Llevamos mucho tiempo en España con unos políticos que no dan la talla. Estamos hartos de sobresaltos. Valen para hacer chistes, insultar al contrario y aventar chascarrillos, pero para nada de provecho. Decía Newman que el cálculo nunca hace al héroe, pero sin saber calcular, el político está desnortado y en la más absoluta perdición.
Los últimos sobresaltos tienen su origen en Murcia y en la salida de Iglesias del Gobierno: unos dicen que huele a podrido en la región de la huerta y, otros, que Moncloa y el Consejo de Ministros son absoluta podredumbre. Lo cierto es que la Unión Europea ha dado un ultimátum a Sánchez: las ayudas se verán retenidas si continúa compartiendo mesa y mantel con el comunismo. El presidente ya dormirá tranquilo.
A Sánchez le han recordado, en la reciente Cumbre hispano-francesa, que no puede seguir con el comunismo compartiendo mesa y mantel. Tampoco ha gustado el capítulo truncado de Arrimadas y Moncloa, como no le ha agradado a Iván Redondo por la envolvente caprichosa que le han hecho. Redondo es de buen vivir y no le gustan los terremotos, por eso le salen úlceras y boqueras cada vez que se acerca o le propone algo Miguel Ángel Rodríguez (M.A.R.).
En Madrid, Díaz Ayuso ha obtenido una triple victoria política, judicial y moral. “Pablo Iglesias es un personaje acabado”, dice Díaz Ayuso, por eso el ‘Coleta’ ha reaccionado con inquina, inseguridad y odio acumulado. El ‘marqués’ conoce a Ayuso desde la universidad y sabe que está preparada para envolverlo en celofán, incluso en su propia mentira.
La izquierda del piolet manual ha intentado que no hubiera elecciones en Madrid. Ayuso los encontró con el pie cambiado y felices de seguir disfrutando de su posición de trileros. Llegado a este punto, parece que la primera pagana del ‘vicepandemias’ ha sido la machista acólita madrileña, Isa Serrat; una condenada por insultos reiterados a la Policía y amenazas a una mujer del Cuerpo, además de dirigirse a ella con expresiones a la altura de ‘follapolicías’, para abreviar.
La torpeza de Iglesias ha dejado ‘cadáveres’ por el camino: Bescansa, Errejón, Tania…Y, al igual que en Ciudadanos, muchos militantes han salido corriendo porque ven a Iglesias como material de destrozo, inservible para la política, parásito de la mentira, activista del engaño y al servicio de la casta en la que se ha encumbrado. El complejo de inferioridad de este personaje comunista se traduce en un mecanismo de compensación que le hace aparentar lo contrario. Y ese es el manantial de sus contradicciones, su odio y su perdición. ¿Por qué no ha renunciado a la inmunidad parlamentaria? ¿Os acordáis qué decía al respecto?
Iglesias es un personaje distinto, pero en negativo, engañoso y despreciable. Ya decía Curzio Malaparte que “Nadie perdona a un hombre que sea distinto a los demás”. Bien es verdad que se puede ser en positivo o en negativo. Y éste lo es en muy negativo y, como político, en simple esperpento incapaz de construir. A los hechos me remito. Es más fácil protestar e insultar que asumir la protección de las residencias de ancianos, por poner un ejemplo. “En política no se pide perdón, se dimite” ¿Qué ha hecho él? ¡Lagarto, lagarto…!
La mala imagen de mesías y falso predicador ha hecho que Madrid se proponga, el 4 de mayo, ser la tumba de todos los rácanos y vividores enemigos de España y de las libertades. Madrid ha de ser enterradora de la dictadura represiva del populismo de la extrema izquierda que hoy campa salvaje en las instituciones públicas; debe ser el enterramiento del expolio fiscal y de rapiña; será el sepulcro de la desmembración nacional; el cementerio de delincuentes y okupas; el túmulo de insensatas y perjudiciales políticas; la fosa de la agenda globalista 2030; el inicio de la recuperación de la soberanía nacional…
En fin, Pablo Iglesias ha confundido lo público con lo personal a la hora de anunciar su salida del Gobierno que ya le enseñaba la puerta, además del abuso de los ‘Ahumadas’ para cercar su casoplón. Hasta ahora, señorito Iglesias, quien destrozaba un país recibía la gloria, pero quien hurtaba un burro iba a la horca. Pero eso, cambiará. Al tiempo.
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