Es un axioma que en el ser humano existen, bien podremos decir que a partes iguales, la capacidad de realizar las mayores bajezas y abominaciones, como la facultad de llevar a cabo los más grandes sacrificios, actos heroicos y negación de sí mismo en beneficio de los demás.
Pero dentro de las execraciones que pueda efectuar está, para mí una de las peores, el asesinato del no nato. Privar de vida al ser más indefenso y desvalido que pueda existir en la Naturaleza, pues aún no ha llegado a nacer y no tiene medios para defenderse.
Está más que demostrado que, desde el momento en el que el espermatozoide entra en el óvulo, comienza a gestarse una criatura que, trascurrido el tiempo correspondiente, será un ser humano con todos los derechos y obligaciones que ejercerá en el momento de su adultez.
Bien, a pesar de ello se les priva, mediante el aborto, de la vida basándose en unos “derechos” totalmente injustos e injustificables como por ejemplo el que se esgrime con mayor profusión de que la madre es dueña de su cuerpo y, por ende, puede hacer con él lo que quiera. Esta premisa no solo es un error sino también una aberración, ya que, en verdad, todo ser humano es dueño de su cuerpo, pero en el caso de la mujer embarazada, la criatura que lleva en su vientre no es su cuerpo, ni siquiera parte de él, es un ser humano que utiliza el cuerpo de la madre para llegar a ser persona.
Hay que proclamar muy alto que el ser que se está formando en el vientre de la madre no es una extensión del cuerpo de la mujer. Es un organismo independiente, con su estructura ósea, cromosoma y cadena de ADN propios. Es una criatura que, llegado su momento, tendrá la posibilidad de dar vida a otros nuevos seres humanos. No es un miembro más de la mujer que lo lleva en su vientre. No se trata de un brazo, una mano o una pierna que, llegado el caso, y por causas de fuerza mayor, se puede amputar y separar del cuerpo del que formaba parte.
Sin embargo todavía es más pernicioso el uso que hacen de estos embriones. Hay una perversa industria organizada para sacar provecho de estos pequeños cuerpos, de los que obtienen pingües y abundantes beneficios las clínicas abortivas y los médicos que lo practican.
Las criaturas que son extraídas del cuerpo de las madres, con las que se comercia, se utilizan para prácticas en los laboratorios para dudosas “investigaciones” y para negociar con ellas.
En palabras de Abbey Johnson, ex directora de una clínica de Planned Parenthood y hoy defensora provida, manifiesta: “Un cuerpo de feto intacto es considerado la perfección en el ámbito de investigación de tejido fetal…Aunque las partes desmembradas del cuerpo también estaban bien, y eso es lo que usualmente vendíamos”.
El uso que se está dando a los tejidos y células de estos desventurados seres humanos es múltiple, desde su empleo en medicina para reparación de tejidos, su uso en perfumería y, lo más grave, proporcionar sabor a bebidas refrescantes. La relación de las empresas de refrescos que utilizan las células de los bebés no nacidos es tan grande que haría este escrito casi interminable.
Es el summum de la perversión iniciada en los laboratorios de los nazis, pero con la perfección de las técnicas modernas.
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