Dijo Menandro, comediógrafo de la antigua Grecia, que la sensatez no conviene en todas las ocasiones, a veces hay que ser un poco loco con los locos. Los vilipendios que algunos fanatizados activistas de la “causa saharaui” profirieron contra el ex presidente del gobierno de España, José Luis Rodriguez Zapatero, parecieron darle la razón.
Zapatero ha dado una reciente muestra de pensamiento sobrio y coraje, asistiendo al festival del Tantán, evento que proclama la marroquinidad del Sáhara y expresando sus sensatas opiniones al respecto.
Durante esta visita a Marruecos, el político español se proclamó partidario de la alianza entre civilizaciones, reconoció el valioso legado que la cultura árabe hizo a España, vaticinó que en breve la comunidad internacional terminará aceptando el inexorable liderazgo marroquí en la solución del problema del Sáhara, y elogió la interpretación del Islam marroquí, al que calificó de respetuoso y con ideas abiertas.
Pocas veces vi unas ideas tan sensatas y bien pensadas generar tanta polémica como cuando fueron proferidas por este líder socialdemocráta español.
Los partidarios del “Sahara Libre”, un grupo inspirado y sufragado por Argelia en busca de una salida Atlántica, y buscando participar del comercio de fosfatos del ex Sáhara Español sin reciprocidad con el propio petróleo, lanzaron su acostumbrada andanada de vilipendios contra un líder de izquierdas que pocas veces expresó una opinión tan lúcida.
Este grupo seudo radical, que intenta en su delirio extender su discurso a toda la izquierda mundial, y que ha demostrado reiteradas veces que tiene a la intolerancia y el denuesto como moneda de curso legal, ha sido el único responsable de su propio fracaso.
Demostrando su falta de criterio, pretenden que el Sahara Occidental sea devuelto a España, y su descolonización vuelva a foja cero, intención que ocultan tras un ropaje izquierdoso. Defienden, en verdad, la intangibilidad de las fronteras impuestas por el colonialismo, ignoran la lucha secular de los nacionalistas marroquíes contra las potencias coloniales europeas, y convirtiendo en su principal industria a la ayuda internacional, ONG corruptas mediante, han atentado contra los mismos objetivos que proclaman.
Cada vez se sabe mejor, luego de los escándalos por malversación de ayuda internacional, que Argelia ha intentado engañar al mundo haciendo pasar por refugiados del Sáhara Occidental no sólo a sus propios erguibats sino también a decenas de miles de tuaregs, chaambas y otros nómadas procedentes de Mali y aún de Níger.
Quien conoce la etnografía de los tuaregs, por ejemplo, sabe que estos guerreros se conciben a sí mismo como los señores del desierto, desconocen las fronteras de los estados nacionales africanos, y deambulan con sus camellos por el ténéré o Yunque del Sol y todo el Sáhara sin realizar trámites de aduana.
La economía informal que ha derivado de la ayuda internacional, ha profundizado la conciencia tribal de estos habitantes de la nada, ha impedido la realización de censos veraces y el desarrollo de una auténtica conciencia nacional, o cuando menos encontrar una entidad mínimamente diferenciada de los contornos geográfico-culturales que rodean el territorio “saharaui”.
Los intereses creados, además, por esta industria articulada en las ONG corruptas, induce a sospechar de la autenticidad de las intenciones de resolución del problema que los beneficiarios del conflicto puedan tener.
Estos enredos insuperables conducen a coincidir, necesariamente, con la sensatez de Zapatero cuando afirma que sólo un país como Marruecos, por siglos gobernado por dinastías oriundas del Sáhara, puede liderar el proceso de solución al problema.
No poder verlo de esta manera sólo demuestra cuánta razón tenía Menandro.
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