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​Julio Cortázar. Los cronopios están de luto

La palabra literaria desnuda sobrevive con toda su fragancia del impulso creativo
Francisco Vélez Nieto
martes, 20 de julio de 2021, 10:07 h (CET)

La relectura de un autor es la que el tiempo considera un clásico. Luego merecido es recordar tras los años transcurridos del autor de Rayuela desde su último adiós, su permanencia perenne entre nosotros, la creadora vida de prosa y verso, verso y prosa, que al ser leída una y otra vez alcanza la categoría de clásico sublime.


Julio Cortázar

Fuimos saltando las piedras de los caminos, los cronopios saltaban, brincaban de uno en otro y las nubes asustadas de tanto jolgorio se convirtieron en famas y le creció la barba al universo. Y los iconos nos cantaron sus versos más sentidos:

Hermanos, ya es de noche. El mensajero llegó ayer, envuelto en galope del galope sobre el puño como un halcón de ceniza: Debemos destruir las imágenes santas”.


“Tengo miedo cada vez que salgo a caminar por La Habana. Llevo días haciéndolo para tomarle la temperatura a la ciudad. Y, aunque cada día me voy más lejos de casa, el cuerpo no llega a acostumbrarse a lo que ve y me lo transmite a través del pecho que me brinca. Nunca antes había sentido miedo al caminar por las calles de La Habana porque nunca antes las había visto tan atestadas de furgonetas descapotables con hombres armados vestidos de negro, de policías con perros, de militares, de agentes disfrazados de civiles que se hacen pasar por ciudadanos comunes." Abraham Jiménez Enda. El País.


Y otros, cargados de años literarios, sintiendo ese dolor del coronel que no tiene quien le escriba, con el gallo atado a la pata de la mesa. Van vistiendo de luto a todos los hidalgos del universo. Separando el grano de la paja, porque en nuestra hambre de justicia mandamos nosotros. No las estadísticas por encargo.


La relectura de un autor es la que el tiempo considera un clásico. Luego merecido es recordar tras los años transcurridos del autor de Rayuela desde su último adiós, su permanencia perenne entre nosotros, la creadora vida de prosa y verso, verso y prosa, que al ser leída una y otra vez alcanza la categoría de clásico sublime. Porque Julio Cortázar (1914-1984), permanece en el espacio literario y poético volando con sus cronopios y famas (como al principio de aquella Revolución cubana, hoy chocante desencanto), paseando con su inmensa obra a modo de cola de pandero formada por  nueve gruesos tomos que suman miles de páginas. 


Siendo uno de ellos, el IV, dedicado a la Poesía y poética, que al igual que toda la obra mantiene la dimensión sólida de novedad fresca y permanente. Se cumple pues con Julio Cortázar lo que Italo Calvino consideraba la manera acertada para definir o saber ¿qué es clásico? ”Los clásicos son esos libros de los cuales se suelen oír decir “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo…” Luego afirmemos, que este fabuloso escritor que logró dar “La vuelta al día en ochenta mundos”, resulta ser un prosista cuyos libros se releen, un poeta cuyos perfectos sonetos estremecen. Luego, “decíamos ayer”: Cuando leemos a Cortázar tenemos entre las manos a un clásico del siglo XX.


Si tú supieras niña bonita, como me llora el esqueleto después de tantos años, ocultando el luto de lo que anunciamos. Pero la palabra literaria desnuda sobrevive con toda su fragancia del impulso creativo. Pero nada de tanta joya literaria lograda con los años podrán ametrallar el ingenio de Cervantes. Y García Márquez volverá a ver nevar una noche en Paris al salir de una charla sobre literatura. Ni ninguna tropa derribará con los tanques La Catedral de Vargas Llosa. Nadie impedirá que El viejo y el mar hablen con Hemingway con los tiburones.


Abajo todo menos la derrota, ni la momia de Fidel y su tropa por un plato de lentejas disparando a los inocentes. Porque se trata del Siglo de las luces. De Pedro Paramo y la soledad del pobre, del engañado y si se le altera la conciencia a ametrallarlo. Siempre, siempre quedará una ventana abierta para besar el universo. Siempre quedará un cronopio y su fama. El verso iconoclasta de Cortázar.

"Hermanos no mezcléis el llanto al pan y la plegaria, no os miréis las manos que tendieron temblando las sabanas de cal".


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