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El fantasma de España en el Sahara Occidental

Una descabellada campaña intenta convencer a la opinión pública que el territorio del Sahara Occidental sigue siendo una colonia aunque los colonialistas se hayan ausentado
Luis Agüero Wagner
lunes, 29 de junio de 2015, 22:00 h (CET)
En noviembre de 1975, dicen las crónicas, los perdonavidas que integraban el pundonoroso ejército franquista del caudillo de España por la gracia de Dios Francisco Franco, magnánimamente, evitaron un baño de sangre en el desierto del Sáhara.

De haberse producido la frustrada matanza, las víctimas hubieran sido millares de marroquís indefensos, que participaban entusiastamente de la “Marcha Verde” o recuperación pacífica de su ancestral territorio hoy conocido como Sáhara Occidental.

La entrega del territorio por parte de las autoridades españolas, en medio del generalizado desconcierto que generaba la agonía del generalísimo, de forma súbita y sin explicaciones, luego de múltiples promesas solemnes de hacer lo contrario, disparó una justificada indignación en muchos españoles.

Los españoles se habían presentado mucho tiempo como los protectores de la población saharaui contra la voluntad agresiva de Marruecos, y al iniciarse la marcha verde habían acusado al rey Hassan II de haber iniciado un vasto plan de genocidio.

Sin embargo en aquellos días de noviembre del año 75, los presuntos defensores del pueblo saharaui desarmaron de la noche a la mañana sus fuerzas y anunciaron la entrega del territorio a los vilipendiados “agresores” marroquís.

Los protegidos del régimen franquista a quienes el mismo Carrero Blanco había convertido en ciudadanos españoles, la población saharaui, vieron horrorizados cómo los abandonaban sus gallardos protectores, poniendo los pies en polvorosa y entregando sin disparar un tiro el Sáhara a los moros. Algunos huyeron despavoridos ante la llegada de las supuestas hordas invasoras.

La agonía de Franco, un fallo ambiguo del tribunal de La Haya y la popularidad de la marcha sobre el desierto habían precipitado los acontecimientos. Ante la inmensa movilización, los españoles encuentran el fruto a sus décadas de errores, dilaciones, quimeras, autoengaño. El fracaso no podía ser más bochornoso y rotundo.

Habían intentado perpetuar su dominación colonial, inventando un territorio que buscaban convertir en estado y luego dilataron hasta el extremo el problema.

Se habían negado a reconocer las realidades sociales, económicas y políticas de la región. Habían subestimado al sentimiento nacional marroquí, creyendo que este pueblo aceptaría dócilmente la creación de una entidad estatal en el Sáhara, un territorio que consideraban suyo simplemente porque lo había sido por tanto tiempo que no había duda razonable al respecto.

Era, al decir de Juan Goytisolo, un atolladero en que se había metido el régimen de Franco y del que saldría de forma poco airosa.

Como los colonialistas ingleses hicieron con Palestina, los alquimistas del franquismo, que jugaban a dibujar el mapa del África, inventaron un problema artificial cuyos efectos se prolongaron más allá de su poco decorosa retirada. Sin la obstinación de Franco de convertirse en protector del saharaui, Argelia no podría considerarse hasta hoy su heredera y prolongar el conflicto a través de sus marionetas del Frente Polisario.

La pregunta que se impone es: ¿Puede ser descolonizado un territorio cuando los colonialistas que lo habían colonizado ya se han ausentado?

Escribió el escritor francés Pascal Quignard que el espanto es el signo del fantasma. Lo confirman los españoles, imaginarios colonizadores del desierto, que hoy se espantan del fantasmal legado que dejaron en el Sáhara Occidental.

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