Realmente no lo entiendo, no comprendo a los comunistas. Puede que tuvieran su razón de ser en los tiempos que los que las diferencias de clase eran patentes y manifiestas. Cuando el trabajador calzaba alpargatas, se ceñía los pantalones con un hiscal de cáñamo y vestía el clásico blusón de los operarios.
Esta doctrina es una corriente filosófica política, social y económica, que se caracteriza porque la propiedad social de los medios de producción y la autogestión de las empresas deben de estar en manos de los trabajadores. Yo me pregunto en manos de cuáles, de los que he mencionado anteriormente o de los directivos de las empresas, que sería en las que recaerían, y que, de forma general, serían unos trabajadores de clase media alta o definitivamente alta, que no tendrían que luchar por sus sueldos y pocas reivindicaciones tenían que hacer.
Nuestra RAE define al comunismo como: “Un Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes”.
Con esto se clarifica quienes han de dirigir los sistemas de producción y reparto de riqueza: el Estado, o sea la clase dirigente, por lo que los trabajadores cambian de depender de unos gobernantes que podrán manejarlos a su antojo, en lugar de los empresarios que fomentaban la riqueza y el trabajo para lograr que los bienes que habían dedicado a sus empresas produjesen cada vez más beneficios en provecho de la nación y, cómo no, a crear riqueza en bien de todos los ciudadanos
Es Estado, es decir los políticos que lo componen, se manifiesta como representante de toda la sociedad por ello la toma de posesión de los medios de producción en nombre de esta es a la par su último acto y propósito independiente como Estado.
Pretende una planificación y una organización social colectiva basada en la propiedad y administración pública o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.
Vuelvo a preguntarme: ¿Quiénes administran y distribuyen esos bienes? La respuesta es clara, los dirigentes del partido, los gobernantes que disfrutarán de todos los beneficios, mientras que los trabajadores solo han cambiado de propietario.
La ideología socialista critica las maldades e injusticias del capitalismo. No entraré, para no ser oneroso, en las muchas que pretenden solucionar, pero la pregunta que siempre me he hecho es que quién ha proporcionado más bien a la sociedad: el Capitalismo o el Comunismo. El primero en su propósito de hacer cada vez más rentable el capital que invierte en los medios de producción ha proporcionado a la Sociedad la adquisición de bienes, mediante las ventas con pago aplazado, que los ciudadanos jamás podrían pensar que lograrían obtener. El segundo ha llevado a los ciudadanos que han caído bajo su férula solo desgracias y calamidades. Solo basta repasar los países en los que se ha impuesto.
Los ideólogos del comunismo fueron los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels.
Solo prestaré un momento de atención al primero de ellos que es el más conocido como fundador del Socialismo y el Comunismo. Pues bien resulta extraño que el defensor de los obreros esclavizados que incrustó en la sociedad la lucha de clases, la dictadura del proletariado y la importancia del trabajo fuese en su juventud un crápula burgués, aficionado a los burdeles en los que se explotaban a las mujeres que no tenían otro medio de vida que vender su cuerpo, mal estudiante y aficionado a las borracheras.
No nos podemos escandalizar mucho, pues esta ha sido la tónica casi de vida de muchos socialistas y comunistas. Sin trasladarnos a otros países, podemos buscar información sobre estos y su comportamiento durante la Segunda República española.
Muchos socialistas y comunistas no han sido nada más que eso, unos “hijos de papá” que les había colmado todas sus aspiraciones, y entretenían su ocio y su vagancia elaborando teorías que, como quimeras irrealizables estaban bien, pero que llevadas a la realidad solo proporcionaban desdichas sin cuento.
El tan aclamado guerrillero de Sierra Maestra, es decir Fidel Castro, era un “niño bien”, procedente de una familia de hacendados gallegos, que había tenido toda su vida resuelta gracias a sus acomodados padres.
Considero que es el momento de evaluar el bien que ha proporcionado a sus ciudadanos en los países en los que rige o ha gobernado el comunismo.
El ejemplo más claro y patente lo tenemos en la URSS que desde 1917 hasta 1991 oprimió al pueblo ruso haciéndole padecer calamidades sin cuento. No es momento de hablar de los gulags ni de los cientos de millones que murieron durante la “gran hambruna” que el “padrecito” Stalin les proporcionó. Tampoco dedicaremos tiempo al vergonzante muro de Berlín que, al final tuvo que ser derruido por su inutilidad.
¿Hablamos de la situación que padecen los cubanos. De los de Corea del Norte, de China en la que se ha producido el milagro de casar el comunismo con el capitalismo y hoy está invadiendo al mundo entero aumentando sin mesura su riqueza y comprando la deuda pública de muchos países?
Recordamos al vecino de Vallecas que vivía en un módico piso de escasos metros y hoy disfruta de una espléndida mansión que posiblemente no se pueda recorrer en un día si incluimos su espacioso terreno colindante. Nuestra Lengua, pródiga en refranes, si no, que se lo pregunten al Quijote a quien Sancho lo tenía hasta la coronilla con ellos, tiene alguno que viene que ni pintiparado para los comunistas: “A otro perro con ese hueso” o “que te compre la burra quien no la conoce”.
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