Se nos fue y no seremos nosotros quienes lamentemos su marcha del Gobierno. El señor Iglesias ha querido poner en marchar una jugada política que, seguramente, en su fuero interno había considerado maestra, genial y rotundamente efectiva. Lo que le ocurre, de momento líder de Unidas Podemos, es que no es ni tan inteligente, ni tan listo, ni tan maquiavélico ni, por supuesto, tan instruido como seguramente se considera él a sí mismo. Dijo que se iba, que se presentaría como candidato a presidente de la comunidad madrileña pero no dijo, por descuido, por cálculo erróneo o por ignorancia de la reglamentación que existe en la comunidad madrileña en cuanto al tiempo que está reglamentado para que se dejen los cargos públicos para poder aspirar a ser elegido; por el que se exige un plazo determinado dentro del cual debía dimitir de su puesto de vicepresidente del Gobierno, para tener opción a presentarse para el cargo al que aspira. Y eso le ha obligado a abandonar, antes de lo que tenía previsto, la vicepresidencia sin que le diera tiempo para aprovecharse de la dualidad, como aspirante y miembro del gobierno, para lanzar su campaña desde la atalaya de su cargo público, que le proporcionaba una amplia plataforma propagandística para apoyar su candidatura, antes que tuviera que cesar o ser cesado de su actual destino.
El señor presidente, Pedro Sánchez, aliviado por sacarse de encima esta garrapata política que, últimamente, le venía amargando la vida desde su puesto de colaborador y, a la vez, censor de las decisiones que tomaba, ha querido despedir “elegantemente” a don Pablo, mintiendo una vez más (algo que es inherente a su naturaleza) cuando ha alabado la ”labor “desempeñada por él desde el ejecutivo durante los 14 meses que ha sido vicepresidente, elogiando su “lealtad” y “la unidad de la coalición”. ¿A qué labor se referiría Sánchez? ¿a la de expandir el ideario comunista para que le ayudara en la desmembración del país o en la de esparcir peregrinas ideas económicas, completamente absurdas, irrealizables y desastrosas, mediante las cuales el propósito de entregar a España al neo-bolchevismo bolivariano iba a tener éxito, aunque ello comportara la ruina de la nación española y el empobrecimiento de sus ciudadanos?
Las reflexiones que nos podríamos hacer respecto a la decisión del señor Iglesias de abandonar el Gobierno para aspirar a la presidencia de la comunidad madrileña, podrían resumirse en las siguiente: 1ª) ¿Sería un peligro, desde su nueva situación de parlamentario, si sale elegido como miembro del parlamento de la comunidad madrileña, como crítico calificado de las acciones gubernamentales, pese a mantener el pacto de su formación con el gobierno actual?; 2ª) Estaría en peligro su liderazgo, dentro de su partido Unidas Podemos, si su proyección política se limitara a su labor dentro de la comunidad madrileña, dados los varios intentos que, desde el interior de su formación se han ido produciendo para cuestionar su caudillaje.? y 3ª) En el supuesto de que llegara el momento en el que Sánchez decidiera romper su pacto con UP, si consiguiera otros apoyos que le permitieran seguir gobernando sin tener que recurrir a los votos de los comunistas, ¿habría concluido definitivamente la era de este sujeto que alcanzó el poder gracias al apoyo de una prensa que lo sacó de la nada para encumbrarlo a una situación que, evidentemente, le ha venido ancha si nos atenemos a la pobre actuación, sin resultado alguno, de su presencia como ministro de Derechos Sociales, a cuyo frente no se le conoce que haya realizado obra alguna o publicado ley que pudiera favorecer a quienes dependían de dicho organismo?. A destacar la absolutamente nula gestión de la pandemia de la Covid 19 y los desastrosos resultados que su indiferencia ante la carnicería que la epidemia causó en las residencias de ancianos, sin que él y su ministerio se ocuparan de buscar paliativos para que se tomaran las medidas adecuadas, a su debido tiempo, para evitar que los contagios que, de forma masiva, se produjeron en todas ellas y a la velocidad con la que tuvieron lugar en la mayoría de los centros de internamiento de los ancianos españoles. La trayectoria de este personaje, adinerado y comunista, desde su participación en el 15M hasta su salida del Gobierno, no ha sido más que una cadena de despropósitos, una locura de insensateces y una lucha para acabar con el régimen y la Constitución española a toda costa y sin parar mientes en los métodos utilizados para intentar conseguirlo.
Y pasamos a otro de estos personajes en los que se demuestra hasta qué punto los reconcomios personales, los efectos de una lucha interna de pasiones, los deseos de venganza contra una sociedad con la que está resentido, pueden llegar a convertir a un juez, un magistrado que, en la lucha contra ETA alcanzó una cierta fama, una persona que en otros tiempos fue considerado un profesional recto y justo, sea capaz de desengañar, de defraudar y de pasar de mister Herkill a mister Hyde, desde el momento en el que abandona la magistratura para entrar en política y pasa a formar parte de un gobierno socialista, bajo las órdenes del presidente Sánchez. El paso del magistrado Fernando Grande-Marlaska por el ministerio de Interior ha sido uno de los más procelosos y cargados de errores de todos los del resto de ministros que ocuparon, con anterioridad, su puesto. La sumisión a la Ley, el respeto absoluto por la justicia, la objetividad y la imparcialidad en el ejercicio de su cargo han brillado por su ausencia y las veces en las que, aparentemente, ha incurrido en prevaricaciones o decisiones que se podían asimilar fácilmente a semejante delito, ya parece que se van haciendo demasiado evidentes y podríamos decir que flagrantes, para que el señor presidente del Gobierno no decida tomar inmediatamente la decisión, que ya se le reclama desde todos o la mayoría de partidos políticos y desde las más altas estancias de la Administración de Justicia, de apartar a dicho señor de su cargo de ministro y que se lo devuelva a la vida civil porque, dada la forma en la que ha venido actuando en su actual cargo, existen grandes dudas de que pueda seguir ejerciendo su carrera con la objetividad e imparcialidad que se requieren para ejercer como juez o magistrado.
El varapalo judicial que le ha propinado, al señor Grande-Marlaska, la Audiencia Nacional, anulando el cese del coronel Diego Pérez de los Cobos y ordenando su restitución a su anterior cargo, después de que el alto tribunal considerara que aquella decisión de cese fue ilegal, puede estimarse como uno de los contratiempos mayores que puede sufrir un ministro que, por añadidura, es magistrado y, por ende, tiene la obligación de conocer las consecuencias jurídicas de las decisiones que toma. En este caso como en otros, el juez Grande-Marlasca ha tenido que tragarse sin vaselina las consecuencias de una acción política que todos atribuyeron a que el coronel se había negado a informar al ministro Marlasca del contenido de unas gestiones policiales que el juez que tramitaba el caso le había prohibido que revelase a nadie. Si el coronel Cobos hubiera informado del contenido de aquellas actuaciones hubiera cometido un delito de revelación de secretos. No quiso hacerlo y, acto seguido fue destituido por el señor Grande-Marlasca de su cargo dentro de la Guardia Civil.
Alguien, de forma errónea, puede pensar que, tratándose como se trataba, de un cargo de confianza el que asumía el coronel de los Cobos, estaba en manos del juez el desposeerlo de él. Pero es que, por muy de confianza que sea la función que se le atribuye a una persona y precisamente por haber sido nombrado en virtud de merecer la máxima confianza en la preparación y capacidad de la persona que se promociona; es por tanto, preciso que existan razones fundadas, de especial relevancia, de ilegitimidad manifiesta y de deslealtad probada para que pueda ser desposeída de un cargo para el que acreditó ser capaz, algo que nadie de los que han conocido al coronel de los Cobos ha puesto nunca en duda. Nunca, el pedir a una persona que delinca, como fue el caso de la petición del juez Marlasca al coronel de los Cobos, puede comportar que, en represalia, sea desposeído del cargo que legítimamente ostentaba. La sentencia va a ser recurrida, como no se podía esperar otra cosa debido a la desautorización que supone para el señor ministro y la reconvención que representa por su forma de actuar para lo que, si sale definitivamente condenado, no parece que exista otra salida que su dimisión o se destitución por el señor Sánchez que, digámoslo todo, de un tiempo a esta parte, a él y a su corre ve y dile señor Redondo, no parece que sus martingalas les estén saliendo demasiado bien.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vamos constando una vez más que, en este país, envuelto en una grave crisis sanitaria, económica, social, financiera, moral y ética, estamos entrando en una fase donde parece que toda ley está en cuestión, que la Constitución está en fase de reforma, que la voz de la calle y del independentismo se hace cada vez más determinante, al tiempo que, el Estado de derecho, se sigue debilitando. El único baluarte que sigue en pie, la salvaguarda de los derechos ciudadanos y de la unidad de la nación que se mantiene firme y el poder de los de Montesquieu que sigue intentando mantener su independencia del resto de poderes del Estado, copados por los partidos que intentan cambiar el régimen político de España; sigue siendo el Poder judicial que es el que continúa reponiendo a su lugar lo que la Administración del Estado y el resto de poderes públicos parece que siguen intentando desmontar. Y la frase del día: “Es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos.” Aristóteles
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