El pasado 24 de Mayo las urnas se llenaron de papeletas preñadas de alegría y esperanza. Con estas municipales y, en algunas CC.AA., autonómicas no llegó la República pero sí que aquella noche del penúltimo domingo del mes de Mayo muchas caras iban adquiriendo un tinte sombrío y gris mientras los rostros iluminados y alegres de los que no habían perdido la esperanza comenzaban a apuntar que aquel domingo del mes de las flores potentes aires de cambio se asomaban con fuerza y sin un ápice de timidez a la política valenciana y también a la española.
En Valencia, la que había sido alcaldesa del Cap y Casal del País Valencià, Rita Barberá, con la cara congestionada tan sólo sabía decir: “qué hostia, qué hostia” mientras sus conmilitones no sabían cómo admitir y asimilar la debacle electoral que les había barrido del mapa político, el revolcón político que, en todo el territorio, las urnas habían deparado a las mesnadas de la gaviota carroñera había sido de campeonato, el azul comenzaba a trocar en rojo ( a pesar de que la socialdemocracia también bajó), violeta y en el País Valenciano especialmente en el sonriente naranja de Compromís. Y la gente salió a la calle, muchos de los jóvenes que la madrugada del 24 al 25 de Mayo saltaban, reían y brindaban por la victoria frente al Ayuntamiento de Valencia no habían conocido otra alcaldesa en su ciudad que Rita Barberá, quien, de manera prepotente, llevaba más de dos décadas considerando a València como su cortijo particular.
Y con la resaca electoral llegó el momento de los pactos. Nadie tenía la mayoría suficiente para gobernar y la aprovechada aparición de Ciudadanos auspiciada por Antena 3 y Tele 5 y con la ayuda del empresariado del Ibex 35 podía poner en peligro los pactos necesarios para que la izquierda junto con el nacionalismo gobernara, tanto en Ayuntamientos como en la Generalitat valenciana. Se sufrió, sufrimos y no poco. Las noticias que, día a día, nos llegaban nos ponían al borde del infarto, veíamos tan cerca la posibilidad de echar la derecha de las instituciones valencianas de una vez por todas y después de tantos años que cualquier discrepancia entre los negociadores nos parecía un enorme paso atrás que podía echar por tierra todas las esperanzas de miles de votantes que, esperanzados, habían acudido a los colegios electorales para que en tierras valencianas la política tomara un nuevo rumbo y se hiciera con el pueblo y para el pueblo, y no como hasta ahora que tan sólo había servido para que más de uno medrara y para engordar las cuentas corrientes de los “amiguitos del alma” del preboste de turno.
Y llegó el “Pacto del Botánico” donde PSOE , no sé si todavía PSPV, COMPROMÍS y los acogidos bajo el paraguas de PODEMOS establecieron la hoja de ruta que, conjuntamente, quieren recorrer para llevar a cabo una política en favor de las personas, una política para el País y para los valencianos. Se había conseguido lo más importante, establecer el camino, estando de acuerdo en la ruta quién la presidirá pasa a ser circunstancial. En el Ayuntamiento de València las decisiones no estuvieron tan supeditadas al suspense y desde el primer momento supimos que Joan Ribó sería el alcalde, y ya lo es desde el pasado sábado.
Los perdedores no van a quedarse de brazos cruzados. Las nuevas maneras de hacer política de los recién llegados al poder van a mostrar más, si ello es posible, lo malos gestores que durante sus largos años de mandato han sido, los valencianos van a conocer toda la porquería que la muchachada de la gaviota ha ido escondiendo debajo de las alfombras del oropel que nos vendían a los valencianos. En la Generalitat una deuda de más de 40.000 millones de euros, en el Ayuntamiento por de pronto y nada más llegar Ribó se ha encontrado con las facturas impagadas del suministro eléctrico de la ciudad que ascienden a 22 millones de euros, mucho más de lo presupuestado en las cuentas municipales. Y cuando hablo de perdedores no me refiero solamente a los políticos del PP que han perdido cargo y prebendas, estos suelen ser poco peligrosos, me refiero a todos esos que durante años han estado haciendo negocios a la sombra de las alas de la gaviota del PP, a todos esos que se han beneficiado, por ser amigos del poder, de concursos de obras institucionales, me refiero a los que han medrado para amasar millones a cambio de regalos como bolsos Vuitton, trajes, o relojes de alta gama.
De todo esto los dirigentes del PP saben mucho y bien, “amor con amor se paga” y todo un gremio de sinvergüenzas ha estado al lado del PP, alabándoles, dándoles coba y, si era preciso, lamiéndoles el culo para conseguir que estos innobles políticos desde sus poltronas prevaricaran o amañaran concursos públicos para favorecerles. Estos son los peligrosos, los que desde su poder económico y mediático comenzarán a lanzar bulos y mentiras sobre la nueva clase política del País. Han perdido la teta de la vaca y sin nada que ordeñar hay que intentar, al precio que sea, volver a tener a sus órdenes a los viejos vaqueros, aquellos que durante años se han vendido por un metafórico plato de lentejas. De estos es de los que hay que guardarse y estar con la guardia en alerta, y eso corresponde también a los ciudadanos que no deben hacer caso de palabrería inmunda como la que desde algunos paniaguados del PP se lanzó de manera inmediata sobre el nuevo alcalde de València mintiendo sobre la retirada, que nunca se produjo, de una bandera española.
Al País Valencià, y a muchos otros lugares, ha llegado una nueva forma de ejercer la política. Bienvenida sea. El PP, como dijo la ex alcaldesa, se ha dado una “hostia” mientras, al mismo tiempo, quien fuera conseller de cuatro Presidents de la Generalitat, Rafael Blasco, ingresaba en la cárcel de Picassent para cumplir una condena de más de seis años por diversos delitos cometidos en el ejercicio de su cargo. Dijeron que pondrían a València en el mapa del mundo y bien que lo cumplieron, pusieron el nombre de nuestra tierra en el mapa de la corrupción mundial, y además en lugar destacado.
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