Es de todos sabido que a los hijos los educamos con el ejemplo. A los profesionales también. Conozco a través de las redes sociales un hecho que puede pasar totalmente inadvertido por la mayor parte de los terrícolas, habituados a conocer hasta la saciedad cualquier tontería de los falsos vips del momento o la última trifulca, violación múltiple o asonada de esta bendita humanidad. Se trata de un acto humanitario que recoge un periódico local con motivo de una carta que le envía un usuario de los transportes municipales malacitanos. En la misma, el protagonista de la misma, E.S.M., refleja como un conductor de la línea Miraflores de los Ángeles- Playa Tropical, al observar su dificultad para subir al autobús debido a sus problemas, facilita su acceso sin darle ningún tipo de prisa y de una forma muy amable. El mismo usuario contempla admirado como en paradas posteriores observa la misma conducta con otro usuario que subió a bordo de un carrito móvil.
Termina el agradecido redactor de la carta al periódico indicando que el chofer del autobús no quiso darle su nombre, por lo que no lo pudo reflejar en su escrito. Yo si lo he podido saber. Se trata de un joven conductor que ha dedicado los últimos años a preparar su incorporación como chofer de la EMT mientras ejercía un voluntariado en Cruz Roja y en el Biberódromo. Sin él no habríamos podido continuar la entrega de alimentos a los niños menores de 24 meses a lo largo de esta larga pandemia. Sin él, no habríamos podido desarrollar nuestra labor a lo largo de estos últimos diez años.
Mi buena noticia de hoy se basa en la callada presencia entre nosotros de Alberto, ese probo conductor de autobús y voluntario distinguido. No revelo su apellido para respetar su intimidad. Pero lo pueden conocer cuando vean un voluntario y un chofer de la EMT sonriendo ampliamente. Muchas gracias Alberto. Por parecer, por ser y por estar. Eres un ejemplo para los de tu profesión. Y para todos.
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