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Errantes

Nadie se va de su país voluntariamente, hay que buscar soluciones in situ
Carmen Muñoz
lunes, 7 de septiembre de 2015, 07:56 h (CET)
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” decía Machado en uno de sus poemas más conocidos y cantados. Desde la antigüedad vemos como pueblos enteros deambulan de un sitio a otro en busca de la tierra prometida, unos movidos por la fe y otros por la necesidad de mejorar su modus vivendi . Pero no hay que remontarse tan lejos, a la vuelta de la esquina, nosotros mismos tuvimos que emigrar, tanto a Europa como a América, unos por problemas políticos y otros económicos, en donde nos acogieron con las manos abiertas, aunque no exentos de problemas y preocupaciones, donde con esfuerzo, tesón y trabajo lograron remontar su precariedad, llegando en algunos casos ha hacerse de buenas fortunas. Las muertes ocurrían por enfermedad, edad o infortunios, que nadie estamos exentos de tales percances.

La vida avanza, los medios a nuestro alcance son múltiples y variados, la tecnología ha hecho que los mares y océanos se conviertan en un mero pasar de horas disfrutando del viaje hasta llegar a nuestro destino para descansar placenteramente en doradas y tropicales playas, rincones de ensueño, o bien para cerrar tratos de trabajo donde el dinero corre con intensidad fluvial.

La sociedad acomodada y egocéntrica en donde hemos nacido, no por petición propia, sino que hemos tenido esa suerte, se entretiene en mirarse el ombligo, en crear comités y reuniones para intentar lavar sus propias conciencias, sabiendo todos los que los forman y los que desde fuera vemos la gran escenificación teatral, que no sirven para nada, porque cuando hay voluntad política, las cosas se resuelven en un abrir y cerrar de ojos.

Ese éxodo de sirios, afganos, africanos, etc, que por razones políticas, de guerras, religión o hambruna buscan con desesperación un mundo donde poder vivir en paz, criar a sus hijos y morir de viejos, inundan las noticias de muertos por asfixia, ahogamientos, sin contar las desnutriciones y epidemias de niños y ancianos. Son tantos, miles ya, que me niego en rotundo que estas sociedades acomodadas miren para otro lado, sean tan insensibles que no busquen soluciones rápidas, soluciones en sus propias tierras, en sus raíces, para evitar tantas desgracias y tantas muertes. Nadie quiere irse de su país voluntariamente, busquemos soluciones in situ, unamos esfuerzos los países del, mal llamado primer mundo, ayudando a erradicar la violencia, los que huyen no son desgraciados muertos de hambre, que también, sino personas cualificadas, muchas, que podrían sacar adelante sus propios países, con ayuda y esfuerzo nuestro, evitando así tantas desdichas y calamidades.

A los traficantes de seres humanos que recaiga sobre ellos todo el peso de la ley con su mayor crudeza y si pudiera ser, que su brazo fuese tan largo (el de la ley) que allá donde se encontraran pudieran ser castigados como merecen.

Obliguemos a nuestros representantes políticos (al menos a los españoles y europeos) a que tomen decisiones y las pongan en práctica ya, sin tantas reuniones demagógicas. Si Europa sola no puede, que pida ayuda económica y políticamente a los países que sea preciso. Es vergonzoso la indiferencia con que se mira el sufrimiento y muerte de miles de personas.

Para recoger hay que sembrar antes y esto es la cosecha de una sociedad laica, amoral y sin valores éticos, la nuestra, que hemos ido forjando por no haber sabido asimilar una democracia que tan beneficiosa ha sido para otros menesteres.

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