Como si no hubiera un mañana. Estamos aburridos de considerar las recomendaciones que a diario se nos transmiten por los expertos. Ya no sabemos a qué carta quedarnos. Todas nos amenazan con problemas emanantes de la actual situación sanitaria, económica o política. Estamos en una situación evolutiva en la que el ser humano habrá llegado a la categoría de “homus a hacer puñetas”.
Por lo tanto, en mi familia, hemos tomado la determinación de vivir el hoy por hoy a tope. Asistimos todos a las celebraciones familiares con cierta distancia y mascarilla entre plato y plato. Paseamos por la playa y tomamos el sol a pierna suelta. Como hay tantas recomendaciones y con mensajes tan dispares, estamos seguros que acertaremos alguna.
Los escasos ahorros van menguando. Vemos el futuro cada vez más lejano, inhóspito e inalcanzable. Por consiguiente pensamos que es preciso vivir intensamente el día a día.
Vengo de una familia en la que los hombres han fallecido con una mediana edad. Apenas han pasado de los sesenta. Hace años que pasé esa barrera y sigo tan campante. Por consiguiente todo este tiempo es beneficio a mi favor.
La buena noticia de hoy se basa en que, a lo largo de estos días, hemos cumplido años mi esposa y yo. Ustedes dirán que: ¡qué narices nos importa! Supongo que poco, pero para nosotros, especialmente desde hace casi un par de años, nos importa y mucho. De lo que abunda en el corazón… habla la boca.
Esta es una columna intrascendente. Sin ninguna importancia. Pero ante la reiterada publicación de los fallecidos a consecuencia de la pandemia, queremos comunicarles que los treinta y ocho miembros de mi familia que integran la misma de una forma directa, estamos vivos y bien de salud. Gracias a Dios.
He leído por ahí esta frase: “No conviertas tu vida en un borrador, tal vez nunca tengas tiempo de pasarlo a limpio”. Carpe diem.
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