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Danza inaudita

​Suele afirmarse eso de la decadencia de los grandes conceptos, en el grueso de las actividades cotidianas parecemos engreídos por ese desfonde de argumentaciones
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 18 de marzo de 2021, 12:09 h (CET)

Cuando ya hemos aterrizado en este mundo, no me pregunten porqué, el acontecimiento carece de remedio; esa sí que es una imposición con un sello de origen con muchas implicaciones y poco claro. Desde ese instante formamos parte de un dinamismo permanente, curioso y complejo también. Pasamos a constituir un NÚCLEO inabarcable, incomprensible, a la vez conectado a minucias o grandezas, sometido a oscilaciones indeterminadas, de las cuales apenas percibimos algunos detalles; los llamamos biológicos, espirituales, universales, cósmicos, por ese afán de nombrar aspectos circundantes de rangos enigmáticos, como si así pudiéramos dejar las cosas claras.

De manera progresiva, a partir de los primeros balbuceos, el mencionado núcleo inicia una indudable vida propia, con sus características peculiares; entre ellas resulta difícil diferenciar cuanto proviene de sus antecedentes, dado que sus actitudes emergentes, novedosas, se confunden con el resto. El núcleo, eso yo un tanto indefinido, comienza con sus APORTACIONES; entrarán a formar parte del ensamblaje común. Aquí aún no son valoradas las cualidades de dichas acciones, puesto que las habrá de todas clases; favorables a los enfoques del conjunto, pero también ponzoñosas, como verdaderas trabas comunitarias. Está claro, una vez instalados tenemos una cierta capacidad de actuación.

La gente pusilánime merece consideración aparte, desanimada o incapaz, ignorante o sin fuerzas para el emprendimiento de esas lides propias de la vida, en lo particular y en lo social. En ambos casos, su actitud ronda la PASIVIDAD, les va dejando al margen y al tiempo empobrece el tejido comunitario; provocan una reducción evidente del activo social con diferentes repercusiones. Pese a lo dicho de su actitud poco participativa, les repercute el fragor cotidiano, pasando a ser más bien receptores de los efectos sobrevenidos. La danza existencial comprende a unos y a otros, activos y pasivos, en la notoria renovación diaria de las circunstancias, afectos y desafectos; estableciéndose implicaciones muy variables.

Siempre faltarán explicaciones fehacientes a pesar de se aparente abundancia. Veámoslo así resumido:

DANZA INSÓLITA

Sí, sí, bailad, bailad, bailad.

El movimiento de la danza

Enlaza muchas maravillas

Narrar, rezar, decir, pensar,

Como escuchar y percibir,

Superar al entretener,

Para iniciar el comprender.

Porque ansiamos descubrimientos.

Porque arriamos impedimentos,

En busca de conocimientos,

Sin el recorte de sus ámbitos.

Sí, sí, bailad con vuestras artes

Ajenos al ruidoso ambiente

De afán cegador y doliente,

Con el ansia de creadores.

Desde el punto de vista de la sociedad en general o alguna persona en concreto, habría que hilar muy fino para establecer el grado de ilación de las acciones de un individuo con el resto. Quién sabe de los trayectos tan alargados de las influencias. Las actitudes son diferenciadoras, la opción participativa acude con sus cualidades, el tiempo dirá de la envergadura de sus resultados. Cuando se opta por las actitudes indolentes, ese sujeto se convierte en una RÉMORA, con su dignidad en entredicho, puesto que apunta a su anulación como persona viva, cada vez con una menor consistencia, en una dilución progresiva de sus características; se aminoran hasta sus deseos.

Suele afirmarse eso de la decadencia de los grandes conceptos, en el grueso de las actividades cotidianas parecemos engreídos por ese desfonde de argumentaciones; nos pasamos al extremo contrario, nos vemos demasiado grandes para depender de ciertas ideas. Pero esas grandezas por algo han sido y lo son, subsisten con tenacidad. Nadie sabe definir el arte, ni se piensa en su sentido referido a los quehaceres habituales. Sin embargo, para llevarlos a cabo con cierto salero a nadie se le escapa la necesidad de las oportunas innovaciones, de aproximarse a las esencias, extremar la sensibilidad y participar con entusiasmo de esa fiesta; no podemos negar su entidad ARTÍSTICA inigualable, otra grandeza.

Hay pocos conocimientos adquiridos por ciencia infusa, el baile en particular y la danza de la vida en torno a otras actividades, no escapan a dicha máxima. Desde la adaptación a las realidades previas al progreso encaminado hacia lances mejores, plantean la exigencia ineludible de un cierto APRENDIZAJE. Este abre a su vez un amplio espectro de posibilidades, ceñido a sus mínimos, pero también orientado hacia horizontes abiertos. Estamos ante una tarea muy implicada en la transmisión de los diferentes saberes requeridos. De los cuidados que dediquemos a esa comunicación educativa se derivará la calidad de las experiencias acumuladas; sin ellos, quedará deslucido el baile.

Con frecuencia eludimos la consideración de determinadas realidades, de las cuales no podemos escapar aun queriendo; reincidimos en esa tozudez sin aparente remedio. Los mismos fósiles nos ilustran de las huellas dejadas aun sin proponérselo, del paso autónomo del tiempo, de la evolución de la Naturaleza, de la REVERBERACIÓN de nuestra presencia en esta porción del Cosmos, de nuestra ligazón con los entornos. Supone una ilustración muy demostrativa, situándonos entre las numerosas compañías involucradas a través de los variados sectores de los ámbitos naturales. Las actuaciones derivadas de esa presencia y esas relaciones, su coherencia, pasará por las decisiones personales.

Los múltiples acompañamientos no suplantan a las decisiones personales en los sucesivos eventos. Como abundan los condicionamientos, resulta compleja la posterior configuración de los movimientos emprendidos; lo cual no anula el significado de la presencia, con todas las derivaciones del danzante particular. Las valoraciones discurrirán por caminos dispersos inabordables en su totalidad. Por lo tanto, sí, sí, bailemos; esa danza nos corresponde de pleno derecho, con DECISIONES propias en la fascinante aventura.

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