Amar a Dios sobre todas las cosas no es una antigualla sino el único camino de regreso.
En el libro del Génesis se nos cuenta que al principio creó Dios los cielos y la tierra y en el día sexto decidió hacer al hombre a su imagen para que dominara sobre todo lo creado y los hizo hombre y mujer y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho.
Uno puede preguntarse que si nos hizo a su imagen y todo era muy bueno qué pasó para que todo se viniera abajo. Pienso que todo era muy bueno porque el hombre era libre y no estaba sometido a movimientos inexorables como los planetas o los mares.
Naturalmente que el hombre dotado de libertad puede amar a Dios o negarlo, elegir lo bueno o lo malo y decidir su propia vida, aunque al final de ella tendrá que rendir cuenta de su conducta.
Dios quiere que todos los hombres se salven y no ha escatimado medios para lograrlo, pero el hombre, cualquier hombre, puede negarse a aceptarlo y mantener que es el dueño absoluto de su existencia.
Dios había dotado el hombre de libertad para que libremente lo amara y amaran entre ellos, pero a la vista está que muchos no quieren y prefieren el mal al bien.
En estos días hemos presenciado hasta la nausea y el empacho como una persona es capaz de las mayores aberraciones para hacer un daño irreparable y gratuito.
Creo que hay muchas más personas que aman, trabajan y se esfuerzan por los suyos, pero eso no es noticiable pues los programas televisivos viven de toda la carroña con la que llenar sus horas de emisión.
Por otro lado, los medios de comunicación de masas están al servicio de todas las ideologías en boga: el feminismo feroz, la LGTBI... el transgénero, la corrupción del lenguaje o la corrupción política y económica.
Vivir de la política sin haber dado golpe en la vida no parece que sea condenable por los medios que se decidan a jalear cada cual al de su cuerda. Vivir del sexo, de la droga o del chisme tampoco resultan condenables, pero oponerse al aborto, a la eutanasia, a las uniones del mismo sexo es puro fascismo para los “progres” de izquierda e incluso de derecha.
El gran atributo de la libertad que se nos regaló por Dios cada vez lo usamos peor. Podemos ser convencidos de las bondades del Foro de Davos, de la agenda 2030 (o 2050), del NOM, que dudo mucho que sea un nuevo orden mundial, sino el contubernio de los más poderoso del mundo para dictarnos sus leyes inapelables. Pero si no espabilamos, si no nos volvemos al Dios que nos dio vida por amor, el Mundo Feliz de Aldous Huxley será un comic al lado de transhumanismo que viene, mejor, que ya está aquí controlando lo que pensamos, lo que escribimos o nuestra ubicación en el espacio.
Desconfíen de todos los que quieren salvar el planeta haciéndonos comer carne sintética, de los que quieren que cuidemos perros y gatos en vez de niños, de los que nos ofrecen sexo sin límites, placer sin límites y ¿droga?
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