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Latinoamérica y los planes colonialistas para el Sahara Occidental

La lógica absurda de quienes buscan amputar el Sáhara a Marruecos buscan volver a convertirlo en Colonia
Luis Agüero Wagner
miércoles, 2 de septiembre de 2015, 06:44 h (CET)
Una de las tantas anécdotas que recoge la historia es la del excéntrico magnate francés que intentó autoproclamarse dictador del Sahara. Jacques Lebaudy que así se llamaba, imaginó su imperio en el territorio hoy denominado Sáhara Occidental, en territorio marroquí, donde irrumpió con un ejército de pescadores con la intención de fundar Troja, la que sería capital de su imperio sahariano.

Luego de fracasar en su empresa, por la hostilidad de los lugareños a su tan descabellado plan, recorrió Europa y Estados Unidos con una corte ficticia haciéndose llamar el soberano del desierto. Dicen que su misma esposa acabó con él a balazos cuando quiso abusar de su propia hija.

Otro plan para el territorio tenían Donald Mackenzie, el constructor de la casa de mar de Tarfaya, que deseaba inundarlo aprovechando zonas por debajo del nivel del mar, para facilitar el comercio inglés.

No muy lejano a estos delirios se encuentra hoy la idea de convertir a la ex colonia española del Sáhara Occidental en un pequeño país cuyo gobierno negociaría el fosfato en condiciones mucho más ventajosas para las pretensiones colonialistas.

Hace medio siglo, el rey Hassan II de Marruecos advertía, con lógica visionaria, sobre la inestabilidad propia de países pequeños y presionables al mismo tiempo que intentaba persuadir al caudillo español Francisco Franco para concluir la cuestión del Sahara. Para decirlo con palabras del rey, se busca crear “paisitos, estados fantoches, como ya se ha hecho en distintos lugares del Africa”. Estos “paisitos” por lo general son un invento que terminan sirviendo a oligarquías portuarias y burguesías intermediarias, como ha sucedido por mucho tiempo con países pequeños en otras latitudes.

La historia es conocida para los latinoamericanos. Panamá es un trozo amputado a Colombia por intereses de Wall Street, que deseaba construir un canal interoceánico. Tiempo antes, el imperialismo inglés había creado, por intermedio de agentes como Lord Ponsoby, países tapones como Uruguay en el Rio de la Plata.

Pero existen otros casos más recientes en la misma región. Cuatro zonas de Bolivia ricas en recursos naturales exigieron autonomía del gobierno dirigido por Evo, y amenazaron con separarse de la nación. Según los documentos, fundaciones estadounidenses estuvieron envueltas en estas campañas, habiendo invertido 4.451.249 dólares para ayudar a los gobiernos secesionistas a operar más estratégicamente.

En Venezuela, el presidente Hugo Chávez tuvo que enfrentar en el 2008 a un plan secesionista en Zulia, y advertir que para lograr esos planes el país debería ser llevado a una nueva Guerra de Secesión. Entre los grupos separatistas se pueden mencionar a Zulia Libre e Independiente, Nación Zuliana, e Izquierda Republicana del Zulia. En medios paraguayos subsidiados por USAID, no hace mucho tiempo se revivió el secesionismo de Santa Cruz, buscando mayores problemas para Evo Morales.

A pesar de haber padecido la nefasta experiencia de la balcanización de la patria grande en pequeños estados al servicio de oligarquías portuarias, algunos gobiernos latinoamericanos siguen persistiendo en soportar la causa del Polisario. La idea, aunque más solo se trate de retórica, atenta contra los propios intereses de la región. Es momento de pensar en Marruecos. La llave del estrecho de Gibraltar; el camino de las Canarias, las colonias y la hispanidad americana; el camino a los dos mundos entrelazados de los árabes y el Islam; la España genuina disfrazada con turbante. Un pedazo de Latinoamérica en el estratégico Estrecho de Gibraltar.

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