La orden de expulsión contra Luis Mangrané, esgrimida por el gobierno marroquí a pie del avión que junto a otros acompañantes que no fueron cuestionados, lo iba a trasladar a El Aaiún, tuvo amplia difusión en los medios adictos al Polisario, un grupo violentista y con antecedentes terroristas, que cuestiona la marroquinidad del Sáhara y habla tranquilamente de una guerra en el Magreb.
Ello mientras Marruecos lleva su democracia a esa antigua provincia española, logra una alta participación de los nativos, y permite al padre del líder del Polisario, Mohamed Abdelazis, integrar el Consejo Real Consultivo para Asuntos del Sáhara (CORCAS).
Se han objetado frecuentemente incidentes de este tipo, así como el trato dado por las autoridades de Marruecos a exponentes de ONG que lucran con el conflicto del Sáhara, pero los españoles pocas veces se han preguntado qué harían sus autoridades si Francia hubiera decidido apoyar las acciones de ETA, cobijando a sus cuadros en su territorio y brindándole apoyo logístico y propagandístico. Pues es exactamente lo que hace Argelia con los enemigos de Marruecos.
¿Qué diría la opinión pública de española si, alegando el principio de la autodeterminación de los pueblos, Francia no solo sostuviera el derecho a la autodeterminación de los vascos españoles, sino que los acogiera, entrenara y armara para luchar contra España mientras mantiene a sus propios vascos bajo el yugo del rígido centralismo francés? Para otorgar un mínimo de credibilidad a su proceder, ¿no le exigirían acaso los españoles a los franceses que dieran el ejemplo, aplicándolo en su propia casa?
También podrían preguntarse cómo tratarían en España a un vasco llegado desde la frontera francesa que declarase en el aeropuerto de Viscaya que es de nacionalidad vasca y que su destino es la república de Viscaya. Ni hablemos lo que harían las autoridades paraguayas con algún recién llegado de Argentina o Brasil, que declare en el aeropuerto Slvio Petirossi que es partidario del EPP, o en un aeropuerto de Estados Unidos con algún emisario que confiese representar a Al Qaida.
El doble rasero español se aplica también al problema de Gibraltar, rechazando la ocupación británica, pero justificando la propia ocupación de las plazas de Ceuta y Melilla, negándose a aceptar la realidad de los hechos por la misma vía de Franco y Carrero Blanco cuando hablaban de la “irrenunciable” presencia española en el Ifni y el Sáhara.
Lo cierto es que Mangrané no puede desconocer que en Marruecos, los principios éitcos y jurídicos se imbrican con otros criterios y exigencias no menos apremiantes, la noción del estado histórico desmembrado por la presencia colonialista, la defensa del espacio vital, el rechazo a la creación de paisitos fácilmente manipulables por imperialismos. Como decía el arabista español Serafín Fanjul, no hay que ser grandes observadores para constatar que el Polisario proporciona, a precio muy barato, una pancarta izquierdista de cara a la galería de unas bases que piden radicalización y encuentran moderadísimas actitudes en el orden español interno…Es fácil hablar de las metralletas que esgrimen los otros mientras se aguarda el maná que viene de Europa.
También es fácil hablar de colonialismo mientras se defiende las fronteras que los mismos colonialistas trazaron, y se agrede de manera inmisericorde a un país que lucha por reconstituir su estado histórico desmembrado.
La historia real del Sáhara Occidental nos recuerda que cuando los españoles ocuparon esa porción atlántica del Sáhara, lo hicieron en nombre del Jalifa de Tetuán, es decir, el representante del Sultán de Marruecos en la zona ocupada por España. Al proclamarse la independencia de Marruecos, aquella región había sido ocupada por el Ejército de Liberación de Marruecos, y solo sería recuperada por Madrid merced a la operación “Ecouvillon” de las fuerzas francesas.
Los españoles deberían terminar de aceptar que el colonialismo ha sido el único responsable del estallido de esas fronteras, dado que las potencias europeas y entre ellas España, despedazaron las naciones africanas en función de sus intereses. Si tomáramos como intangibles las fronteras que los colonialistas trazaron en Marruecos, éste país debería dividirse al menos en seis países pequeños: un estado marroquí, un estado rifeño, un estado libre en Tánger, un estado de Sidi Ifni, un estado de Tarfaya y un estado saharaui.
Sobre todo aquellos españoles que tienen pretensiones de presentarse como progresistas, deberían antes que nada permitir a naciones como Marruecos recrearse libremente, sin atenerse a las fronteras impuestas por el colonialismo. Exactamente lo contrario a lo que vienen haciendo dando sustento a los delirios del Polisario.
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