La poesía es un espejo a través del cual podemos vernos cuantas veces queramos.
Se trata de un espejo polivalente, multidimensional, transgeneracional e íntimo.
Un espejo que no se desgasta, afina la refracción conforme transcurre el tiempo y, además, no discrimina. Mírame en mi poesía (Abel Pérez Rojas. 2019): A mi poesía / quítale / los zapatos, / las gafas, / la colonia en abonos, / los tenis pirata / y los jeans de popotito, / solo después de eso / verás mi rostro; / si quieres ver más / despójale de / la jerigonza dominguera, / de la rima forzada, / del atrevimiento insolente / y mirarás / eso que llaman / alma. / Estarás frente a mi gimnasio, / mi mesa de trabajo, / mi espejo de cuerpo entero.
La poesía no es simbólicamente un espejo, es un espejo; aunque si la queremos tomar solo en forma simbólica hay que ir más allá de la interpretación directa y simple. Hay que transitar por la indirecta, la tropológica y la trascendente.
Asumir la poesía como espejo o como símbolo de éste es sumergirse en los linderos de las interpretaciones y las búsquedas de la otredad dentro de uno mismo.
Dice C. M. Perilli, estudiosa de la obra de Borges: «En la superficie del cristal el objeto es nuevamente presentado por la imagen que la reflexión devuelve. El espejo es el símbolo por excelencia de la representación de la realidad. Esta representación es fiel sólo en apariencia, pues ofrece una imagen idéntica pero invertida».
El espejo es la superficie, aunque en el caso de la poesía, ésta también es la imagen que es devuelta y, a su vez, la realidad alterada, modificada, porque la poesía cambia al sujeto y al mundo.
La poesía es espejo y el espejo es poesía, pero, por si fuera poco, es acción.
Octavio Paz lo sintetizó muy bien en La casa de la presencia (España. 1991):
«La concepción de la poesía como magia implica una estética activa; quiero decir que el arte deja de ser exclusivamente representación y contemplación: también es intervención sobre la realidad. Si el arte es un espejo del mundo, ese espejo es mágico: lo cambia». La poesía es acción, por ello conlleva valor social que ha sido demeritado, olvidado u ocultado, pero que de ser descubierto emancipa.
Libera individualmente.
Coctel (Abel Pérez Rojas. 2020): Recorrer la calle solitaria, / mirar las fachadas vetustas, / oler la tierra mojada / que escapa del maltrecho asfalto, / ver el cielo limpio / cubierto de estrellas brillantes; / hacer un alto, / caer en cuenta que la violencia atroz / no me atemoriza / ni el vacío de mis bolsillos. / Me pregunto: / ¿quién soy verdaderamente? / Retomo mi andar / con una especie de satisfacción estomacal / muy similar a aquella que experimentas / cuando el coctel de tu preferencia / acaricia tus entrañas. / Sonrío, / sí, / en efecto, / esos momentos / son un coctel de hombre libre.
Provoca emancipación colectiva.
El sistema (Eduardo Galeano) Los funcionarios, no funcionan. / Los políticos hablan, pero no dicen. / Los votantes votan, pero no eligen. / Los medios de información desinforman. / Los centros de enseñanza, enseñan a ignorar. / Los jueces, condenan a las víctimas. / Los militares están en guerra contra sus compatriotas. / Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos. / Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan. / Es más libre el dinero que la gente. / La gente, está al servicio de las cosas…
La poesía es un espejo a través del cual podemos vernos cuantas veces queramos y es acción interminable.
|