El señor Artur Mas cometió una equivocación garrafal cuando, después de perder unas elecciones que le restaron 12 escaños en el Parlamento catalán, se lió la manta a la cabeza y se erigió en el gran chamán de la causa de la independencia de Catalunya de la nación española. Parecía que la jugada le iba a salir bien y, es cierto que consiguió despertar el espíritu nacionalista del pueblo catalán tanto tiempo adormecido, pero no ha sabido jugar bien con los tiempos y, por otra parte, ha incurrido en el grave error de dejar de preocuparse, en unos momentos en los que requería plena dedicación, de los problemas de los catalanes durante un grave periodo de crisis, para entregarse en cuerpo y alma a la causa independentista. Han sido unos años en los que los catalanes, como el resto de los españoles, han tenido que afrontar el paro, las quiebras de empresas, la falta de dinero para atender los pagos corrientes de la Generalitat y momentos en los que ha sido preciso endeudarse, emitir bonos a intereses privativos y solicitar, insistentemente, ayuda del Estado mientras, por otra parte, iniciaba una campaña de amenazas, ataques, reivindicaciones y acusaciones contra aquellas instancias centrales a las que les pedía ayuda para poder pagar a sus acreedores.
Sólo la pasividad, la incuria, la convicción del gobierno de Madrid de que el problema catalán se solucionaría por si solo, le han permitido al señor Mas y a su gobierno, mantenerse haciendo equilibrios sobre el inestable alambre de la reivindicación nacionalista y la necesidad de recibir ayuda adicional del Estado, para no derrumbarse como comunidad autónoma. Al señor Mas, a medida que se va acercando la fatídica fecha del 27S, se le van acabando los cartuchos, se le está recalentando el caletre y se siente más acorralado por la premura del tiempo, la situación de aislamiento internacional en la que se ha metido y la desconfianza que, cada día más, se va extendiendo entre el pueblo catalán de que esta aventura que, en un principio, se le pinto tan fácil, tan realizable y con la posibilidad de seguir en Europa, recibiendo sus ayudas y pudiendo importar y exportar tal y como lo viene haciendo ahora, sin tener que abonar peajes fronterizos, lo mismo que teniendo la facilidad de conseguir créditos del BCE o del BEI, algo de lo hasta ahora se ha venido beneficiando; ahora se ve imposible..
No obstante, a medida que Europa ha aclarado que nada de ello podría ocurrir debido a que, la legislación comunitaria, no contempla la posibilidad de que, un nuevo estado desgajado de otro que pertenece a la CE, pueda seguir permaneciendo en ella, sin poder aspirar a ello hasta que se cumplan una serie de condicionamientos de largo recorrido y con la aprobación de todas las naciones que forman parte de la CE. Este engaño ya no se sostiene y son muchos los que se preguntan cuál sería la situación de una Catalunya independiente, aislada de Europa, sin la ayuda del Estado español, con una deuda superior a los 64.000 millones de euros, debiendo 300.000 millones de euros a las farmacias y con la obligación de hacerse cargo del pago de las pensiones y de las prestaciones por desempleo de más de 500.000 parados.
Por mucho que intenten ocultarlo, el número de empresas que han abandonado Catalunya en lo que va de año sobrepasa las mil y las multinacionales que ya se lo están planteando, sólo esperando ver como termina este desafío al Estado, convencidas de que no tiene ningún recorrido y que todo quedará tal y como está en la actualidad. No obstante están preparadas para el caso, altamente improbable, de que el soberanismo consiguiese sus objetivos para trasladarse a otras partes de España (suponiendo que no caiga en manos de las izquierdas) o a otras naciones en las que no tengan el peligro de que los cosan a impuestos.
Sin duda, el plantón que las ha dado la Unión del señor Durán, no ha sido una buena noticia, aunque pretendan esconder su frustración sacando pecho y alardeando de la fuerza de su opción soberanista. Pero hay un punto en el que conviene fijarse. El tener un partido de derechas o más conservador como era el del señor Durán, les permitía sostener que la reclamación de la independencia era sostenida desde todo el abanico político de la sociedad catalana. Ahora, sin este apoyo, el señor Mas se va a ver obligado a navegar, en el mejor de los casos, en compañía de una serie de formaciones, todas ellas de izquierdas, y muchas de ellas con programas de gobierno que, en nada, se asemejan al de CDC, algo que puede comparase con lo que ha sucedido en Barcelona con la irrupción de BComú de la señora Colau, una de las marcas blancas de Podemos. Más, desesperado, ni tan siquiera pide apoyos para CDC, sino que propugna una lista civil en la que se presenten todos los partidos que defienden la independencia de Catalunya, así como aquellas organizaciones de carácter extremista, como son la ANC o el Omnium Cultural, Asociació de Municipis per a la Independencia y las entidades integrantes en el Pacte Nacional pel Dret a Decidir .
Al no haber aceptado ERC la presentación de una lista conjunta de partidos, ahora recurre a lo que él califica como una consulta plebiscitaria integrada por una masa civil, de modo que, como ha dicho el propio Mas, hasta estaría dispuesto a que la encabezara otra persona que no fuera él., ¿una forma de eclipsarse para adoptar un segundo papel que le eximiese de la responsabilidad de encabezar una lista ilegal?Aunque es posible que las entidades mencionadas estuvieran dispuestas a presentarse fuera de la cobertura de las filas de los partidos, faltaría ver la reacción del resto de fuerzas llamadas a los comicios autonómicos de Catalunya. Mas aceptaría la ayuda de CDC, aunque no quiere implicar a partidos en esta propuesta, pero si aceptaría la participación de “la democracia cristiana soberanista, del mundo socialista, del antiguo PSUC (comunistas) y el comunismo”. Un melting con el que el señor Más se juega el todo por el todo, sin importarle involucrarse con los comunistas que serían, como ya hemos comentado en otros artículos, quienes, al final de este proceso, en el utópico caso de que consiguieran su objetivo, los que se harían con el poder en toda Catalunya, como acaba de ocurrir con el Ayuntamiento de Barcelona.
Estaba cantado, desde que Mas se erigió como el Sabino Arana catalán que, como está sucediendo, acabaría siendo el chivo expiatorio de todo este proceso, iniciado por los Pujol, sus patrocinadores (ahora metidos en procesos por corrupción) y empujado por el señor Junqueras de ERC, que ha sido el más inteligente y el que se ha mantenido en un segundo lugar, eso sí, atizando el fuego para que Mas no pudiera retroceder ni un paso sin quedar completamente desautorizado ante sus votantes. Claro que quedan incógnitas importantes por dilucidar. Por ejemplo: es evidente de que a los separatistas les interesa derrotar al PP en la generales legislativas, para sacarse de encima un estorbo importante y, esto dependería de cuándo se celebrasen éstas y de sus resultados. Si Rajoy las anticipara podrían beneficiar a la causa independentista, si la coalición de izquierdas supera a los votos conseguidos por el PP, debido a que tanto los socialistas como los de Podemos es posible que estuvieran más dispuestos a modificar la Constitución para crear un estado federal.
No creemos que Rajoy cometa esta imprudencia, pero es evidente que, incluso de celebrarse en noviembre, como parece que ocurrirá, la entrada de un gobierno dispuesto a estudiar la opción federal pudiera darles una salida digna a los separatistas catalanes. Una situación delicada para la unidad de España que, por la desidia del señor Rajoy y su gobierno, se ha demorado hasta el final de la legislatura, cuando el PP está en peores condiciones para impedir, si no consigue la mayoría que le permita gobernar, impedir la fragmentación de la nación española.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos lamentamos de que, después de años de una relativa paz y sosiego, nos volvamos a enfrentar con el peligro de una invasión comunista de nuestras instituciones.
|