo que están promocionando no es más que una política de la subvención, de menos horas trabajadas, de intervencionismo del Estado en todos los aspectos de la vida, con la consiguiente reducción de libertades orientada hacia una nueva sociedad completamente intervenida desde el poder. Y lo peor es que no parece que la ciudadanía se percate de que este es el camino que llevamos, el camino hacia la destrucción de España. Y una frase, como colofón, para que pensemos sobre ella; en este caso se la debemos a Abraham Lincoln: “Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar su carácter, dales poder”
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