Está caliente el horno de la política nacional y autonómica. No es sólo por el verano y por las altas temperaturas. Las cloacas del pasado, los fraudes y corruptelas del presente y las amenazas (con chantaje incluido) son las que recalientan el ambiente político. Los frentes abiertos son excesivos, dada la reiterada incompetencia del Gobierno central y sus permanentes enfrentamientos con las comunidades autónomas, pero son la Abogacía del Estado y la Conferencia de presidentes las que se llevan la palma.
La primera porque tiene en ascuas al Tribunal de Cuentas tras dudar éste de la “suficiencia y legalidad” de los avales presentados por el Instituto Catalán de Financiación, dependiente de la Generalidad. Dicho Instituto pretende poner 5,4 millones de euros para cubrir las espaldas a 34 exaltos cargos de la chapucera y degenerada Administración catalana, dados los gastos efectuados por Exterior durante su ‘procés’; es decir, lo que en España llamamos “el preámbulo del golpe de Estado”, con falseada propaganda, reuniones con políticos extranjeros de tercer nivel y las mal llamadas embajadas catalanas. Bien es verdad que, si el Ministerio de Hacienda afina el estudio, esos 5,4 millones seguramente se multiplicarían por no sé cuánto, pero mucho.
La segunda, la Conferencia de presidentes, por las discrepancias y enfrentamientos a que ha dado lugar entre Gobierno y comunidades autónomas, además del trato preferencial a los territorios pedigüeños y chantajistas de Cataluña y País Vasco. A ello hay que unir ese vulgar entreguismo al que se ve obligado el presidente Sánchez, en el que se manifiesta su inutilidad y la patraña o subterfugio para dar una falsa imagen, sin olvidar que persigue la foto facilona del débil; cuestiones todas ellas por las que Pedro Sánchez suele ser apartado en las cumbres exteriores desde hace tiempo y cuestionado constantemente en España.
Hace poco era el tal Bárcenas el que señalaba con el dedo a Álvarez Cascos, incluso cantaba al juez que “costaba dinero ser recibido por un ministro”. Estupideces no faltan y, cuando se carece de argumentos y certidumbres, hay que decorar la falsedad con inventos, tal vez en un intento de ser creíble. Pero ya me dirán ustedes qué credibilidad tienen el extesorero del PP, Luis Bárcenas, y el pardillo Villarejo.
Este último tiene menos información veraz y más capacidad de mentir que un concejal en campaña electoral. Lleva amenazando con tirar de la manta desde tiempo inmemorial, pero esa manta ya está deshilachada, envejecida y mugrienta. No le quedan más que la carpeta y los tres folios en blanco que porta en la misma. Esa es su imagen, esa es su realidad y esa es su gran mentira.
Con todo lo reseñado más la amenaza del presidente catalán de acudir sólo a reuniones bilaterales con el Gobierno y la asistencia de Urkullu a la Conferencia de presidentes tras conseguir tres cesiones más con nuevos ingresos fiscales y aumento de la deuda, las refriegas entre esta gente que debería gobernarnos ya están servidas. Y si añadimos que la ministra de Hacienda va a perdonar cientos de millones a algunas comunidades si votan a favor los presupuestos, entonces sí que tenemos una política de tómbola, comercio chapucero e intercambio pagado con chantaje incluido.
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