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Ese niño…

José García Pérez
viernes, 4 de septiembre de 2015, 06:10 h (CET)
Hace años escribí esta décima: “Este niño descalcito/ que nos mira con asombro/ saca su pie del escombro/ con un pequeño saltito./ Está acostumbrado al mito/ de esto que llaman progreso./ Poco a poco pierde peso,/ mira como otros engordan/ mientras llora por un beso.”.

Tal vez, pues no lo sé, esa pequeña estrofa podría ubicarse en el movimiento de poetas que se conoce por “Humanismo solidario”, o sea, aquel que mediante la palabra intenta cambiar este insolidario mundo; ignoro si este grupo de escritores y artistas verán ese feliz momento en que todas las personas seamos iguales, pero no es malo el deseo de intentarlo.

En el día de hoy la imagen de un chavalín sirio muerto por ahogamiento en la playa de Bodrum del mar Egeo cuando la lanchilla neumática se hundió navegando hacia la isla griega de Kos, esa imagen, decía, es primera página a nivel mundial, esencialmente en Europa, en la inmensa mayoría de la prensa escrita.

Se dice que una imagen vale más que mil palabras y, por tanto, bastante más que mil libros de poemas; y es que cuando la muerte de un niño por omisión de los Estados democráticos se convierte en dramática realidad, las palabras sobran y es hora de tomar otras medidas más contundentes, medidas que pueden ir desde una acción justa hacia los que sufren o una revolución mundial a los que permiten semejante crueldad.

Y es que el niño sirio ya no está allí, solo, ahogado, mudo y muerto, sino que vive en todos aquellos corazones sensibles que claman que esto, ¿qué será esto?, no puede volver a ocurrir.

Y es que este grupo de seres no huyen de la miseria, hambre o enfermedad para buscar cobijo en la cristiana cultura occidental llamada Europa, no, no es eso, estos niños y sus madres y padres intentan escapar de la muerte, del vil asesinato de unos salvajes que arrasan a su paso vida y cultura milenaria.

Europa, mientras tanto descansa con sus fronteras cerradas no sea que se vaya al garete lo “nuestro”, la paz y una fe que llama, desde su raíz, al amor.

El hermoso niño de la bella playa pudiera ser el acicate que ponga fin al hipócrita encogimiento de hombros.

Hora es de ello.

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