La insatisfacción parece una desazón lógica de la especie humana, para superar dificultades, para imaginar y procurar situaciones mejores. En determinadas épocas esa insatisfacción se agudiza transformada en tribulaciones diversas (Guerras, epidemias, sequías, catástrofes); a raíz de fenómenos naturales, de comportamientos humanos desastrosos, o debidas a la confluencia de ambas motivaciones. La misma intensidad de la congoja subsiguiente puede abocarnos hacia una serie de reacciones inconexas sin rumbo, a una pasividad por aturdimiento o inducirnos a planteamientos REVULSIVOS basados en el análisis adecuado de los recursos con el ánimo integrador de las aportaciones.
Por mucho investigar no amanecen más temprano las soluciones importantes; ahí empiezan los problemas serios con la cantidad de enigmas acechantes. El sino de los humanos es tozudo en ese sentido, lo NUMINOSO, ese abismo misterioso envolvente es la primera realidad. Abarca al cosmos en su globalidad, al sector de las ideaciones y por lo tanto a la raíz de la existencia. Quizá paradójicamente, somos libres de enfocarlo con criterios humanos, por lo tanto con versiones diversificadas. Podemos acogernos a conductas irracionales absurdas, violencias inusitadas, discrepancias y crispaciones, descubrimiento de cualidades naturales confortables; eso sí, asumiendo el precio de sus consecuencias.
A la hora de convivir, otro eslabón crucial radica en lo que decimos para expresar voluntades propias, para comunicarnos en definitiva. En los ambientes actuales es indudable el desmadre originado por la ligereza en la utilización de las palabras; eso nos aboca a la jerigonza de la confusión, prevalece el carácter acomodaticio según los intereses de los participantes. Por ese motivo, el esmero en la aplicación del LENGUAJE representa una labor imprescindible, sin ese cuidado se incrementa peligrosamente la algarabía. Si las ideas abundan, pero la expresiones son confusas, introducimos una cuña perversa contra el entendimiento mutuo; así continuará la dispersión degradante.
No vayamos a anclarnos en una melancolía estéril por su inducción a la funesta mirada en exclusiva hacia lo retrospectivo. No sirve tampoco cualquier innovación alocada unilateral. De que sirve apelar a la dignidad humana, si ya no conocemos su significado. Con respecto a otros conceptos primordiales afrontamos tesituras similares. Ya nadie cuestiona la pluralidad de las versiones aportadas, aunque su misma presencia nos obliga a nuevas reflexiones sobre las INTERACCIONES múltiples en los sectores de actividad humana. La comprensión y asimilación de estas interacciones será básica. Resulta escandalosa la actitud libertaria de dar rienda suelta a los impulsos particulares.
Solemos hablar mucho de sentirnos excluidos, pero cómo enjuiciar la exclusión sobrevenida por la propia actitud indolente de renuncia. Hablamos de ciudadanía en unos ambientes donde el ciudadano va quedando alejado de los centros decisorios, donde se apela a unas fuerzas sin el debido control racional. Cómo decir, ni las palabras ni las verdades se presentan con un mínimo de estabilidad. Se asoma, si no es ya de plena actualidad, el peligro de la ANOMIA de las personas desorientadas. No basta con declaraciones demagógicas, el replanteo gratificante exige el esfuerzo ciudadano para dotarse de los argumentos reivindicativos, con el suficiente coraje posterior en sus decisiones.
El sesgo de confirmación nos hace buscar en exclusiva aquellas informaciones afines a nuestro punto de vista, dejamos de lado las discordantes. Por otra parte, la abundancia de datos e informaciones dispersa los criterios hasta extremos peligrosos. Se propicia una encerrona progresiva en torno a los particularismos. La presión cultural, las tecnologías, las mismas relaciones sociales, acentúan el desasosiego que debería impulsarnos hacia la obtención de medidas correctoras. El aislamiento no es propenso al diálogo ni al entendimiento, los convierte en imposibles. Precisamos con franqueza de un verdadero APERTURISMO dispuesto a la integración de las colaboraciones desde su diversidad.
Cuando pensamos en la complejidad del colectivo social, intuimos la necesidad perentoria de una regulación adecuada. Conviene aprovechar las mejores luces de determinadas gentes como aportaciones beneficiosas para el conjunto, incluidos los menos favorecidos. Es decir, precisamos la consideración de las diferentes situaciones. Ese supuesto equilibrio no viene favorecido por las diferencias, exige unos acuerdos bien elaborados. Tenemos la opción de las tareas MEDIADORAS imprescindibles. En la medida de su ausencia o de prácticas impertinentes, daremos paso a los grupos de control dependientes de fuerzas con tendencia a extralimitarse debido a sus servilismos interesados.
La administración cultural de la vida es compatible con escenarios de lo más inverosímiles; en general evidencia la clásica contraposición de las estructuras organizadas frente al brote emergente de cada individuo. Ese choque se pone especialmente de manifiesto cuando alguien se aprovecha de la organización cultural para obstaculizar aquellos brotes personales, incluso exprimirlos en su favor. Representan la MANIPULACIÓN en pleno ejercicio, sirviéndose de todos los medios disponibles en el momento. Un ejemplo actual actúa sobre las redes sociales con la ponzoña tergiversadora de la sana comunicación entre las personas. Las alarmas suenan por doquier.
Estamos involucrados en una navegación entrañable, a la vez que inabarcable en su sentido pleno. En esto no tienen cabida las simplificaciones absurdas ni las afirmaciones contundentes. Casi todo son casualidades desde las infinitas conexiones, los supuestos agentes causales se disgregaron en una nube de átomos vagabundos. La inspiración de la voluntad propia, la narración de las actuaciones, las comparaciones, entran en la trama abisal de una URDIMBRE polisémica, tempestuosa por los contenidos contradictorios y a la vez liberadora porque mantiene abiertos los horizontes. Frente a las payasadas encorsetadoras de gente mostrenca surge la invitación fascinante a disfrutar de la música existencial.
No han cambiado demasiado con el tiempo los asuntos fundamentales. El brote vivo de una persona, incluso si los vemos en su conjunto, están involucrados en una lid permanente contra el EMBAUCAMIENTO. Los aires iniciales pronto tropiezan con las presiones de sus semejantes. A las inquietudes naturales, se añaden con descaro las provocadas. El combate es incesante, no podemos soslayarlo, forma parte de nuestra realidad.
Verificamos un estado de alerta continuado ante las amenazas. Somos testigos minúsculos del inmenso acontecimiento, pero con una implicación individual total. El ESPÍRITU CRÍTICO de quienes reivindican su modesta presencia insustituible se vuelve perentorio. Su abdicación es una desaparición anticipada.
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