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El niño de la foto

Debemos presionar al Gobierno de España y a la Unión Europa para que proporcionen de inmediato un trato humanitario a quienes huyen del hambre y la guerra
Rafa García
jueves, 3 de septiembre de 2015, 06:22 h (CET)
Somos cómplices del horror que viven las personas que con desesperación intentan llegar a territorio europeo. Sin lugar a dudas, lo somos. En esta España nuestra de la crisis, cada cual sortea la penosa situación económica como buenamente puede; algunos, con mucho dolor y sufrimiento. Pero todos somos cómplices a fuer de indolentes, cuando no, indiferentes. Los dramas del exilio y la inmigración pasan a diario por nuestras casas a través de la televisión, la radio e Internet, y ni nos inmutamos.

La noticia se repite periódicamente: varias decenas de personas que huyen del espanto de la guerra de Siria, pierden la vida mientras intentan recorrer a lomos de una embarcación de juguete la distancia que separa Chipre de Grecia. Muchos fallecen por ahogamiento; otros asfixiados en la bodega de un barco, y a los afortunados que consiguen llegar a tierra, no se les ofrece un trato digno en países como Serbia y Macedonia, o como en Hungría, donde se ha construido un muro de alambres.

Tampoco son mejor recibidos los inmigrantes que llegan a territorio europeo huyendo del hambre, que pueden perecer frente a las costas de España o de Italia, o en el interior de un camión frigorífico en Austria. Los hay que ni siquiera pisan territorio europeo, porque para evitarlo son apaleados por las fuerzas del orden en las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla.

Y a pesar de la gravedad de la situación, los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la Unión Europea (UE) no se van a reunir para abordar el problema hasta el próximo 14 de septiembre. Lo harán tarde, y seguramente, muy mal, como siempre; por sus obras los conocemos y la experiencia nos dice que la UE se caracteriza por tardar mucho tiempo en adoptar decisiones y muchísimo más en aplicarlas.

Por eso digo que todos nosotros, los ciudadanos de a pie, somos cómplices de lo que está pasando. Sabemos que la Comisión Europea no está por la labor de hacer mucho, como tampoco lo está quien realmente manda en la UE, la señora Merkel. Y luego está lo de Rajoy y su su inexplicable resistencia cicatera a la acogida.

Como ellos no dan el paso, la ciudadanía debe presionar para que lo hagan. A los gobiernos y a los partidos de oposición, porque resulta sorprendente que PSOE, Podemos, C’s, IU, UPyD, Compromís, PNV o la misma Convergencia, no nos hayan llamado a echarnos a la calle para exigir al Gobierno de España y a la UE una actitud solidaria y humanitaria.

Por doloroso que resulte, quizá la terrible imagen de un niño muy pequeño varado en una playa turca tras perecer ahogado, ayude a reaccionar a una sociedad que, por el momento, está más pendiente de mirarse al ombligo que de procurar un alivio solidario a los miles de sirios que huyendo del horror llaman a las puertas de Europa. Si los ciudadanos de España y del conjunto de la Unión somos capaces de soportar semejante imagen sin inmutarnos, estaremos mostrando un muy preocupante grado de degeneración moral. Y por lo tanto, seguiremos siendo cómplices de lo que está ocurriendo. Y es que no se nos debería olvidar que el niño de la foto, aunque con la piel un poco más oscura, era exactamente igual que nuestros niños, y por lo tanto, debería haber tenido los mismos derechos y las mismas oportunidades que reclamamos para los nuestros.

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Inventamos a nuestros enemigos cuando procede, que suele ser casi siempre, tal vez porque ideamos asimismo todo lo referido a nuestras vidas. Ocurre ello a escala individual y subjetiva, pero también a escala colectiva, sea en el nivel familiar, grupal, tribal o político.

Dos rasgos peculiares han favorecido la gestión del comentario de hoy y su contenido. La relectura de un libro que mantengo entre mis preferidos y el acercamiento a la situación real de la presencia humana en el mundo. El libro es “El quinto día”, de Frank Schätzing; nos viene de perlas, para enlazar con una serie de consideraciones relacionadas con las andanzas de los seres vivos en mares y tierras, unas de lo más patentes y otras poco o nada conocidas.

Recuerdo aquellas noches, después de las sencillas cenas de un colegio religioso, cuando salíamos a los patios del Colegio, en realidad las partes traseras del edificio. No olvidaré los paseos en grupo, rodeando a alguno de nuestros profesores. Se hicieron famosos los que presidía un sencillo sacerdote venido de Japón.

 
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