Reunión de falsos alfareros, hace días, llenaron todos los medios. Presidentes de reinados comprados con votos serviles, trajeados con ropa pagada por todo el gremio laboral, plantaron cara para la foto de familia unida antes de la herencia. El pueblo murmuraba porque, la verdad, no podía hacer otra cosa; alguien vendría a callarle. Los disfraces suelen ocultar burdas situaciones, físicas, cívicas o morales. La luz de cada día, sin embargo, reflejará las sombras reales, caricaturizando, sin escrúpulos, "los yo, los tus y los ellos".
La ropa sucia interior, cantará olores de suciedad personal; los modales ausentes de hidalguía dibujaran figuras circenses; la voz terminará de pintar la soberbia lejana de los ególatras. El pueblo, acostumbrado al ridículo, reirá la espontaneidad de "don Camilo", al tiempo que escupirá las vergüenzas disfrazadas.
Aprovechar los palacios para “cambiarse” y “forzar” a los demás a “mudar sus principios”, es políticamente incorrecto, humanamente cobarde, socialmente traición.
La calle no desea violencia… La violencia sale por las ventanas “disfrazada” de malos gobernantes. El pueblo quiere vivir en paz… en el lugar que no eligió, pero que ama… El pueblo no quiere tierras… desea convivencia… vivir sin puertas… sin vividores… sin consejeros serviles… sin mercenarios baratos…
El pueblo quiere un Rey para todos, un Presidente de todos y un PAÍS UNIDO, sin ambages palaciegos.
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