Las imágenes que pudimos presenciar ayer en directo a través de las diversas televisiones eran impactantes. Despertaron en mí un sentimiento de horror, preocupación y, finalmente, indignación ante la barbarie, la manipulación y la indiferencia de aquellos que propiciaron el asalto a la ciudad de Ceuta por miles de personas que son engañadas por todos.
Engañadas por los políticos. Les manejan a su gusto, como si fueran peones de ajedrez de una inmensa partida en la que su pérdida sea lo menos importantes. Seres humanos engañados por los traficantes de personas que les hacen gastar todos sus ahorros, e incluso empeñarse, en la promesa de un viaje hacía la tierra del Real Madrid o la de Messi, a una Europa en la que los perros se atan con longanizas.
La única que les dijo la verdad fue ese ángel encarnado en una joven rubia perteneciente a la Cruz Roja. Una especie de madre que daba de beber sorbito a sorbito agua y que acabó abrazada a aquel muchacho totalmente extenuado. Su verdad consistió en quererlo y asumir que abrazaba a un hermano y que poco más podía hacer por él. La verdad está en ese Guardia Civil que rescató a un pálido bebé a punto de ahogarse.
Lo demás es todo mentira, “viruta de Puertollano”, que es la viruta más mala que conozco. Los gestos de indignación, la amistad ficticia, el rasgarse las vestiduras, el “mon ami” y el apoyo europeo son una mentira tras otra. Todo es asumible mientras no se pierda la foto, el sillón y los votos.
Nos están preparando para lo peor. Nos tendremos que venir de Ceuta y de Melilla como nos vinimos de Ifni. Con marcha verde o con marcha “nupcial”. Es igual. Lo importante son los gestos y la falsa dignidad.
Me quedo con los “obreros de la solidaridad”. Esos miembros de la Cruz Roja que no tienen miedo al contagio y se abrazan a esos Cristos vivos que buscan un Cirineo. Gracias, muchas gracias. Sois todo un ejemplo.
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